¿Por qué cada vez confiamos menos en los medios?
El Instituto Reuters demuestra en su último informe que España es el país de Europa que más desconfía de los medios
España es el país de Europa donde más crece la desconfianza en los medios. Así lo recoge el Instituto Reuters en su último informe, tras entrevistar a 93.000 personas en 46 mercados, lo que supone casi la mitad de la población mundial. No podemos consolarnos con que es un fenómeno generalizado desde la irrupción de internet y las redes sociales. La confianza ha caído a nivel global, en el periodo que va de 2015 a 2023, dos puntos porcentuales. En España, nada menos que 34.
Es para preocuparse. ¿Por qué hace sólo ocho años un 85 por ciento de los españoles decían confiar «en la mayoría de las noticias la mayor parte del tiempo» y hoy sólo un 51 por ciento sustenta esta afirmación? ¿Qué ha provocado ese cambio de opinión tan radical? Es cierto que los medios cuentan ahora con menos recursos, que en el tupido bosque de nuevas cabeceras es a veces difícil distinguir la información de la desinformación. Es cierto que muchos lectores hoy confunden el todo vale de las redes con los medios.
Pero ninguno de estos fenómenos explica la desconfianza. No son fenómenos exclusivos de España, sino que se dan igual en el resto de los países. El informe de Reuters ofrece una pista muy reveladora. La desconfianza avanza a mayor ritmo en países con «mayores grados de polarización política». Para encontrar un dato tan desalentador como el de España tenemos que irnos a Argentina, donde el índice ha caído también un 34 por ciento, como en nuestro país. En Europa, nos asemejamos a Hungría, con un clima político enrarecido por la deriva autoritaria, y a Grecia, donde se ha vivido un año electoral especialmente tenso.
Llama la atención el caso de Portugal, sobre el papel un país con circunstancias parecidas a las nuestras, que se ha colado en el ranking entre los países nórdicos, encabezados por Finlandia, donde un 69 por ciento de los encuestados dice tener confianza en los medios.
«La desconfianza avanza a mayor ritmo en países con ‘mayores grados de polarización política’»
Volviendo a España, el clima de polarización es de sobra conocido. Pero hay un factor añadido con respecto a otros países. ¿Cómo podemos esperar que los ciudadanos confíen en los medios de comunicación cuando el propio presidente del Gobierno se encarga de denostarlos allá donde va?
Es comprensible que ataque a la oposición -forma parte del juego democrático-, pero lo que no es ni comprensible ni admisible, es que meta en un mismo saco a la oposición y a una amalgama a la que llama la «derecha mediática». ¿Qué es la derecha mediática? ¿Todos los medios con una línea editorial de derecha? La paranoia de sentirse perseguido, de culpar al mensajero de las malas noticias, de ver fantasmas donde no los hay no es nueva. De Suárez a Rajoy, pasando por Felipe González o José María Aznar, de izquierda o de derecha, todos los expresidentes la han sufrido en los momentos más críticos de sus mandatos. Por la sencilla razón de que olvidan que es deber de la prensa vigilar al poder, lo ejerza quien lo ejerza.
En los últimos días, Pedro Sánchez ha concedido entrevistas a diestro y siniestro. En todas ellas el presidente ha lanzado acusaciones muy graves contra los medios, incluso aquellos para los que estaba hablando. «Ha quedado claro durante estos últimos cinco años que la derecha política y mediática me odia». «No hemos medido las consecuencias de la ‘burbuja antisanchista’ creada por la derecha política y mediática». «Inoculan veneno con el sanchismo en la sociedad española». «Cuando uno enciende la televisión y ve algunas tertulias se pregunta: ¿dónde están los progresistas?» «Me están caricaturizando y deshumanizando». «Buscan provocar miedo entre la ciudadanía, desinformar y crear bulos».
Si un presidente, y todo su Gobierno con él, hablan así de una de las instituciones más necesarias para la democracia, no podemos esperar que los ciudadanos confíen en ella. Claro que qué se va a esperar de una coalición que ha dicho lo que ha dicho sobre instituciones como la Justicia o la Monarquía. En la prensa nos habremos equivocado, sin duda, pero un presidente ha de defender las instituciones de su Estado y, si alguna de sus cabeceras comete alguna ilegalidad, que la lleve a los tribunales con nombres y apellidos, por el bien de todos, pero no se escude tras esa amalgama informe que llama «derecha mediática».