Capítulo 24: Limpieza traumática
THE OBJECTIVE publica en exclusiva y por entregas la nueva novela del escritor Álvaro del Castaño. Cada día, un nuevo capítulo de un thriller de acción electrizante que, a su vez, es un espejo que refleja la realidad que a menudo preferimos ignorar
Gracia se acercó al cuerpo aún caliente de Miguel. Lo hizo con sigilo y mucho cuidado. Le tomó diligentemente el pulso. Lo hizo más por instinto y por su trastorno obsesivo-compulsivo de cerrar temas y asegurarse de que lo están, que por buscar confirmación real de su fallecimiento, pues estaba claro que no había sobrevivido al impacto de la bala. A continuación, se dispuso a buscar entre su ropa pistas o pruebas incriminatorias. Empezó por buscar los dispositivos móviles de los que podía disponer. En los bolsillos de su cazadora encontró su Iphone, seguramente el teléfono encriptado de la CIA que sería imposible de jaquear. Decidió guardar el teléfono en su bolso para entregárselo a la CIA en el momento adecuado, no quería líos con la agencia. Siguió buscando, porque por experiencia sabía que un agente doble siempre tiene otros canales de comunicación disponibles. Tras vaciar el contenido de los bolsillos, siguió buscando en la maleta de mano de Miguel. Tampoco encontró nada dentro, ni adosado, ni escondido. Se levantó del suelo y se dirigió al cuarto de baño. Buscó entre las repisas del baño, golpeó las baldosas en busca de lugares huecos donde poder esconder algo sin éxito. De repente observó el neceser de viaje de Miguel que reposaba al lado del lavabo. Lo levantó, registró y manipuló cuidadosamente hasta percatarse de que su fondo rígido podría servir de escondite. Consiguió abrir uno de los bordes del lado inferior y extraer de su interior otro pequeño y estrecho dispositivo móvil que funcionaba de soporte rígido del neceser. Era claramente un teléfono de prepago con el que Miguel mantenía sus conversaciones y comunicaciones fuera de los canales oficiales, probablemente con sus contactos clave. Desbloqueó el dispositivo utilizando el rostro sin vida de Miguel y comenzó a leer sus mensajes. Estuvo mucho tiempo concentrada, estudiando con detenimiento el contenido y asegurándose de que almacenaba en su ordenador personal toda la información a través de un inteligente puente digital, una aplicación especial de Agartha. Solo interrumpía regularmente su trabajo para mirar a su alrededor y escuchar atentamente por si se detectaba algún ruido. Mientras procedía a la copia electrónica del material y al mismo tiempo leía los textos y comunicaciones más significativos, se dio cuenta del gran valor que tenía la información que acababa de conseguir. Su sistema nervioso recibió descargas repentinas de adrenalina. “Dios mío, no me lo puedo creer”, dejó escapar en voz casi imperceptible.
Inmediatamente después guardó el segundo móvil y su ordenador con mucho cuidado. Era esencial que nadie, absolutamente nadie, tuviera acceso a esos dispositivos hasta que ella decidiera lo contrario. Tenía que analizar el alcance de la información y ver cómo hacerla pública de la manera más inteligente. A continuación, prosiguió con su búsqueda de otras pruebas, esta vez buscaba otra de las pertenencias de Miguel: la mochila que él había ido cargando todo el día, y que con tanto cuidado había manipulado. El extremado cuidado que había tenido con ella había activado en su cerebro una alerta de la que no fue consciente hasta que escuchó a Miguel realizar su último comentario, “ahora entiendo cómo te salvaste del atentado con coche bomba en Madrid. Esos ingleses del MI6 nunca fallan”. Cuando escuchó estas aparentemente palabras inocuas, de repente, todas las piezas alojadas en su subconsciente acabaron de encajar. Allí es cuando afloró su habilidad de juntar elementos en su cabeza derivado de su Desorden de Déficit de Atención Adulta (DDAA) del que había sido diagnosticada. Ella había aprendido a gestionar sus emociones y sus reacciones con precisión. El objetivo era evitar sufrir el temido síndrome de estrés postraumático. Pese a todo, en un trabajo donde cualquier error podía ser letal, los agentes como Gracia desarrollaban además algunos trastornos obsesivo-compulsivos, como lavarse incesantemente las manos o chequear repetida y obsesivamente si alguien te seguía o si las puertas estaban bien cerradas. Gracia era increíblemente energética y necesitaba estar en continua actividad física y mental. Por eso le encantaba su trabajo en el CNI donde constantemente la adjudicaban complejos proyectos nuevos, de esos de los que no sabes absolutamente nada antes de embarcarte en ellos, y que tienes que conocer en profundidad y en muy poco tiempo para lograr una solución relativamente rápida y pasar al siguiente caso. Este desorden psicológico, el DDAA, paradójicamente la convertía en una agente muy eficiente y dedicada, pues tenía la capacidad de absorber detalles en un radio de trescientos sesenta grados. Gracias a ese factor, Gracia había sido capaz de detectar durante este convulso día que algo fallaba con Miguel, y de ahí su repentino convencimiento que la obligó a pasar a la acción y tomar la decisión de ejecutar a Miguel. Las personas lineales, por el contrario, avanzan paso a paso. Sin embargo, la mente de Gracia era totalmente sintética. Era como un perro sabueso que capta cosas en el aire, como alguien que consigue asociar detalles que parecen totalmente inconexos. Gracia conseguía ver patrones repetitivos que otros no consiguen ver. Podía captar elementos inusuales y juntarlos en una increíble conclusión o descubrimiento que otros ni podían intuir. También le caracterizaba su capacidad para separar sus emociones. Pese a ser ella una persona increíblemente ética y honesta en la vida real, cuando trabajaba encubierta como agente tenía que mentir, robar, engañar e incluso matar sin arrepentimiento. Esa capacidad la mantenía mentalmente sana. Al final conseguía sobrevivir a este choque emocional por su sentido del deber, del patriotismo y del trabajo bien hecho. Este esfuerzo extenuante, si era demasiado sostenido en el tiempo, podía conducirle a caer en un cansancio extremo, e incluso en la depresión. Era una yonki de la acción, que enseguida se aburría de una labor y pasaba a otra incansablemente.
Gracia buscó la mochila de Miguel por todos los rincones de la habitación, hasta que finalmente la localizó escondida dentro de la caja de seguridad del armario, cerrada con llave. La extrajo muy despacio y la colocó sobre la cama. La abrió tirando de la cremallera con muchísimo mimo, como si quisiera evitar que se rompiese algo en su interior. Intuía que dentro había algo muy delicado. Al abrirla le esperaba otra extraordinaria sorpresa. En su interior había un artefacto explosivo, lo que confirmaba sus peores sospechas. Pero lo que más le llamó la atención fue que el detonador consistía en un teléfono móvil. Una simple llamada al móvil y el artefacto explosivo explotaría. Así que lo desconectó inmediatamente para evitar cualquier peligro cortando los cables que salían de su lateral derecho y que conectaban con el explosivo envuelto en una bolsa de plástico. Pero lo que más extraordinario era que la mochila parecía una copia exacta de las utilizadas en el 11M en Madrid. Entendió inmediatamente que Miguel tenía planeado realizar esa llamada al teléfono-temporizador tras abandonar el hotel esa misma noche, y que, de nuevo, todas las pistas sobre esa explosión apuntarían a un atentado yihadista con origen similar a las células del 11M. El artefacto tenía suficiente carga explosiva para haber destrozado la suite entera, provocando el colapso del piso superior. Si no hubieran muerto por la explosión, lo hubieran hecho por el derrumbamiento. Badía y ella hubieran fallecido al instante. Los medios recogerían la noticia como un atentado islamista contra el turismo occidental en Ceuta donde habrían fallecido una joven casada con una norteamericano y su padre.
Inmediatamente, Gracia llamó por teléfono a Ruiz Ahmed y le pidió en código que acudiera al parador enseguida, pero con la máxima discreción. Él entendió que algo grave había ocurrido y apareció a los quince minutos exactos frente a la habitación. Llamó a la puerta y Gracia le dejó entrar con rapidez.
—¿Dios mío, Gracia, qué ha ocurrido? ¿Estás bien? ¿Habéis sufrido un atentado con francotirador? —es lo primero que se le ocurrió a Ruiz cuando vio que el cadáver de Miguel yacía sangrando sobre el suelo.
—No, Ruiz, he sido yo la que ha matado a Miguel antes de que estallara una bomba en mi habitación y nos volara a todos por los aires.
—No entiendo, Gracia, eso no tiene sentido.
—Acércate y verás el artefacto que Miguel escondía dentro de su mochila, que además —flipa con esto—, es un sistema exacto al que utilizaron los terroristas del 11M. Como puedes imaginarte, ‘otro oportuno atentado yihadista’ iba a ocurrir hoy aquí.
Ruiz observó la mochila mientras meneaba la cabeza con incredulidad.
—¿O sea, que lo que me estás intentando decir es que Miguel, nuestro enlace con la CIA, era un agente doble que quería terminar el trabajo sucio que otros no pudieron acabar? ¿Pero agente doble de que países, Cuba y EE.UU. o del MI6?
–Ruiz, recuerda que Miguel era cubano de nacimiento, oficial y oportunamente huérfano, era claramente un producto de exportación del régimen cubano con la idea de infiltrarle en la CIA. Una vez dentro de la agencia actuaría con diligencia como agente norteamericano hasta que la ocasión lo requiriese y fuese reactivado para el servicio del régimen. Era un agente durmiente. Vamos, algo como yo pero mucho más valioso.
—Entiendo, Cuba controla los servicios de seguridad de Venezuela y participa en el Cartel de los Soles. El régimen de Maduro ha puesto toda la seguridad del Estado en sus manos. Miguel recibió órdenes de Cuba de acabar con vosotros, pues los servicios secretos venezolanos habían fracasado —Ruiz miró a su alrededor y vio el cuerpo desnudo de Miguel, la ropa tirada en la terraza y a Gracia vestida con la bata del hotel—. ¿Lo que no entiendo Gracia es cómo te tiras a un agente doble y luego lo matas antes de que te plante una bomba? —Ruiz dijo esto con tono jocoso, algo machista, aunque arrepintiéndose inmediatamente de haberlo hecho. Gracia no prestó atención al comentario.
—Miguel tuvo dos enormes fallos hoy. Uno fue prestar demasiada atención a su mochila durante todo el día, algo que nadie hace de manera natural, a menos que contenga algo verdaderamente delicado. Yo no fui consciente de que había tomado una nota mental de este comportamiento hasta que Miguel se delató con un comentario. Ese comentario fue su segundo error. Cuando fue al baño me gritó en broma, sin darse cuenta de lo que estaba revelando, que “ya entendía cómo no había fallecido en el coche bomba preparado por el MI6”. Y como sabes, absolutamente nadie ha hablado nunca sobre esa autoría del atentado. Él lo dijo con tal convicción y seguridad, que al escucharlo me afloró a la mente el recuerdo del tema de la mochila, y lo asocié a su origen cubano y su entrada en la CIA. ¿Qué hacía un agente de la CIA mimando su mochila como si fuera un niño pequeño? En ese momento me di cuenta de que era una trampa, de que él no era trigo limpio, y decidí eliminarle antes de que él hiciera lo mismo conmigo. Ha sido una acción fruto del instinto de supervivencia, Ruiz.
—Joder, menos mal que te has anticipado, todo cuadra cuando lo explicas así. Espero que además tengas pruebas que incriminen a Miguel, más allá de las que comentas, porque la CIA va a pedirlas. Pero dejo eso en tus manos. Lamento que hayas tenido que pasar este mal trago después de… bueno, de pasar la noche con él. ¿No?
Gracia asintió con la cabeza lentamente respondiendo con ese gesto a ambas preguntas, y, al mismo tiempo, expresando cierta vulnerabilidad y ternura por la difícil situación que estaba pasando sentimentalmente. Aunque Paco no fuera Ricardo, el hecho de que fueran tan amigos creaba un vínculo paralelo entre ellos dos.
—Ahora tenemos que gestionar el tema del cadáver, realizar una operación de limpieza traumática, y después reportar el accidente a la CIA y, por supuesto, entregarles el cuerpo del ‘agente caído en acto de servicio’ para que lo saquen de España. En todo caso, tenemos que salir de la habitación para que entren mis servicios de limpieza sin que te vean. Ellos nunca preguntan, pero es mejor no arriesgarse. ¿Por cierto, y Badía?
—Badía duerme, no se ha enterado de nada y no he querido meterle en este asunto, prefería hablar contigo primero. En todo caso, Ruiz —dijo Gracia haciendo una pausa mientras encendía el grifo de la ducha para disimular su conversación y acercaba su boca al oído de su compañero—, escúchame, Ruiz, confía en mí —insistió agarrándole con la mano derecha su cara para centrar sus ojos en los suyos—. Es imperativo que Badía esté a partir de ahora al margen de todo esto. ¿Me entiendes? Él no puede saber nada de lo de Miguel. Le diremos que hemos tenido que salir todos pitando porque has recibido información de que nos habían localizado y que Miguel ha vuelto a Estados Unidos. No puedo ahora decirte nada más. ¡Pero no me fío un pelo de él!
Ruiz pareció comprender inmediatamente el mensaje de discreción absoluta que Gracia le había lanzado.
—En todo caso, Gracia, dudo que este tipo no se haya enterado. El viejo de Badía siempre está donde tiene que estar, sabe lo que hay que saber y hace lo que tiene que hacer en su propio beneficio. Él ha vivido y sobrevivido toda la vida gracias a tener más y mejor información que nadie. Estoy seguro de que él ya ha tomado nota del asunto, y lo sacará a relucir en el momento más oportuno, justo cuando necesite una ventaja competitiva o tenga que intercambiar una información por algo más valioso en su favor. En todo caso, a partir de ahora le mantendremos totalmente al margen de nuestros próximos pasos, pero nos acompañará a todas partes, primero porque con nosotros está seguro, y segundo porque siempre le queda la escapatoria de entrar en el programa de protección de testigos de la CIA si todo sale mal y nosotros desaparecemos.
Gracia asintió pensativa, dando la sensación de que estaba analizando algo más que no había compartido con Ruiz.
—Ahora os vais los dos a mi casa, y os quedaréis allí. Y te anuncio, por cierto, que mañana salimos para París. Ya he urdido un plan, que si sale bien nos proporcionará el material para obtener las pruebas que necesitamos para incriminar a todos los corruptos. Es un plan ambicioso, complejo, y que llevo años preparando con muchísimo cuidado. Lo estaba reservando para otra ocasión realmente extraordinaria, por ejemplo, en el caso remoto de invasión de territorio español por el ejército marroquí. Porque con este plan se puede detener cualquier acción perpetrada por los marroquíes. Con esto podemos chantajear a la élite alauí. Pero creo que la ocasión en la que nos encontramos bien merece quemar ese precioso cartucho. Era ‘mi bala de oro’ de inteligencia.
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La historia narrada en la presente novela, junto con los nombres y personajes que aparecen en ella son ficticios, no teniendo intención ni finalidad de inferir identificación alguna con personas reales, vivas o fallecidas, ni con hechos acontecidos. Por lo tanto, tratándose de una obra de ficción, cualquier nombre, personaje, sitio, o hechos mencionados en la novela son producto de la imaginación del autor y no deben ser interpretados como reales. Cualquier similitud a situaciones, organizaciones, hechos, o personas vivas o muertas, pasadas, presentes o futuras es totalmente fruto de la coincidencia.