Agustina Bazterrica: retorno a la distopía
La escritora argentina publica ‘Las indignas’ sobre un mundo postapocalíptico con monjas entregadas a la mutilación
La escritora argentina Agustina Bazterrica (Buenos Aires, 1974) es una especialista en distopías, que triunfó en varios idiomas con Cadáver exquisito (2017), una historia con la que ganó el Premio Clarín de Novela y que trata de un mundo en que se ha legalizado el comer carne humana. En español fue incluida en la colección Mapa de las lenguas y en inglés se hizo un hueco en el mercado del horror extremo al recordar a otras obras de culto del subgénero como Vacas (2012), de Stokoe, o Ser devorado (2021) de Sara Tantlinger.
Ahora, después de dos libros de cuentos y la novela Matar a la niña, Bazterrica vuelve a las distopías con Las indignas (2023): el mundo como lo conocemos ha desaparecido después del gran apagón, guerras por el agua y catástrofes ambientales, los días pasan de gélidos a sofocantes en cuestión de horas, apenas hay animales ni naturaleza y pocas personas han sobrevivido; en este presente desolador, varias mujeres viven confinadas en la Casa de la Hermandad Sagrada, sometidas a los designios de un culto religioso. Una de ellas cuenta esta historia, escrita a escondidas noche tras noche para que un día alguien sepa todo lo que pasa entre esas paredes: torturas, sacrificios y ceremonias terroríficas en nombre de la iluminación. Se encuentran bajo el mando estricto de la Hermana Superior, así que si creían haberlo visto todo sobre monjas sádicas en Benedetta (2021), de Paul Verhoeven, prepárense entonces para lo peor.
Nos conectamos con Agustina Bazterrica para charlar de su novedad. Cuando le pregunto por el origen de la novela mueve la cámara para mostrar un cuadro que tiene en la pared, entre los libros: «Es un cuadro que tiene tres postales de ángeles arcabuceros que es un tipo de arte cuzqueño que estudié en la facultad. La que está en el medio es de una iglesia al norte de Argentina, donde viajé con una amiga de la facultad, y las otras dos postales son de un monasterio en Cuzco, Perú, donde me invitaron en 2018 a la feria y visité ese monasterio, estaba ambientado como si las monjas siguieran viviendo ahí y era bastante siniestro, habían puesto maniquíes de monjas. Entonces salí de ahí diciendo que debía escribir algo sobre monjas. Pero a mi me lleva mucho tiempo pensar cómo voy a encarar cada tema, entonces necesitaba juntar piezas. Esa era una de las piezas, otra era mi experiencia personal en un colegio de monjas alemanas que fue bastante opresivo. Otra pieza fue que en 2020 leímos el Quijote de Cervantes y allí se habla de la Santa Hermandad y la cuarta fue un libro de Silvia Federici. Con esos cuatro rompecabezas se me ocurrió esta historia y empecé a escribir».
Mundos extremos
Cuando le comento a Bazterrica que las distopías empiezan a estar mal vistas lo primero que hace es asegurar que hay académicos que sí la tienen en consideración. Sobre el hecho de repetir o no una fórmula dice: «Yo no escribo pensando en géneros. Sin duda lo que me permite la distopía es imaginar mundos extremos. Tomar lo que sí ocurre hoy y llevarlo a un extremo absoluto. En Las indignas se torna al medievo con los asuntos que nos implican hoy como la contaminación y el mar lleno de plástico, todavía no tenemos guerras por el agua pero no sé si estamos tan alejados de eso. Luego hay el tema del patriarcado, hay países en que a las mujeres no se les permite votar o se las apedrean. La distopía me permite hablar del hoy pero creo que sí seguimos destruyendo la naturaleza como lo estamos haciendo lo que escribo puede llegar a pasar».
La protagonista del libro es una Indigna que vive recluida con la posibilidad de ascender a Iluminada; hay también Santas Menores y las Auras Plenas. «El libro dialoga permanentemente con la Iglesia católica, que también tiene sus divisiones. Hay monjas que van ascendiendo hasta cierto punto, aunque nunca vaya a llegar a Papa, pueden llegar a ser madres superioras. Las Iluminadas comen mejor que las Indignas, en teoría, pero ese es un mecanismo de control. De lo que habla el libro es sobre el control, sobre unas pocas personas controlando a un grupo, que es lo mismo que ya pasaba en Cadáver exquisito».
Sin fe no hay amparo, repiten las Indignas en el libro. «La frase la cree yo, pero bueno, creo que uno siempre que escribe reescribe cosas que leyó por ahí. Mi Biblia está toda marcada, son estos mantras que a mi me hacían repetir en el colegio. Ojo, claramente no creo en las religiones pero sí tengo una vida espiritual, sí medito, recito mantras, pero trato de salirme de la represión que yo viví de pequeña. Tiene que ver con las técnicas de control, cuando vos repetís un mantra constantemente cambias las mentalidades». A partir de ahí pone ejemplos de sectas que empleaban a las mujeres como objeto de cambio antes de despedirse, no sin antes reafirmar su posicionamiento feminista palpable en las dos distopías que ha escrito.