'La ley del Invierno' o la ley de la quietud y el lirismo de Gemma Ventura
Gemma Ventura Farré es la ganadora del Premi Josep Pla 2023; su novela llega ahora a las librerías españolas
Gemma Ventura Farré, autora de 'La ley del invierno'. | David Ruano
La noche de Reyes de 2023 a Gemma Ventura Farré le llegó «el regalo de su vida». Ella, hermana de cinco hermanos, competidora forzosa por los presentes de esa fecha tan señalada, fue especialmente feliz cuando recibió el Premio Josep Pla 2023 -un prestigioso galardón que se entrega a la vez que el Planeta- por su novela La Ley del invierno (Destino, 2023). En febrero la obra se publicó en catalán y ahora en julio llega traducida de la mano de otro autor, Manuel Pérez Subirana.
Para alumbrarla desde la libertad creativa suficiente, Gemma tuvo que irse a Escocia; tuvo que autoexiliarse. En la novela, una chica aguarda la muerte de su abuelo y deja que la única vida transcurra adentro de su mente, en días interminables. Está sentada en una silla, esperando que suceda aquello para lo que no está preparada. Y ya está. Y está bien, porque esa chica no es Gemma. Esa chica es ficción en un tiempo de atiborre de autoficción, y la autora sólo ha tomado prestada su voz y se ha metido en su torrente discursivo. Eso sí, con buen oído para la oralidad del pensamiento.
Ésa es la premisa valiente de la que parte la ópera prima de la autora, que ha prescindido de una trama más complicada porque sabe que lo más importante siempre sucede dentro de uno mismo. Y así nos lo cuenta cuando charlamos con ella en THE OBJECTIVE: «Si estamos delante de un barco y vemos a tres personas, podemos observar por ejemplo cómo están fumando, pero no sabemos nada de ellas. Pero si con una cámara pudiéramos entrar a las tres cabezas, imagínate… Lo más importante está en el interior de las personas. Hay tantas cosas que callamos…».
A Escocia llegó Gemma con una maleta azul en la que cargaba a Faulkner y a Dostoievski, pero también a la escritora catalana Mercè Rodoreda. Y en la pantalla le acompañó mucho David Lynch y su mundo onírico: «Me encanta su capacidad de inventiva y su ausencia de censura». Del país gaélico se llenó también su escritura pues, aunque el pueblo donde se desarrolla La ley del invierno es inventado, tiene ciertos matices de aquel lugar que la rodeó durante los meses de creación: «Escocia es como estar en un cuento de hadas, el musgo pegado a las raíces y a los árboles por todas partes. Todo es verde, la niebla, los lagos… y todo eso impregnó el libro. Hay cierta magia en esos lugares y esas montañas».
No estamos nada acostumbrados a esperar en el mundo presente, y una de las virtudes principales de La ley del invierno es que para el tiempo y reflexiona certeramente sobre el mismo. La espera de la muerte le suscita a la protagonista una colección interminable de preguntas sobre la vida. ¿Por qué le tenemos tanto miedo a estar quietos? Ésa es la cuestión que nosotros le formulamos a Gemma Ventura, que piensa unos segundos antes de responder: «Vivimos en una gran impaciencia, y es verdad que en este libro he puesto muchas reflexiones mías. Una es ¿qué sentido tiene estar todo el día corriendo? Ayer hice el ejercicio de ir andando a mi casa sin prisas, sin correr, sin saltarme semáforos, mirando las cosas… Aunque no tengas prisa, a veces empiezas a correr porque la gente te arrastra. Por lo tanto para mí parar es una forma de situarte, ¿por qué estoy haciendo lo que estoy haciendo? Ayer vi dos mundos: el de la gente con prisas, y otro al que pertenecen los niños, los viejos…».
La musicalidad, el lirismo bien trabajado y la libertad de su prosa definen esta obra, la primera de una autora cuya voz definida sonará seguro de nuevo en el panorama literario español. Les dejamos con uno de sus hermosos párrafos: «(…) cada eternidad que he vivido, vista desde aquí, solo ha durado un poco. Y lo que ahora ocupa mi mente también será pequeño un día. Primero grande, desués pequeño, después nada. Pero, espera, por mucho que sepamos que todo cambia, no podemos saber cómo cambian os otros. ¿Quieres decir que no estamos quietos en el retrato de otra persona? Soy yo, te decía. Y en ese yo hay miles de yos. Eres tú. Y hay millones de tús, pero: ¿dónde están? ¿Qué tú es el que recuerdo? ¿Cuántos otros ignoro? Ricard, no puede ser que una persona quepa en un cuerpo».
