¡Una calle para David Bowie!
París es la primera calle que una metrópoli occidental dedica a uno de los músicos más influyentes del siglo XX
David Bowie ya tiene una calle con su nombre en París. En el octavo aniversario de su fallecimiento, la capital francesa ha querido dedicar al cantante británico una pequeña vía urbana del 13ème arrondissement, cercana a la estación de Austerliz. «Larga vida al rock, larga vida a Bowie y larga vida a París», proclamó el concejal del distrito Jérôme Coumet, al descubrir la placa.
Fan declarado del autor de Space Oddity, el edil municipal puso en marcha el proyecto de rebautizar la travesía DZ/13 a principios de 2020 y obtuvo el permiso definitivo del ayuntamiento ese mismo año. El pasaje tiene unos 50 metros de largo y conduce directamente al Sena donde, a decir de Jerome Soligny, biógrafo no oficial, el pionero del glam rock pidió en matrimonio a la top model Iman durante un paseo en bateau-mouche por el río.
Esta es la primera calle que una metrópoli occidental dedica a uno de los músicos más influyentes del siglo XX y resulta cuanto menos paradójico que París se haya adelantado a ciudades como Londres (donde nació), Berlín (donde grabó en los 70 su famosa trilogía berlinesa) o Nueva York, donde residió sus últimos veinte años. Por otro lado, tiene todo el sentido que la capital mundial del fashionismo honre a su manera al hombre que introdujo la androginia, el glamour y la sofisticación en la música pop. Como siempre, los franceses tienden a hacer suyos mitos culturales –véase Picasso o Buñuel– con la menor excusa.
Conocí a David Bowie en agosto de 1995 en Londres. Era el verano más tórrido que había conocido la City en bastante tiempo y las praderas del Hyde Park estaban amarillas. No hay testimonio gráfico de aquel encuentro, pero sí una entrevista disponible en las hemerotecas. Si nos hubiéramos hecho una foto juntos –recuerden: el primer teléfono móvil con cámara integrada llegó en 1999–, aparecerían dos tipos pálidos y flacos, con el pelo corto y la misma camiseta de rayas horizontales negras y grises. Casualidades del outfit.
En aquella ocasión, hablamos de su inminente disco conceptual (Outside: The Nathan Adler Diaries), de la nueva camada del pop-art británico impulsada por el galerista Charles Saatchi –que luego alcanzaría la gloria en la exposición Sensation (1997) de la Royal Academy– y de su vida con Imán en Manhattan, donde residían sin llamar la atención en un apartamento de Central Park South.
Un par de años después, la pareja se trasladaría a un ático en el 285 de Lafayette Street, en pleno Soho, donde David hacía sus compras en el ultramarinos Dean & Delucca y grabó sus últimos discos en un pequeño estudio del barrio llamado Magic Shop, en Crosby Street. Como el camaleón que siempre fue, el cantante lograba disfrutar de su ciudad adoptiva sin llamar la atención –¿quién le iba a reconocer en sus paseos matutinos por Chinatown?– y hasta llegó a conceder una entrevista al New York Times declarándose neoyorquino acérrimo. ¡Ya está tardando Eric Adams en dedicarla aunque sea un modesto callejón al lado de Olive’s, el café de Prince Street al que acudía regularmente para comprar su sándwich favorito!
Si París le ha ganado la partida del reconocimiento en el callejero a Nueva York, Londres y Berlín, no es menos cierto que estas dos últimas ciudades se han preocupado de marcar debidamente con placas los lugares históricos en la vida del creador de Ziggy Stardust: eso que los anglosajones llaman landmarks y que yo, como admirador confeso del artista, me he preocupado en visitar durante mis últimas escapadas a ambas capitales.
En Londres, todo fan fatal debe hacerse una foto frente al mural que el artista urbano australiano James Cochran ha pintado junto a los almacenes Morley’s, cerca del metro de Brixton, el barrio en el que nuestro ídolo vino al mundo bajo el nombre de David Jones. También hay que dar una vuelta por Heddon Street, donde se tomó en 1972 la imagen de la portada de Ziggy; así como acudir a los Trident Studios en St Anne’s Court, en los cuales grabó sus elepés icónicos del periodo glam, bajo la producción de Tony Visconti.
En cuanto a la capital germana, es obligatorio pasarse por el París Bar en Kant Strasse 152 (Charlottenburg), un café-bistró con tradición artística que Bowie e Iggy Pop solían frecuentar para imbuirse del espíritu bohemio berlinés durante los años (1976-1978) en que se refugiaron en esta ciudad para intentar curarse de sus respectivas adicciones. También es imperativa la visita –debidamente concertada, ¡esto es Alemania!– a los Hansa Studios, en la parte alta de Kreuzberg (Köthener Strasse 38), en los que se grabaron discos tan decisivos como Low, Heroes o Lodger: un estudio que luego frecuentarían U2, Nick Cave o Depeche Mode buscando la misma magia. Y, por último, dar una vuelta por Hauptstrasse 155 en Schöneberg, donde Bowie y Pop compartieron apartamento durante aquellos años de exilio voluntario.
Hay una petición formal de los vecinos de Schöneberg para cambiar el nombre de la calle por Bowie Strasse, pero dudo que el alcalde demo-cristiano Kai Peter Wegner vaya a prestarle demasiada atención. Para calmar a los fans, el consistorio berlinés ha instalado la correspondiente placa en la fachada, que informa del ilustre habitante que tuvo el edificio y nos recuerda aquella famosa estrofa: «We can be heroes just for one day».
Cuenta la leyenda que Bowie halló inspiración para su himno Heroes al contemplar, desde la ventana de los estudios Hansa, a una pareja de jóvenes alemanes besándose junto al cercano muro. Eran los tiempos de la guerra fría y un empalizada de 120 kilómetros dividía la ciudad desde 1961: «Puedo recordar / De pie, junto al muro / Las armas disparaban por encima de nuestras cabezas / Nos besamos como si nada pudiera caer / Y la vergüenza estaba del otro lado», rezaba la letra. Ahora la exposición El Muro de Berlín: un mundo dividido nos recuerda, en la Fundación Canal de Madrid, aquella ignominia que duró 38 años. Pero nos estamos desviando…
En cuanto a nuestra ciudad, ¿qué pasaría si alguien solicitase rebautizar un vía pública con el nombre de Bowie? Existen los precedentes de la calle de Rosendo Mercado en Carabanchel, la de Enrique Urquijo en Vicálvaro y la Plazuela de Antonio Vega en Malasaña; por no hablar de las calles de Scorpions y de AC/DC en el vecino municipio de Leganés. En Marbella (Málaga), también tienen una dedicada al grupo australiano, ¡que hace esquina con otra consagrada a los Rolling Stones! Y no podemos olvidar tampoco la Placeta de Joe Strummer en Granada –donde residió ocasionalmente el líder de The Clash–, ni la calle de Héroes del Silencio en Zaragoza ni la de Joaquín Sabina en Conil de la Frontera (Cádiz). Así que, ¿por qué no una calle de Bowie en Chueca –donde no le faltan los fans– o en el distrito de Salamanca por aquello del fashionismo?
Para ir construyendo el dossier, el músico actuó dos veces en la Villa y Corte, en 1987 (Glass Spider Tour, Estadio Vicente Calderón) y en 1990 (Sound + Vision Tour, Rockódromo), sin olvidar aquel mini-concierto privado matutino en la Sala Jácara para presentar uno de los peores discos de su carrera, Never Let me Down (1987), en el le acompañaba a la guitarra el legendario Peter Frampton y al cual tuve el privilegio de asistir.
Precisamente en el distrito de Salamanca, se me ocurre un pasaje peatonal situado entre El Corte Inglés y el Hotel Rosewood Villamagna, donde llegó a alojarse nuestra estrella, que vendría que ni pintado. A ver si en la Junta del Distrito se animan…