'Maestras' reivindica la historia feminista del arte
El Museo Thyssen-Bornemisza reúne un centenar de obras de 70 artistas hasta el 4 de febrero de 2024
Parece mentira que aún haya muchas artistas con un talento desbordante a las que no conocemos. Muchas de ellas fueron afamadas pintoras, asistieron a academias de arte o pertenecieron a sociedades de artistas. Fueron viajeras, cosmopolitas, escribieron. Sin embargo, también sufrieron el sistema patriarcal y el borrado por parte de la Historia del Arte. Los estudios que se están realizando en los últimos años están desempolvando a generaciones de artistas que bien merecen estar en las exposiciones permanentes de los mejores museos del mundo.
Maestras, la exposición que podemos ver en el Museo Thyssen-Bornemisza hasta el 4 de febrero de 2024, es un ejemplo de ello y reúne un centenar de obras de 70 artistas como Artemisia Gentileschi, Lavinia Fontana, Berthe Morrisot, Fede Galizia, Rachel Ruysch o Angelica Kauffmann. «En esta exposición se habla de la otra mitad de la historia del arte en positivo», afirma Rocío de la Villa, comisaria de Maestras.
Las paredes se han teñido de morado para la ocasión y la luz tenue que envuelve las salas crea una atmósfera perfecta para que la primera sala de la exposición impacte al visitante. Ahí se congregan tres grandes figuras como Fede Galizia, Artemisia Gentileschi y Lavinia Fontana con sus aproximaciones al episodio en el que Judith decapita a Holofernes. Son tres pinturas extraordinarios que transmiten una gran crudeza. Sin embargo, el foco no está precisamente ahí. «Es un comienzo impresionante y sé que nos fijamos en esas cabezas decapitadas aunque realmente lo importante es la relación entre las protagonistas de las pintura, como Judith y su sirvienta Abra», comenta Rocío de la Villa. Además, añade, «es la primera generación de artistas que se da cuenta de la importancia de tentar el poder del discurso».
En esta sección la comisaria no buscaba las obras más sangrientas de las artistas porque «parecería que hablamos de venganza y quiero hablar de sororidad», asegura. La pintura heroica de Artemisia Gentileschi, Fede Galizia y Lavinia Fontana demuestra que destacan en géneros pictóricos como la pintura de historia, bíblica o mitológica.
La sororidad es la tesis principal que sustenta esta exposición que recorre la historia del arte desde el siglo XVI hasta el siglo XX. Dividida en ocho secciones temáticas, Maestras es una muestra enciclopédica que narra el camino de las mujeres hacia su emancipación y pone de manifiesto la relación que mantuvieron con mecenas y galeristas con las que compartieron valores y condiciones socioculturales y teóricas favorables pese al sistema patriarcal.
A pesar de que algunas de las artistas que se reúnen en la muestra contaron con un gran reconocimiento y fueron el sustento principal de sus familias, «la historia del arte no solo las han ninguneado y ocultado sino que las ha incluso infantilizado. Según los historiadores pintaban lo que podían pintar, en ocasiones haciendo ver que tan solo eran ocurrencias. Sin embargo, en sus obras hay una intencionalidad, tienen claro lo que hacen y por qué», recuerda Rocío de la Villa.
Escenas y momentos
Rocío de la Villa creyó necesario romper con la estructura cronológica y apostar por contar “una historia por conceptos, resaltando momentos y escenas muy concretas”, de modo que existe una correlación entre épocas, lugares, géneros artísticos e históricos. Sororidad I. La causa delle donne, reúne pinturas que representan figuras mitológicas, heroínas bíblicas y personajes como Judit, Yael, Susana y Porcia con pinturas de Lavinia Fontana, Fede Galizia, Elisabetta Sirani o Artemisia Gentileschi.
Le sigue Botánicas, conocedoras de maravillas, una sección compuesta de bodegones y naturalezas muertas que invitan a ser tocadas e incluso olidas. El bodegón, que a menudo era considerado un género menor, cambia el predominio de la vanitas por la curiosidad científica. Artistas como Clara Peeters, conocida por el gran detallismo de sus pinturas, o Rachel Ruysch, cuyo padre respaldó su talento y de la que vemos un bodegón nocturno repleto de uvas y animales, protagonizan esta sección. «Ruysch tenía fama europea y era muy cotizada. Su padre era artista y anatomista. Tenía tres hijas, una monja y las otras dos pintoras, Anna y Rachel, a las que envió a estudiar con Willen van Aelst, un pintor en la línea de refinamiento y perfección de Clara Peeters. Las dos hermanas aprendieron a disecar flores y en sus pinturas aparecen plantas de las diferentes épocas del año» recuerda la comisaria.
La exposición ha escogido lugares y momentos que fueron favorables para las artistas, periodos en los que «hubo una cierta feminización de la cultura». En este sentido, «podemos constatar la complicidad entre artistas, galeristas y mecenas». Así, en el siglo XVIII, entre el neoclasicismo y el romanticismo, las mujeres empiezan su despertar como ciudadanas en la historia feminista. En este contexto en el que era habitual ser retratado, pintoras como Élisabeth Vigée-Le Brun, Angelica Kauffan, Marie-Anne Collot o Anne Seymour Damer, muchas de ellas ilustradas y académicas, demuestran su complicidad representando a mujeres cultas que a menudo son sus amigas.
En el periodo colonial las mujeres realizaron viajes en los que conocieron culturas no occidentales y pudieron acercarse a ellas de una manera que sus homólogos hombres no supieron. «Las mujeres se meten en el estilo orientalista y frente a la sexualización y erotización habitual de las obras de artistas varones, ellas representan a las mujeres de otras culturas con más respeto y dignidad», asegura Rocío de la Villa. Destaca una vista pastoral de Rosa Bonheur, Elena Brockmann con El patio de un parador o Alejandrina Gessler con Fiesta del natalicio en Marruecos.
Innovadoras
Las mujeres que componen esta exposición «son innovadoras» y consiguen retratar con gran sensibilidad y acierto temas como el mundo del trabajo o la maternidad. Cuando en el siglo XIX surge la idea de las mujeres como «ángel del hogar», una táctica para frenar su emancipación, artistas como Mary Cassatt o Tamara de Lempicka supieron crear nuevas iconografías con las que transmitir la ternura que desprende un bebé. Otras, como Suzanne Valadon, Helene Schjerfbeck, Anna Ancher o María Luisa Puiggener, supieron retratar la otra cara de la maternidad: las cargas domésticas o la dureza anímica.
La exposición también se adentra en el mundo del trabajo con una excepcional pintura como Las planchadoras de Eloísa Garnelo o con escenas de su papel como amas de casa como es el caso de Lluïsa Vidal, de las cuidadoras de enfermos como Henriette Browne u otras en las que ejercen trabajos como pescadoras o como consumidoras. Por supuesto, hay espacio para la amistad, la complicidad y la confianza entre mujeres con escenas de artistas como Berthe Morisot, Marie Bracquemond, Louise Breslau y Cecilia Beaux.
Poco a poco, la muestra llega hasta el siglo XX cuando surgen los museos de arte moderno, las editoriales publican libros sobre arte y hay un gran crecimiento de los estudios artísticos. En este momento, como criticaron Griselda Pollock y Rozsika Parker, «las artistas son completamente sepultadas. No es coincidencia que esa fuera la época de la emancipación de las mujeres como ciudadanas y cuando, por fin, acceden a la educación». No obstante, ellas tejen redes y muestran su sororidad con nuevos lenguajes pictóricos. En este sentido, Maestras es una exposición «feminista y un correctivo sin paliativos a los prejuicios derivados del patriarcado», asegura Rocío de la Villa.
Maestras continúa con las miradas modernas de Sonia Delaunay y Alice Bailly que proponen a través de la pintura-tejido-moda una nueva concepción del arte y su inserción en la vida cotidiana o las escenas populares de Maruja Mallo que reflejan la alegría de las ciudadanas tras la conquista del espacio público. En definitiva, Maestras evidencia como todas estas artistas abordaron cuestiones candentes en su época, tomaron posición y aportaron nuevas iconografías y miradas alternativas.