THE OBJECTIVE
MONKEY BUSINESS

Capítulo 14: Dron

THE OBJECTIVE publica en exclusiva y por entregas la nueva novela del escritor Álvaro del Castaño. Cada día, un nuevo capítulo de un thriller de acción electrizante que, a su vez, es un espejo que refleja la realidad que a menudo preferimos ignorar

Capítulo 14: Dron

Ilustración de Alejandra Svriz.

Ricardo enfilaba la rampa de acceso que conducía a la puerta de ‘La Besana’, la casa donde se alojaba Badía en secreto. Iba a realizar una de las visitas más incómodas de su vida, un encuentro que en cualquier otra circunstancia hubiera evitado como la peste.

No le había sido difícil dar con el fugitivo. Para contactar con él solo necesitó realizar una dolorosa pero sencilla llamada a Bárbara Cornualles, y explicar el motivo de la llamada sin rodeos. El resto lo desencadenó la relación histórica entre dos personas a las que les unía un pasado doloroso muy especial. La necesidad venció al rencor. 

A través del parabrisas del coche, Urruti vio a lo lejos cómo Bárbara le estaba esperando en el umbral de la puerta con impaciencia. Al verla, una desagradable sensación de tristeza y angustia invadió su cuerpo como un violento puñetazo que le pilló desprevenido. Esta visita iba a reabrir una herida tan profunda que unía su alma con su sistema nervioso central. La herida llevaba muchos años medio cerrada, pero nunca estuvo cicatrizada del todo. Regularmente supuraba desconsuelo. Una mezcla de melancolía y rabia se apoderó de él. Pero sabía que hoy tenía que anteponer los intereses de España a sus rencillas personales. Era un profesional, un soldado con una misión, y sabía cómo comportarse durante el encuentro. La procesión iba por dentro.

Bárbara estaba imponente y eso le dolió aún más. Radiaba belleza, serenidad y felicidad. Mantenía una sonrisa franca, encantadora y honesta, propia de una actriz de Hollywood, o más bien de una gurú del wellness. La luz cálida que irradiaba quemaba su alma. Hubiera preferido haberla visto decadente, vieja, fea y triste. Eso le hubiera dado la razón a él en su fuero interno. Si por algún casual estaba hoy nerviosa sabía disimularlo muy bien. Parecía verdaderamente feliz de volver a encontrarse con Urruti y eso le torturaba más. 

—Hola, cariño —se aventuró a decir Bárbara antes de que Ricardo pudiera articular palabra. Se acercó y le estrechó entre sus brazos como si nunca hubieran dejado de verse—. Qué alegría verte, estas guapísimo.

Ricardo pudo inspirar el olor corporal de Bárbara en el abrazo. La química le tiraba hacía ella, pero su cabeza y su corazón solo atendían a la razón.

—Hola, Bárbara, tú también estás muy guapa, estás igual que la última vez que nos vimos—. Al decir estas palabras se arrepintió inmediatamente. El cuerpo de Ricardo se contrajo como si un resorte de energía negativa invadiera su cerebro.

La última vez que se vieron fue un momento muy duro para ambos. Para Ricardo fue el más desagradable y triste de su vida. El golpe más trágico. Bárbara mantuvo su abrazo con verdadero mimo, ignorando elegantemente el comentario de su amigo. Ricardo estaba tenso.

—Qué sorpresa fue escuchar tu voz al teléfono el otro día, aunque no tardé ni un segundo en entender que tu llamada no era para mí, sino para Domingo. No voy a negar que eso me entristeció —dijo Bárbara guiñándole el ojo pícaramente.

Escuchar en la voz de Bárbara el nombre de pila de Badía, un nombre que nadie utilizaba nunca, fue como una pequeña puñalada en el corazón de Ricardo. Solo ella le llamaba así, pues era la única persona en el mundo que le profesaba verdadero afecto, y, en realidad, amor. Badía era un lobo solitario, y para todos los demás solo inspiraba respeto, recelo, miedo, asco o intriga.

—Así es, Bárbara, tengo que hablar con él, charlaremos un rato y me iré por donde he venido, no te preocupes.

Badía le esperaba en la terraza sentado en su silla preferida mirando hacia el jardín.

—Perdona que no me levante Urruti, pero aún me duele el impacto de bala cuando me muevo. Es simplemente un reflejo del dolor que he sufrido durante las últimas semanas.

Ricardo se sentó enfrente de él sin hacer amago de estrecharle la mano. Badía ni se inmutó.

—¿Y bien, cómo te tratan en Agartha? —preguntó el comandante al ver que Ricardo no arrancaba a hablar.

A Ricardo le estaba costando este reencuentro más de lo que pensaba, pero inmediatamente comenzó el discurso que tenía preparado y fue directo al grano. Lo último que quería hacer es tener que intercambiar estupideces convencionales con él.

—Badía, vengo a ofrecerte un trato. Sé que el régimen chavista ha intentado asesinarte. Sabemos que estás metido hasta la coronilla en el acuerdo tripartito. Sabemos de las relaciones comerciales petrolíferas entre Gibraltar y Venezuela, y estamos al tanto de tus contactos con la cúpula de la PDVSA y el Cartel de los Soles. Estamos trabajando con la CIA para recopilar datos específicos y pruebas que consigan ensamblar este enigma de pacto. Claramente, parece haber un oscuro e ilegal punto de unión entre estas partes, un extraño pegamento que une estas piezas, y yo estoy convencido de que tú has sido el artesano que ha conseguido armar esta pieza de artesanía diplomática de los bajos fondos. Y por eso ahora el capataz que ha orquestado todo esto te quiere eliminar. Cuéntame lo que sabes, y conseguiremos hacer que el maldito castillo de naipes se desmorone, y con eso eliminar la espada que pende sobre tu cuello.

No podía haber sido más conciso y directo en la explicación. Ricardo sabía que tenía que ser directo y aséptico. Además, él tampoco quería alargar la conversación. Él venía a lograr un acuerdo y luego irse. Badía no dejó transpirar ninguna emoción.

—Urruti, impresionante, tienes todas las piezas, aunque déjame que te diga que solamente te falta unirlas y darles sentido. Tus datos son absolutamente correctos. Te confirmo que conozco en detalle todos los aspectos de este acuerdo político. Te confirmo también que quieren asesinarme los mismos que me contrataron, sé demasiado. Por lo tanto, si yo decido hablar, mi información valdrá mi peso en oro, te aseguro que van a temblar los pilares del Estado. Pero te recuerdo que tú trabajas para una de las partes y no veo qué incentivo tiene Agartha en dilucidar este tema.

Urruti le explicó en detalle la ruptura entre la ministra y el presidente, el interés de los Estados Unidos, y el papel que Agartha estaba jugando en todo este tema.

—Organízame una reunión con la ministra en Madrid, garantízame protección y hablaré. Pese a las diferencias que nos alejan el uno del otro, Ricardo, sé que eres un hombre de palabra, y que, para este tema, puedo confiar en ti.

Ricardo se levantó y sin mediar palabra, y de nuevo evitando cualquier contacto físico, abandonó la terraza en dirección a su coche. Bárbara, que les observaba desde el salón, le vio alejarse tratando evitar a toda costa encontrarse con ella. Una solitaria lágrima le recorrió el rostro, dejando un surco de dolor en su alma. Y entonces comprendió que nunca más le volvería a ver y que él jamás la perdonaría.

Mientras Ricardo se alejaba de la casa conduciendo por la rampa de acceso en dirección a la puerta del jardín, pudo observar con sorpresa e interés cómo el nutrido equipo de seguridad que custodiaba la casa se movía con rapidez mirando al cielo. Se daban órdenes unos a otros en un marcado acento cubano, todos armados con unos extraordinarios neutralizadores de drones en sus manos. 

En paralelo, en su despacho de Inglaterra, Lilly Spider seguía con atención las imágenes que el dron del servicio secreto británico estaba captando en directo desde ‘La Besana’. El MI6 había conseguido localizar al prófugo. 

“C” estaba radiante. Tras el fracaso del asesinato de Badía en Gibraltar, había perdido toda esperanza de que pudieran volver a ubicarlo. Afortunadamente, gracias a las informaciones de los servicios secretos venezolanos que situaban a los miembros de Agartha en Bonaire, estaban vigilando a todos los miembros del equipo, conscientes de la posibilidad de que en algún momento hubiera un contacto entre la célula de inteligencia y el fugitivo. Tras días de seguimiento, obtuvieron su recompensa con la visita de Ricardo a una misteriosa y extremadamente bien protegida casa en Sotogrande.

Lilly estaba en teleconferencia con el primer ministro que quería conocer de primera mano el alcance de la operación.

—James, todas estas semanas alertando a los servicios secretos de todo el mundo de que buscábamos a este individuo y resulta que estaba escondido en Sotogrande, que es el patio trasero de Gibraltar. Casi se nos escapa delante de nuestras mismísimas narices.

—Bueno, Lilly, ahora tienes la oportunidad de arreglar la cagada de Gibraltar. Ya tienes localizado a Badía, ¿cuáles son los próximos pasos?

—Ahora tenemos que contener los daños. Además de Badía y de Ricardo, tenemos que asumir que toda la célula del servicio secreto que estuvo en Bonaire está al corriente de Monkey Business. Hay que eliminarlos a todos. El problema radica en cómo hacerlos desaparecer de manera que parezca un accidente o un atentado terrorista. Aniquilar a todos los componentes de una célula de inteligencia de esta categoría en suelo español va a ser una operación muy delicada que tenemos que coordinar bien con Madrid.

—Lilly, yo me ocupo de hablar con ellos y obtener luz verde. Tú encárgate del cómo y del cuándo.

La suerte de Agartha estaba echada. Tenían una diana letal marcada en la espalda.

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La historia narrada en la presente novela, junto con los nombres y personajes que aparecen en ella son ficticios, no teniendo intención ni finalidad de inferir identificación alguna con personas reales, vivas o fallecidas, ni con hechos acontecidos. Por lo tanto, tratándose de una obra de ficción, cualquier nombre, personaje, sitio, o hechos mencionados en la novela son producto de la imaginación del autor y no deben ser interpretados como reales. Cualquier similitud a situaciones, organizaciones, hechos, o personas vivas o muertas, pasadas, presentes o futuras es totalmente fruto de la coincidencia.

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