'Fake news' y elecciones
La exposición ‘Fake News, la fábrica de mentiras’, en la Fundación Telefónica de Madrid, explica cómo se fabrica, se propaga y se combate la desinformación
No podía ser más oportuna la exposición Fake News, la fábrica de mentiras, inaugurada la pasada semana en la Fundación Telefónica de Madrid. Justo cuando se acaban de celebrar unas elecciones locales. Justo cuando los políticos están enzarzados en componendas para constituir los nuevos órganos de gobierno municipales y regionales. Justo cuando los partidos preparan unas elecciones generales trascendentales porque pueden suponer un cambio de ciclo político. Justo cuando ha irrumpido con fuerza la Inteligencia Artificial que ha venido a sumarse a las redes sociales como una herramienta idónea para la difusión de noticias falsas.
La muestra, comisariada por Mario Tascón, presidente de Prodigioso Volcán, tiene un afán esencialmente educativo. Mantiene la tesis de que la mejor forma de enfrentarse a las fake news es la formación y propone una «alfabetización mediática». Intenta responder a dilemas que exigen urgentes respuestas: «¿Qué son realmente y cómo se propagan? ¿Con qué herramientas contamos para fabricarlas? ¿Cómo podemos detectarlas y combatirlas?».
En la misma línea se pronuncia Michael Sandel, que acaba de publicar una edición actualizada de El descontento democrático (Debate). En una entrevista publicada por la revista Telos, el profesor y filósofo norteamericano defiende la necesidad de una «educación cívica» para atajar los peligros que amenazan a nuestra democracia, uno de los más alarmantes es precisamente la desinformación.
Sandel considera esencial que consigamos formar a las nuevas generaciones de forma que sepan distinguir la verdad de la mentira. «La democracia» -asegura- «necesita al menos la posibilidad de la verdad en la información pública, en la comunicación, y también en el discurso público», de lo contrario caeremos en el desencanto y acabaremos por dar la espalda al sistema.
Descontento democrático
«Una de las fuentes del descontento democrático» -concluye- «es la sensación generalizada de que no tenemos una voz significativa a la hora de dar forma a las fuerzas que gobiernan nuestra vida colectiva. Y poder participar es la clave del ideal democrático». Esa participación, que antes de Internet confiábamos a los medios de comunicación de calidad, se está dejando en manos de las redes sociales, que gozan de total impunidad.
No hace falta recurrir a los ejemplos extremos del referéndum del Brexit o del populismo de Trump que llevó al asalto al Congreso para percibir esa sensación. Ya lo tenemos aquí. Basta echar un vistazo a las redes sociales o a las noticias políticas. En estos días en que han tenido lugar las negociaciones para la constitución de los gobiernos locales hemos podido comprobarlo. Políticos que prometieron una cosa en la campaña electoral y están haciendo lo contrario, una vez celebradas las elecciones. Insultos y descalificaciones entre los contrincantes. Discursos que fomentan la polarización. Difusión de memes denigrantes, imágenes descontextualizadas y manipuladas.
Un 63,91% de los españoles participaron en las pasadas elecciones de mayo con su voto. Y ahí se acabó su participación en la vida pública. Las componendas a la hora de gobernar quedaron en manos de los políticos, en muchos casos haciendo caso omiso de sus promesas y de sus propios programas electorales. No es fácil que con ese ambiente político crispado animar a los ciudadanos a una mayor participación.
Se nos ha quedado desfasada la máxima de Thomas Jefferson: «Donde la prensa es libre y todo hombre es capaz de leer, todo está salvado». La prensa -con sus muchas limitaciones- sigue siendo libre, pero ya no basta con que los ciudadanos sepan leer. Ahora, además, tienen que dar un paso más: discernir las fake news y ser capaces de asumir que si una noticia es falsa deja de ser noticia y, por tanto, no debería publicarse o compartirse.
A dar ese paso es a lo que contribuye la exposición de Telefónica, a explicar cómo se fabrica, cómo se propaga y cómo se combate la desinformación. De las fake news son responsables quienes las crean, pero también los millones de personas que las difunden.