My Daemon: el futuro es de los que nunca bajan los brazos
La serie animada es una perfecta mezcla de acción y reflexión. Oportuna para pensar en la relación entre los humanos y el medioambiente
Casualidad o no, My Daemon es todo lo bueno que The Creator no pudo ser. Es injusto comparar una serie con una película, claro está, pues no es lo mismo desarrollar una historia por episodios que contarla en dos horas. Sin embargo, en el fondo, el nuevo anime de Netflix sí que puede dejar muchas lecciones a Gareth Edwards. La principal: que puede existir originalidad usando ideas ya vistas.
Para quienes vieron Marco, esa historieta desgarradora de búsqueda materna que comienza en un pueblo italiano, sentirán cierto deja vu en My Daemon, solo que la premisa de esta última es mucho más existencialista. Así, el pequeño Kento Tachibana (en la voz de Miyuri Shimabukuro) está empecinado en devolverle la vida a su madre. La progenitora habita dentro de su daemon, llamado Anah (Cocoro Kikuchi). Los daemones son seres que nacieron después de una explosión nuclear que cambió la historia de Japón.
Algunos daemones tienen poderes especiales, otros son débiles y pueden morir de un pisotón. La humanidad les teme, por eso los caza sin remordimientos o los usa para beneficio propio, en la mayoría de los casos como armas de combate. Sin embargo, Kento es el único humano que parece haber desarrollado una verdadera amistad con estas criaturas. El vínculo con la que le acompaña es muy fuerte y se solidifica en la medida que deben superar muchas aventuras juntos.
Kento también posee una gran inteligencia que le ayuda a sobrevivir en los ambientes más peligrosos, aunque es su buen corazón el que le lleva a conseguir muchos cómplices en su viaje. La pregunta obvia es: ¿puede revivir a su madre? Para el protagonista, la respuesta es obvia. Y para ello se aferra a una leyenda: existe un daemon que tiene la capacidad de manipular el tiempo. Una vez que lo encuentre, iría al pasado y acomodaría todo para evitar el fatal suceso.
Una historia con ingenio y mucho corazón
Si la personalidad de Kento es encantadora -sin llegar a ser empalagosa-, no se quedan atrás las criaturas que le acompañan. Algunas le ayudan, otras le combaten. Cada daemon tiene su propia voz y personalidad. Resulta enternecedor cómo repiten una sola palabra, lo que les lleva a ser «bautizados» con ella. Según la entonación, los espectadores podemos comprender sus emociones. Además, las habilidades de estos seres son originales, de manera que depende de cada humano saber aprovecharlas.
La humanidad ha dejado que el cine trabaje sus miedos más primarios. A las pirañas, tiburones o simios, por ejemplo. Hay decenas de películas que lo han tratado. Ni hablar de los alienígenas. Sin embargo, lo que hace diferente a My Daemon en relación con otras premisas ya conocidas, es su cierre, acorde a la originalidad de la que hablamos arriba y a un arriesgado movimiento en el capítulo final. El equipo creativo que dirige Hirotaka Adachi, el mismo realizador de Summer Ghost y guionista de Exception y la muy recomendable Ultraman Rûbu, entrega un producto redondo sin dejarse llevar por las soluciones fáciles.
Por eso poníamos el ejemplo con The Creator. Porque al igual que en la película, en la serie el futuro está en manos de un infante. Y a ambas producciones les une el manoseado argumento de dos especies que parecen estar condenadas al conflicto. Lo que separa entonces a una obra ganadora de una perdedora es cómo se puede resolver esta disputa sin caer en el cliché. My Daemon lo consigue y de una manera que sorprende al espectador.
Visualmente es una obra preciosa, aunque no faltará quien se queje por el CGI, lo cual ya es regular. No obstante se debe tener en cuenta el contexto: es una producción para Netflix, no una creación de Hayao Miyazaki. De hecho, la animación está a cargo de Igloo Studio, estudio tailandés que ya se ha encargado de varios episodios de Love Death & Robots.
Con ciertas referencias a Pacific Rim, incluso a la serie animada Pokemon, My Daemon deja ciertas pinceladas filosóficas sobre el amor y la muerte. Si bien el punto fuerte es la acción, quien aguze bien sus sentidos encontrará preguntas sobre cómo los humanos tratamos a otros seres vivos. Muy bien lo dice Kento cuando asegura que a lo que más debemos temerle no es a humanos o daemones, sino a los «corazones oscuros», aquellos que se han dado por vencidos y no dejan un resquicio para la compasión. ¿Acaso no es eso lo que ha promovido los enfrentamientos más recientes en la historia de la humanidad?