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Ricardo Dudda, detective de su propia historia familiar

El periodista y escritor madrileño ha publicado ‘Mi padre alemán’ donde investiga su peculiar historia familiar

Ricardo Dudda, detective de su propia historia familiar

Portada del libro 'Mi padre alemán' de Ricardo Dudda. | Europa Press

«Ha sido y siempre será el único alemán prusiano luterano trombonista refugiado de la Segunda Guerra Mundial que le reza a la Virgen del Rocío», así describe el periodista y escritor Ricardo Dudda (Madrid, 1992) a su progenitor, Gernot Eckehard Dudda, en su libro Mi padre alemán, obra finalista del II Premio de No Ficción Libros del Asteroide. Es la historia de la vida de su padre, en cambio, también son muchas más cosas. Una investigación, un toque a la memoria histórica, un viaje a través de Europa desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestro presente, una realidad sobre raíces y desarraigos y, sobre todo, una biografía hecha con mucho amor y cariño. De hijo a padre.

Es un libro divertido en su forma, a la vez duro y muy íntimo en su contenido. Porque Dudda sabía desde siempre que este era su gran proyecto. «Había oído muchas veces de mi padre la misma historia, la contaba en sobremesas. Pero siempre de forma un poco idealizada. Porque él es publicitario. Yo soy de otra manera, más investigador, más periodista. Cada vez que empezaba un nuevo proyecto, me decía a mí mismo que el verdaderamente importante era el de mi padre. Creo que fue una mezcla: la historia estaba esperándome y yo solamente tenía que ponerme a indagar», explica el autor en una entrevista telefónica con THE OBJECTIVE.

Conversación entre padre e hijo

Fue un proceso largo. Un libro que narra una vida entera no se escribe en dos días. Empezó por leer más sobre Prusia para poder poner en contexto la vida de su padre. En 2020 empezó a entrevistarle, tardes frente al mar, con chupitos de aquavit, en la terraza del chiringuito o en largos paseos que él grababa. Todo cambió radicalmente cuando murió su tío, el hermano de su padre, en 2021, y su viuda le trajo una bolsa llena de documentos de la familia. «Ahí empecé a indagar más y ya podía comprobar lo que me iba contando mi padre. Cuando me decía, ‘cruzamos por esta frontera en este momento’, yo me tenía solo que fiar de él. Y de pronto veía un documento que era la comprobación de un guarda de la aduana, certificando que habían pasado ese día. Fue fascinante», explica. 

El llamado «padre alemán» hoy tiene 82 años, sobrevivió en campos de refugiados durante una década y fue publicista en el Madrid de los años 80 y 90, hasta su decisión de vivir en Mazarrón, en Murcia, en una casa familiar cerca del mar, El Hoyo. Es un hombre que no mira al pasado, no colecciona recuerdos melancólicos, no vuelve atrás, se toma la vida con humor. Ha nacido en un sitio que ya no existe. Elbing fue una ciudad alemana de Prusia Oriental hasta el 1947. Hoy es polaca, se llama Elblag y nadie ahí habla alemán. «Cuando viaja a Elblag [su padre] no vuelve a casa. Decir Elbing en vez de Elblag no es como decir Lérida en vez de Lleida. Es decir, sí, Elbing es el nombre alemán de Elblag. Pero los dos nombres no conviven. Hoy en Elblag no hay carteles en alemán. No es una lengua cooficial», escribe Dudda. 

Ricardo Dudda.

El 12 de enero de 1945, el Ejército Rojo inició la invasión de Alemania. En dos semanas Prusia Oriental quedó rodeada cuando el ejército alcanzó las orillas de la laguna del Vístula, aislando por tierra esa provincia del resto de Alemania. Para los refugiados alemanes, así como para las víctimas del nazismo, los prisioneros de los campos de concentración, los trabajadores extranjeros forzados y los prisioneros de guerra, comenzó un período de grave incertidumbre. 

Para muchos prusianos orientales fue el momento crucial de su experiencia de la guerra porque dejaron atrás sus hogares y se convirtieron en refugiados. Eso le pasó al padre de Ricardo Dudda. Tuvo que huir con su madre, su tía y sus primos de su ciudad natal para nunca más volver. Hasta encontrar su lugar en España. Y se adaptó a los madrileños, a los andaluces, a los murcianos. Se creó su identidad sobre la marcha y se mimetizó con sus nuevos cohabitantes. «Creo que él siente un desarraigo interior, pero lo que pasa es que se lo toma con mucho estoicismo. Lo procesa muy bien. Lo que hace es renovarse a sí mismo constantemente. En cada sitio donde ha ido y ha vivido, ha tenido que adaptarse de cero porque siempre era el extranjero. Cuando estaba en Andalucía, por ejemplo, iba a la romería de la Virgen de Rocío. Era muy devoto de esa virgen y de las romerías y de las fiestas y de la Semana Santa. Y cuando ha vivido en Murcia, lo mismo, con las romerías de aquella Semana Santa. Siempre se ha integrado muy bien en cada sitio. Evidentemente es un esfuerzo mucho mayor de asimilación al ser tan diferente».

La huida

En muchas zonas, las autoridades nazis no permitieron que los alemanes huyeran hasta el último momento, lo que provocó que los refugiados quedaran atrapados en los combates. Las columnas de refugiados fueron ametralladas por la aviación soviética. Los barcos de refugiados fueron hundidos: se calcula que murieron hasta 9.000 personas durante el hundimiento del Wilhelm Gustloff, un barco en el que casi sube el padre de Ricardo con su madre. Las violaciones también fueron frecuentes y las mujeres sufrieron mucho. Además, estos viajes se realizaron durante el duro invierno de Prusia Oriental, lo que provocó la muerte de muchos, especialmente niños pequeños. 

«Con el tiempo se podría haber hecho una reflexión más amplia. Por ejemplo, sobre el barco Gustloff, hay una novela de Günther Gras, en la que el protagonista va a conmemorar ese evento de alguna manera –porque sus familiares murieron allí– y no encuentra ningún tipo de memorial, ningún lugar que conmemorar». De estos hechos casi olvidados escribe el periodista con un tono sincero y humilde, sin pretensiones, sin mostrar algo que no es. Simplemente la realidad de una generación que lo tuvo difícil para sobrevivir a unas circunstancias tan atroces.

El 30 de enero de 1945 un submarino soviético hundió el buque nazi, Wilhelm Gustloff, provocando una de las mayores tragedias marítimas de la historia. «No se habla oficialmente de esa matanza. Solamente hay un memorial que hicieron los nazis, porque ellos sí que hablaron mucho de esa historia. Y sobre todo la ultraderecha luego. Creo que cuando los historiadores occidentales hablan de los crímenes de los aliados, como las víctimas eran alemanas, parece que importan menos. Porque, por ejemplo, los bombardeos que hicieron los británicos sobre Dresde, son un crimen de guerra. Hay un libro muy bueno de W.G. Sebald, Sobre la historia natural de la destrucción, que habla mucho del bombardeo de Dresde, y es atroz. Es una parte en la que creo que los historiadores siempre se han centrado: en la idea de que era necesario hacer eso para ganar la guerra, sin pensar que el coste de ello era la muerte de miles o millones de inocentes».

Tres libros en uno

El padre alemán son tres volúmenes en uno. La historia del padre de Ricardo, de su abuelo, Richard, y una Historia con mayúscula, la que retrata el pasado de Europa y de toda una generación. El autor averigua que en realidad su abuelo era un policía que había cometido crímenes de guerra durante el Tercer Reich. Y su hijo, el padre de Dudda, lo desconocía. «Me puso su nombre porque es lo que hay que hacer. Pero si hubiera sabido lo que hizo en la guerra, quizá mi nombre no sería Ricardo», escribe. De este modo, Dudda se ve en un momento difícil al no saber cómo decirle a su progenitor lo investigado: que su padre no solo había sido policía, sino que había formado parte del terror nazi del Holocausto en Bielorrusia, Rusia, Letonia y Lituania en 1943 y 1944. «Mi padre no tenía ni idea de hasta qué punto había estado involucrado y qué es lo que había hecho. Entonces eso cambió mucho el libro, lo ralentizó mucho».

El padre alemán es un viaje de Prusia a Murcia, de un país inexistente a una casa frente al mar, de un hombre, que se convirtió en refugiado y encontró la paz en el mar Mediterráneo. A sus 82 años ya solo le queda una cosa pendiente: enseñar a Ricardo el alemán. «Creo que mi nuevo proyecto no va a ser un libro, sino aprender alemán», bromea por teléfono, Ricky Du, medusa (uno de los motes que le ha puesto su padre porque el primer artículo periodístico que escribió su hijo fue sobre medusas en el Mar Menor).

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