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Cultura

Pete Doherty sigue vivo, que no es poco

La biografía del carismático músico publicada por Alianza reúne anécdotas tan desquiciadas como honestas de su vida

Pete Doherty sigue vivo, que no es poco

Pete Doherty en el V Festival Hylands Park. | Wikimedia Commons

Ha habido, a lo largo de la historia, numerosos relatos acerca del consumo de heroína. Quizás uno de los más oníricamente elocuentes sea Confesiones de un inglés comedor de opio, de Thomas de Quincey. Un relato explosivo sobre lo que significa, trascendentalmente, darle un tiento al lado salvaje de la vida, que diría Lou Reed —por cierto, otro devoto de la sustancia—. Acercándonos al siglo XX, diríase que la heroína tuvo nombre propio, y ese fue William Burroughs, que con su Yonki desveló la callejera y depravada carrera por la abstracción de la lágrima de la amapola. Pero si hubiera que hablar de esta sustancia mortal en el siglo XXI, las venas que deberían ser citadas en primer lugar son las de un chavalito inglés que por asiduo a los infiernos de la degradación no dejó de navegar los cielos del éxtasis creativo. Con todas sus consecuencias… Este chico fue, es, Pete Doherty (Hexham, Reino Unido, 1979) y con su banda, The Libertines, se hundió en una existencia en constante flirteo con el abismo.

The Libertines | Wikimedia Commons

Pete Doherty emocionó a toda una generación de románticos rocanroleros, encarnando, incluso en el peor de sus sentidos, el adjetivo «auténtico». Su estilo, su forma tierna y amanerada de cantar destilada desde esos gestos envilecidos y enérgicos a la vez… Fue el capitán de la heroin chic y alcanzó una descontrolada fama cuando se trajinó el cariño y la admiración de la supermodelo Kate Moss. Y a la propia Kate, claro. Sus grandes pupilas de búho insomne, la piel de porcelana rota por los moretones de la aguja, los tatuajes de talego o de un colega que empieza a picar piel y le pides una demostración borracho… En un perverso y autodestructivo sentido, avivaban las ganas de imitarlo. Y luego sus letras eran pura poesía al estilo de Keats o Oscar Wilde con un punto de The Smiths. Peter Doherty aunaba en un solo ser la magia emocional del rock con la destartalada esencia del punk. Su malditismo, qué narices, es contagioso en el relato. 

Ahora, la evolución respecto al personaje muta en cuanto se topa uno con su recorrido vital. Cuando conoces a Pete Doherty, empiezas queriendo ser Pete Doherty. Luego sabes quién es Pete Doherty, lo que ha hecho y como de sonado ha estado siempre, y se te quitan las ganas de ser Pete Doherty. Porque te das cuenta de que no estás hablando de un rockero maldito en el sentido publicitario del término. No es un eslogan. Es un modo de vida realmente podrido que nace de una mente adicta. Totalmente adicta a las drogas pero, sobre todo, al idealismo. Y para entender, por fin, en todo su esplendor este flirteo con el acantilado, Peter Doherty (ahora ya no le gusta que lo llamen Pete) conversó durante un año con el periodista Simon Spence en lo que es la primera biografía autorizada del músico.

En primera persona

Escrita en primera persona, Peter Doherty, un chaval prometedor, ha sido publicada en España por Alianza y es una maravillosa rapsodia de anécdotas desquiciadas y asombrosamente honestas. El estilo narrativo es firme y directo. Sin florituras. Historia e historia y más historia. La única palabra a contrapelo de una lectura fluida es «ominoso» y no es que sea un gran puntapié.

Pete Doherty tocando con su banda The Babyshambles en ‘The Atomic Café’. | Wikimedia Commons

Un chaval prometedor es una excusa perfecta para mirar entre las bambalinas de un tipo tan magnético como autodestructivo. Un ángel caído del post-punk y, seguramente, la última gran estrella de los pasadizos degenerados del rock británico. La biografía ametralla con tantos hechos que a veces se atraganta y quisieras oír a Pete —vía Spence— anatomizando más algunos hechos o sentimientos. Pero imagino que no sería fácil vender un libro de mil páginas, porque ya sólo con todas las columpiadas de su vida da para rellenar, seguro, un par de almanaques vitales más.

Así que si alguien va en busca de una carta de disculpa, de un monólogo interior sobre la crispación freudiana del alma encañonada por las adicciones, que busque fuera. Peter Doherty, un chaval prometedor sirve para saber por qué en ese video o en tal otro sucedió tal cosa. Quienes eran las dos piradas que salen en cada bolo y programa del primer álbum de The Libertines enseñando las tetas, o de donde vino la pelea que dejó a Pete con la boca babeando las tablas del escenario tras un piñazo de Carl, o quien es ese tío raro que acompañaba a Doherty en algunos conciertos.

Por cierto, era Peter Wolfe, Wolfman, quien seguramente sirvió de inspiración a Guy Ritchie para el protagonista de su película RocknRolla, visto el afán que tenía por el consumo de heroína y la de veces que se le dio por muerto para, en plan Jesucristo, renacer días después. También sirve para descubrir el origen de las canciones. Saber que You’re my Waterloo, una canción a una distancia mínima con lo trascendente, fue una de las primeras letras que el joven Doherty escribió y recitó a una chica que le gustaba, antes de que esta le dijera que era un letrista pésimo y que pasase de ella.

Querer ser Lord Byron

En un sentido general, toda la biografía de Peter Doherty parece una gran ironía. De principio a fin, Peter busca cosas que acaba encontrando y que, una vez logra, es incapaz de disfrutar. No digamos de mantener. Quería parecerse a los Strokes. Y lo logró. Quería ser un ídolo romántico. Pero romántico en el sentido de Lord Byron; romántico arriesgado, romántico mortífero, nada de mamonadas Disney. Y lo logró. Quería follarse a Kate Moss. De hecho, de joven, cuando trabajaba de camarero en el Filthy McNasty’s Whiskey Café, fue fardando por ahí de haber recibido una felación suya en el baño del local. Y oye, con los años, lo logró. Quería ser famoso, ¡famosísimo! Y lo logró.

Incluso de crío, cuando salió en lo que hoy es uno de sus videos más reconocidos —mucho antes de The Libertines, incluso antes de querer dedicarse a la música— hablando en la MTV de Oasis citando a Umberto Eco, todo fue un triquiñuela televisiva. Pete sabía que la MTV estaría en Tower Record por la firma que Oasis iba a hacer de Be Here Now, así que se aprendió una cita fardona para soltar por si le entrevistaban. Luego, acabo de portada de The Sun, del Daily Mirror y tantísimos otros tabloides con imágenes de él fumando de una pipa de crack o yendo a la trena por mangar en casa de Carl Barat o por cascar a Max Carlish, director de uno de sus documentales. Quería ser de los más famosos de Inglaterra y lo consiguió, hasta el punto de convertirse en la miel predilecta para la prensa sensacionalista que lo machacó. Cuando uno acaba con Un chaval prometedor sale con dos ideas; quien es Peter Doherty y que la prensa británica es una maquinaria vil y ominosa (oye, la palabra se pega).

La pregunta es, ¿merece la pena leer esta biografía sin ser fan? Es difícil dar una respuesta concreta. Hay incontables referencias musicales y nominales que son difíciles de ubicar sin haber seguido la carrera del protagonista. Conciertos, grupos, famosos… Hay mucha leña que contextualizar. ¿Es un testimonio aleccionador? Para nada. Salvo en pasajes finales, las drogas son lo que son y son porque tienen que ser. La vida de cicatrices y rajadas en el pecho para sentir algo, son parte de un sujeto que ha buscado los límites desde su niñez y los ha encontrado hasta hartarse. ¿Mola saber hasta dónde puede llegar? ¿Los líos en los que, si eres una estrella demacrada de la música, te puedes llegar a meter? ¡Vaya que sí! La biografía se devora porque mueres de curiosidad por saber en qué movidas untó el hocico Doherty.

¿Conclusión general? La biografía de Peter deja claro que él es un músico, un músico puro, un ser que se santigua componiendo aunque se rodee de liturgias satánicas que lo han hecho familiarizarse con su peor versión. Su gran sueño fue hacer The Libertines y, como acaba concluyendo, ese sueño todavía pervive. Y ahora Peter Doherty está limpio, gordo y, no queda muy claro si feliz pero, desde luego: vivo. Cosa que, leyendo la biografía, es todo un milagro.

Peter Doherty. Un chaval prometedor
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