Centenario de un libro de Borges
«Fervor de Buenos Aires resulta fundamental para entender el universo intelectual y creativo de Borges»
No soy borgiano ni kafkiano ni fanático de ningún escritor, lo que anquilosa y tiende al reduccionismo. Reconociendo en Borges a un gigante su prosa no me llega, no me desmenuza e incluso me aburre. Cosa distinta es su arte poético. Explicar del autor que cuando comenzaba se colaba en los guardarropas de restaurantes y chiringuitos, y, tras localizar a los prebostes literarios, escabullía sus libros en los bolsillos de los abrigos. Eso es currárselo, buscar al lector, perseguir la manduca siempre imposible de ganar en el arte de escribir. De parir mundos viven bien, maridando pan y langosta, cuatro en España, no más.
Este año se cumple el centenario de la publicación de Fervor de Buenos Aires, allá por 1923. El poemario huye del modernismo al uso de entonces y clava la literatura poética, la mayúscula, la que transforma la razón en sensación. Marcó el debut poético del joven Jorge Luis Borges. A través de sus versos, adelantados un puñado de años a su tiempo, el autor captura la esencia de su ciudad natal, Buenos Aires, de una manera novedosa, arriesgada y cercana a la disección. Con imágenes surrealistas y un lenguaje quirúrgico, Borges celebra el encanto y el olor particular de esta urbe del Río de la Plata. Los dos primeros versos definen el resto del libro: «Las calles de Buenos Aires/ ya son mi entraña».
«Crea una imagen indeleble de Buenos Aires al amanecer: ‘la bruma es azul y tenuísima’»
El poemario está dividido en varias secciones, cada una explora un aspecto distintivo de la capital argentina. Con gran habilidad impresionista salpimentada de abstracción el poeta evoca escenas urbanas: «La noche ostentosa intacta la pompa de su negror» y «Hay patio que sabe a jazmín». Son estampas de una nocturnidad bulliciosa que atrapa al poeta, lo sumerge en la magia de las palabras, antecedentes de la explosión de la literatura hispana. Otros poemas están dedicados a lugares emblemáticos como el barrio de Palermo y el malecón de la Dársena Sur. Borges también escucha a la ciudad, brega en el mundo del tango y las milongas. Y crea una imagen indeleble de Buenos Aires al amanecer: «la bruma es azul y tenuísima», una ciudad que baila sobre las minas que la apuñalan con promesas imposibles.
Más allá de retraer en la pupila los espacios físicos de la ciudad, Borges indaga en la psicología de los porteños, los habitantes de Buenos Aires. Son poemas sobre mujeres enlutadas, inmigrantes nostálgicos, compadritos y orilleros. Transmite el poeta el espíritu introspectivo y melancólico de los ciudadanos: «De su noche interior vuelve el oscuro/ A la violenta luz de esta mañana».
Los poemas exhiben el nuevo estilo vanguardista que Borges estaba forjando, alejándose del modernismo precedente. Sus versos libres, las imágenes surrealistas y el lenguaje coloquial rompen moldes tradicionales. Borges busca provocar una respuesta emocional nueva en el lector, como señala en el prefacio cuando escribe: «He querido que cada poema tuviera vida propia».
Algunos críticos consideran Fervor de Buenos Aires la obra más representativa del Ultraísmo, vanguardia de la que Borges formaba parte. Otros destacan la influencia del Creacionismo, que buscaba plasmar la realidad urbana moderna. Borges, sin embargo, como los grandes, no acepta la aproximación de una lupa crítica que se queda en los márgenes, incapaz de sondear el espacio más allá de los poemas. Lo que surca el poemario por fuera, o en las cavidades, el subtexto, es lo que engrandece el libro.
«Los versos que evocan una nostalgia por momentos pasados y encarnaciones previas, que presagian obsesiones posteriores como el eterno retorno»
Además de su impronta estética, otro aspecto notable de Fervor de Buenos Aires es cómo Borges ahonda en los temas filosóficos que definirían toda su obra posterior. Poemas como «Calle desconocida» y «Arrabal» reflexionan sobre el paso del tiempo y la fugacidad de la vida. Y los versos que evocan una nostalgia por momentos pasados y encarnaciones previas, que presagian obsesiones posteriores como el eterno retorno. Incluso en estas tempranas composiciones aparecen visos del pensamiento laberíntico y las paradojas temporales: «La eternidad burlona se desgrana/ En todas las cosas y no conoce el tiempo».
Otro gran trasunto de Fervor de Buenos Aires es el de la identidad. Varios poemas exploran lo que significa ser porteño y argentino, algo que Borges investigaría durante toda su trayectoria. «Mi infancia transcurrió entre patios y cuchilleros». Luego se pregunta: «Qué importa que mi huesa/ Quede en ángulo oscuro». Estos versos apuntan a las reflexiones de Borges sobre las raíces, la memoria y el sentido de pertenencia.
Fervor de Buenos Aires resulta fundamental para entender el universo intelectual y creativo de uno de los escritores más influyentes e importantes de la literatura universal. No se les pase.