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'Invencible': los superhéroes también necesitan terapia

La serie animada de Prime Video se consolida como una de las mejores de su tipo en su segunda temporada

‘Invencible’: los superhéroes también necesitan terapia

Una escena de la serie 'Invencible'. | Amazon Prime

Días atrás, después de recomendar la genial Samurái de ojos azules, escribíamos que la próxima serie animada a reseñar en este espacio sería Invencible. Ha llegado el momento de pagar esa deuda. Lo primero que debes saber de esta creación de Robert Kirkman, Ryan Ottley y Cory Walker es que no se trata de un producto infantil. Para que nos situemos, Invencible está más cerca de The Boys que del universo cinematográfico de Marvel, a pesar de que los protagonistas son superhéroes. 

Incluso, Invencible y The Boys comparten productor: Seth Rogen (La fiesta de las salchichas), nombre que da una idea del tono de la serie. Ahora bien, es cierto que la sangre, las vísceras y desmembramientos están a la orden del día, sin embargo la producción animada de Prime Video cuenta con un trasfondo más elaborado que la simple exposición de hemoglobina. Plantea, por ejemplo, el reto para un hijo de lidiar con un hogar desestructurado toda vez que el padre no resultó ser el hombre ejemplar que todos creían.

Probablemente la manera de manejar el duelo, para el protagonista, Mark Grayson (Steven Yeun), y su madre, Debbie (Sandra Oh), sea uno de los puntos más altos de este programa. Y esa es la base del éxito del show. Despojan a los seres con poderes de su perfección y los muestran con dudas y problemas -incluso económicos-, algo que ha sido muy poco desarrollado en el universo marvelita y, en general, en los arcos argumentales de este tipo de personajes.

Aquí no hay millonarios por herencia (Batman) o desarrollo tecnológico (Iron Man), ni fotógrafos a tiempo parcial (Spiderman). Mark tiene apenas 17 años y trata, como la mayoría de adolescentes camino a la edad adulta, de encontrar su camino, su propósito de vida. Y no ayuda en absoluto que su padre, Nolan, sea el superhéroe más poderoso del planeta. Aquí necesitamos hacer una pausa. Este último carácter es interpretado por el ganador del Oscar, J.K. Simmons. Solo escuchar su vozarrón es todo un espectáculo. 

Otro enfoque interesante de Invencible tiene que ver con la conciencia de manejar un superpoder: lo que en momentos parece una ventaja, en ocasiones es tratado como una maldición. Es cierto que en muchas películas y series se dedica cierto tiempo a desarrollar esta vertiente, pero en la serie animada la reflexión es constante. Más que el ya famoso «todo poder conlleva una gran responsabilidad», en Invencible abundan las preguntas: ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Debe morir tanta gente para que cierto orden mundial prevalezca? ¿Qué pasa con las víctimas colaterales? ¿Y si quiero renunciar a este poder para llevar una vida normal?

Matar al padre

Matar al padre es una figura metafórica que utilizaba Sigmund Freud para expresar el momento en el que las personas maduramos y dejamos a los padres apartados. En Invencible, esta premisa va más allá de la metáfora. Si ya viste la primera temporada, entenderás bien estas líneas. Si no lo has hecho, lo que debes saber, como se insinúa en el tráiler, es que la verdadera amenaza para la humanidad está en la casa de los Grayson.

Herederos de una cultura cristiana que obliga a respetar a los padres porque básicamente sus poderes provienen de Dios, el enfrentamiento consanguíneo ha sido inmortalizado en el cine occidental. Probablemente «Luke, yo soy tu padre» sea la frase más recordada en este contexto. Sin embargo, Kirkman, Ottley y Walker superan el momento entre Luke Skywalker y Darth Vader planteando un enfrentamiento que tiene como centro argumentativo la imperfección de la humanidad.

En conexión con lo anterior, Invencible está emparentada, aunque no de manera directa (al menos no en lo que va de segunda temporada), con Watchmen, la venerable obra de Alan Moore y Dave Gibbons que Zack Snyder intentó trasladar a HBO. Como se sabe, en este cómic se muestran las contradicciones de buscar un mundo mejor o de romper la ley para que siga existiendo cierto orden entre los humanos. Hay algo de Ozymandias en Nolan Grayson.

Claro, la posmodernidad, las guerras y la decepción por los ismos (capitalismo, socialismo…) —además de la propia creación de Moore y Gibbons— han impulsado a que las historias de superhéroes evolucionen hacia algo mucho más elaborado que el simple enfrentamiento entre un héroe y un villano. Así, analizar cuál es el sentido detrás de toda acción heroica expande el argumento.

Si la guerra en Vietnam dejó una herida imborrable en la sociedad estadounidense y fue el inicio de un nihilismo que arropó a la creatividad, en los últimos años el desarrollo tecnológico, la polarización social y política, las migraciones y el esfuerzo de Rusia, China y Corea del Norte por bombardear la civilidad occidental, ha impulsado a los guionistas a repensar los universos que se regían por ciertas reglas en las que el blanco y el negro eran distinguibles.

En Invencible, sin embargo, no es sencillo separar al héroe del villano. Esto sucede, además, en un mundo brillante y colorido. Aquí no hay trazos de esa tragedia o ambiente lúgubre que suele acompañar a las publicaciones existencialistas (Batman, Sin City). De esta manera, los creadores envían un claro mensaje al espectador: todo eso que te parece normal, como el trabajo bien pagado, las vacaciones en la playa con una piña colada y el café de Starbucks que te tomas en la mañana podrían desaparecer en un segundo solo porque alguien con un gran poder amaneció de mal humor. Un escenario terrorífico que hace tiempo dejó de pertenecer solo a la ficción.

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