THE OBJECTIVE
Cultura

'Poquita fe': la sencilla maravilla del absurdo cotidiano

La última serie de Maidagán y Montero en Movistar + es una comedia aguda, que sabe extraer el ingenio de lo simple

‘Poquita fe’: la sencilla maravilla del absurdo cotidiano

Berta (Esperanza Pedreño) y Ramón (Raúl Cimas) en 'Poquita Fe'. | Movistar Plus+

José Ramón carga un anorak tirando a feo. Bueno no… tirando a feo no, feo del copón. Se lo confiesa a Berta, quien busca sosegarlo llevándole la contraria. Le dice que no está tan mal. Que si la próxima vez quiere una chupa de cuero le diga a sus suegros, los padres de Berta, que eso es lo que quiere. Segundos después, Berta nos confiesa a cámara que el abrigo es un horror, y José Ramón, por otro lado, que sus suegros son unos rancios con él y con Berta, mientras la hermana se lleva los gambones en navidad.

Con esta breve superposición de escenas de cortes rápidos ya tenemos la base de Poquita fe, la última serie de Montero y Maidagán para Movistar +. Personas sencillas y sus peripecias que entran, cada poco tiempo, en un confesionario a lo Modern Family, con ese juego del reality de ficción que tan buenos resultados da cuando se emplea bien. Esperanza Pedreño y Raúl Cimas encarnan a los dos protagonistas de esta ágil comedia, quienes parecen merecer una colleja para ver si espabilan, aunque, en realidad, te la estarías zumbando a ti mismo. Encarnan con tanta naturalidad lo papanatas que somos todos, o hemos sido, que se hacen increíblemente entrañables. No quieres acostarte con ellos, ni cortarles el cuello. Más bien darles un abrazo y llevarles un pack de Estrella Galicia a casa.

Imagen promocional de la serie ‘Poquita fe’. (Movistar Plus+)

Da gusto darse de bruces con una comedia española que se aleja del histrionismo. Una serie respaldada en una suerte de minimalismo berlanguiano, donde todo es un disparate, algo ridículo, y a la vez nada extraordinario. Los personajes; hermana, padres, vecinos, etc. son gente normal, a la que le pasan cosas bastante normales, de las que sus creadores extraen una forma de contarlas tronchante. Es la excentricidad de la locura cotidiana llevada a su cenit y funciona de manera natural.

Porque el guion de Montero y Maidagán es astuto y vulpino. Se disfraza de frívolo, cuando no de tontorrón, y de lerdo no tiene un pelo. En el cómo está la clave. No es cosa de entrar a filosofar duro, pero con Poquita fe, si buscas, tienes un encontronazo con la abulia matrimonial, el ego familiar, la esperanza, la ambición, la frustración de la monotonía y su reivindicación, lo mágico de lo cutre y lo glorioso de lo esperado… En fin, un porrón de asuntos que, también es cierto, pueden sacarse de una película alemana de medio pelo pensada para la hora de la siesta. Ahora, la magia de Poquita fe está en la resolución de esa faena. La sencilla elegancia de la chanza escarbada de la contradicción cotidiana, para la que se emplean herramientas narrativas refinadamente rematadas.

Ingenio y cambios de ritmo

Podría aquí entrar a analizar el núcleo de su éxito cómico; la fórmula, por así decirlo. Aunque no lo veo lo más conveniente. Uno puede tener arrebato cirujano y darle la vuelta al frigorífico. Toquetear tubos, descuajeringar cables y desenroscar rejillas, pero lo más seguro es que te lo cargues. Lo mismo ocurre con Poquita fe. Si diseccionas el formato del corte rápido, el gag a lo Bruguera, la facha resistente al atractivo hollywoodiense de sus protagonistas o la broma blanda sin controversia, revientas malamente la ocurrencia de una serie genial en su conjunto.

Escena de la serie original de Movistar Plus+

Poquita fe es una pantomima con clase, ingenio y fondo. Me recuerda a cuando le pillas el tranquillo a algo, y es como si resultara fácil emplearse en ello una vez ubicas el truco. Maidagán y Montero, en algún momento, lo vieron claro con los personajes, con los cambios de ritmo, con como meter los sketches y en saber tomar la temperatura de la montaña rusa de la pareja en la España de hoy.

Ah, y uno no puede despedirse hablando de esta serie sin reiterar los trabajazos interpretativos de todos, y digo todos, los que salen. Y eso que me tienta decir que siendo una obra tan telúrica y mundana, sólo han tenido que interpretar una parte de ellos. Más o menos ejercitada, pero seguro latente.

Terminada Poquita fe, uno sólo puede sentirse inquieto y algo decepcionado. No porque su final sea agua estancada, sino porque se te hace corta… Deseas más. Un par de chistes más, un par de tontadas más tan bien manejadas para escapar de la mezquindad del mundo, riéndote un poco de la mediocridad de otros, para acabar dándote cuenta de que su mediocridad es la tuya. Realmente, la de todos…

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D