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'Sympathy for the Devil': un Nicolas Cage endemoniado no es suficiente

El histriónico actor estadounidense salva una película que pudo ser más atrevida y termina como un thriller convencional

‘Sympathy for the Devil’: un Nicolas Cage endemoniado no es suficiente

El actor Nicolas Cage, en un momento de la película. | Hammerstone Studios

A estas alturas dudo que otro director consiga lo que logró Panos Cosmatos con Nicolas Cage en Mandy, esa excepcional, enloquecida y rojiza cinta sobre muerte y venganza. Convertido en un género en sí mismo, Cage no para de ser buscado por directores que le ofrecen  papeles de autoreferencia, papeles que a veces coquetean con lo paródico. Algo así se esperaba en Sympathy for the Devil.

Sin embargo, para sorpresa de propios y extraños, Sympathy for the Devil aborta la exageración (que pudo haber fucionado) y en cambio se dirige hacia un thriller convencional que apuesta por los diálogos como herramienta para rebanar las capas de una trama, en principio, intrigante. Lamentablemente, las buenas intenciones decaen a mitad del filme. 

La decisión de esconder hasta el último minuto el vínculo entre Cage (El pasajero) y Joel Kinnaman (El Conductor), no termina de cuajar. Lo que debía funcionar como una revelación que cierra el círculo y le permitiría al espectador comprender este extraño viaje por Las Vegas, se difumina. No es decepcionante, pero deja el mal sabor de algo que pudo ser mucho más entretenido y atrevido.

La sinopsis de la película es la siguiente: «Tras verse obligado a llevar a un misterioso pasajero a punta de pistola, un hombre se ve inmerso en un juego de gato y ratón en el que queda claro que no todo es lo que parece». Y este es el tráiler:

Yuval Adler (Belén, Los secretos que ocultamos) dirige con un guion del novel Luke Paradise. Por el tráiler, y el título, pensábamos que Cage le haría honor a ese tinte de cabello y chaqueta escarlata, asumiéndose como algún tipo de entidad demoníaca. Si en el pasado fue un esqueleto (Ghost Rider) y dos veces un vampiro (Renfeld y Vampire’s Kiss), ¿por qué no encarnar al propio Lucifer?

Luego entendemos la respuesta a la anterior pregunta: el título y la vestimenta de Cage no son más que pequeños trucos de distracción para que asumamos cosas que no terminan de suceder. Así, la cuestión principal en Sympathy for the Devil es descubrir quién es quién. Y, al mismo tiempo, conocer las razones que les llevaron a esta situación.

Cuando el guion juega con la posibilidad de que lo que está sucediendo se debe a cierta maldad, probablemente esotérica, la película resulta muy interesante. Sin embargo, cuando se revela la motivación del personaje que encarna Cage, ya no hay especulación posible y todo se mueve dentro de unos parámetros más o menos vistos en el género.

Este paso de lo desconocido a lo concreto decepciona. A pesar del enorme deseo de conseguir ese gran golpe en el espectador, digamos a lo Oldboy, la película se desinfla. Y la explicación de esto es bastante sencilla: el plot twist como recurso cinematográfico requiere de muchos fuegos artificiales, de barajas que generen la suficiente distracción para que nadie vea venir el gran golpe. Este no es el caso.

Dos actores en busca de su autor

Aún así, no todo es malo en Sympathy for the Devil. Para empezar, Cage nos vuelve a regalar una cantidad de expresiones que seguramente se convertirán en memes, como sucedió con Peter en Vampire’s Kiss. Ahora bien, en otros momentos , el actor muestra esa contención que le permitió hacerse un hueco rápidamente en Hollywood.

La manera en la que Cage asume el control de la situación; los diálogos sobre algo que no está claro y requiere de cierta agresión e incredulidad entre uno y otro, por momentos, se desarrolla con bastante solvencia. Al mismo tiempo, la tensión que se vive en la cafetería donde prácticamente se echan los dados a rodar, está muy bien concebida.

El problema es que Adler lo apuesta todo al carisma de los dos actores y esto no es suficiente, a pesar de que Cage y Kinnaman cumplen con lo encomendado. Por momentos consiguen que nos preocupemos por el destino de uno y de otro. No obstante, eso es solo una parte de algo que debería estar mejor planeado y dicha concentración implica  que otros elementos y personajes alrededor se difuminen.

Un buen ejemplo de lo anterior es la relación entre el conductor y su esposa, que da inicio a la película. Este conflicto, embarazo mediante, queda relegado y realmente no terminamos de conectar con este nudo dramático, lo que le resta peso a los hechos posteriores. Aún así, no es una cinta aburrida. Es un trabajo que puede consumirse cuando no hay nada más que ver en la televisión.

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