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Michael Connelly regresa con sus personajes más icónicos

El escritor de novela negra publica ‘El camino de la resurrección’, una nueva trama con Harry Bosch y Mickey Haller

Michael Connelly regresa con sus personajes más icónicos

Michael Connelly.

Michael Connelly es de esos escritores que deben parir páginas como quien corta pan. Tiene tal porrón de novelas como camisas horteras y gafas ovaladas de toda índole. Lleva años subido a la atracción de la novela negra con resultados prodigiosos. De sus dotes como cronista poco se puede decir malo, salvo que en vez de ganar el Pulitzer, sólo estuvo nominado. Pero en galardones como el Pulitzer una nominación es como haber ganado cualquier otro, porque gracias a eso Connelly fue cazado por Los Ángeles Times en los 80’s y allí se ocupó de la sección de sucesos. A ver, no hay que ser un tiburón de la deducción para intuir que si te enfrentas durante años a los crímenes que deben darse en una de las mayores ciudades de Estados Unidos, inevitablemente vas a acabar con material para sepultar una biblioteca pública. Eso, y para tener que pagar un psicólogo de por vida. Así que, a fin de ahorrarse el comecocos, entiendo que lo mejor para Connelly fue escribir. 

Aunque Connelly tardó nueve años en sacar a la luz su primera novela El eco negro, donde haría su primera aparición el personaje que nos acompaña en el relato que recién acaba de publicarse y ganar el Edgar Award for Best First Novel by the Mystery Writers of America motiva a un anémico vital. Después de ese primer touchdown, el padre de Harry Bosch y de El abogado del Lincoln, ha ido casi a una novela por año. Y es de ley recordarlo porque si algo caracteriza a la obra de Connelly es que el entramado de personajes salta de un tomo a otro como en un gran universo común. Eso, inconscientemente, hace que uno se enfrente a veces algunas de sus novelas con cierta desorientación, pues hay lagunas que deben ser aclaradas con anteriores relatos.

Precisamente lo que sucede -al menos a servidor le ha pasado- con El camino de la resurrección (ADN), donde Connelly vuelve a poner a los mandos de la narración a Mickey Haller, el abogado del Lincoln, y a su hermanastro, Harry Bosch. Haller, en su condición de salva patrias, de héroe que es héroe porque consigue lo imposible, acaba de sacar de la cárcel a un supuesto pandillero encarcelado injustamente y, como va de subidón, pues decide que le apetece defender a una mujer que está entre rejas por cepillarse a un agente del sheriff. A Bosh, que al principio le tuerce el morro la idea, acaba dejándose llevar y metiéndose en un torbellino de líos que tienen que ver con un complot -no hay destripe aquí que valga, porque en esto la trama es más clásica que un pincho de tortilla- por parte de las autoridades para enterrar el caso lo antes posible.

Carne de serie

Y, desde aquí, cualquier cosa que diga podrá ser usada en mi contra. Por eso, comentaré lo que los lectores de Connelly ya saben y que más me sorprende de su literatura. Es como leer un guion. No sé hasta qué punto Connelly escribe ya pensando en que sus novelas van a ser llevadas a la televisión, pero es que si fuese guionista, lo primero que adaptaría sería una novela de este hombre. Trabajo fácil y rápido. Son casi todo diálogos. Diálogos, encima, de escasa acotación. Entiendo que haya a quien esto le resulte escandalosamente atractivo, porque te permite hundirte en la historia lúbricamente. Ahora, es igual de comprensible, por este mismo hecho, que a alguien le apasionen las telenovelas, que con poca chicha y mucho fuego, mantienen en vilo a millones de espectadores. No sé si Connelly pone en práctica en alguna de sus obras (no he leído todas) algo que vaya en una línea más de estilo. Más Cormac McCarthy y menos Dick Wolf (creador de Ley y Orden). Pero, sin duda, su fórmula de novela negra, de asunto, como se dice, es ganadora hasta avivar la envidia.

El camino de la resurrección es una prueba más de la habilidad que ha labrado Connelly con los años para saltar de punto de vista en punto de vista (van cambiando a lo largo de la obra) e ir perfilando una trama de esencia cinematográfica, pero que alcanza a detenerse en detalles sólo accesible para el terreno literario. Te muerdes un poco la uñas con Bosh, te tiras de los pelos con Haller, dan ganas de aplaudir a Renée Ballard y te preguntas cuándo van a echar un polvo… perdón, hemos quedado en que nada de spoiler. El caso es que el lector que quedase cautivado con la anterior obra de Connelly, en esta entrega encontrará otro refugio como apuesta segura. Y el espectador que haya gozado las series, tanto de HBO como de Netflix, basadas en sus libros, pues digo yo que también le molará, porque la diferencia está sólo en el medio. El mensaje es el mismo. 

Sea como fuere, Michael Connelly lo ha vuelto a hacer y, en vista de lo que ha sembrado, se huele que el mundo tendrá aventuras suyas para rato…

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