Coco Chanel, una revolución en la moda
Blume reedita el ‘Pequeño libro de Chanel’, una monografía básica para conocer a la mítica diseñadora
En su Pequeño libro de Chanel, Emma Baxter Wright nos desvela las claves fundamentales del personaje, una mujer compleja y contradictoria, que sin embargo, desarrolló un estilo que parece un destilado de sencillez.
Coco Chanel comprendió a la perfección el moderno desafío del universo femenino. El mundo, como se advierte en el texto de Wright, no tardó en contagiarse del ansia de novedad que planteó desde su boutique parisina. En un abrir y cerrar de ojos, los diseños de Chanel se convirtieron en el sello distintivo de la mujer elegante, pero al mismo tiempo vital, innovadora e independiente.
El triunfo del estilo
Estamos en 1959, cuando la diseñadora trataba de responder a un periodista esa misma pregunta que ella se había planteado tantas veces. «Una definición de elegancia… Dios mío, haces preguntas muy difíciles». Coco se esforzó en buscar las palabras adecuadas. De pie, frente a la cámara, con un cigarrillo encendido en la mano izquierda, miró con detenimiento a su entrevistador. «¿Qué es la elegancia? Muchas cosas, en fin. Implica muchas cosas… Bueno, te puedo decir algo que repito todo el tiempo».
Sus inflexiones de voz eran suaves, pero movía el cuerpo como si la presencia de un equipo televisivo en su salón fuera lo más incómodo del mundo. «Para mí es un hecho, pero quizás no todo el mundo lo entienda. Encuentro que las mujeres siempre están demasiado vestidas y nunca son lo suficientemente elegantes».
Quizá el público de 1959 no comprendiera estas palabras de la diseñadora, pero hoy sabemos que resumen el concepto que ella tenía de la moda: comodidad, ligereza, sencillez y una línea precisa. Todo lo contrario de un vestuario recargado.
Hay otros detalles de interés en este reportaje de la televisión francesa. Las imágenes en blanco y negro nos muestran los rincones emblemáticos del número 31 de la Rue Cambon: la escalera de espejos, la boutique, el gran salón y el apartamento de la segunda planta. Un escenario propio del siglo XVIII desde el que Chanel gobernó su imperio parisino. Acostumbrada a la soledad, la diseñadora dormía en una suite privada del Hotel Ritz, situado al otro lado de la calle. Precisamente allí fue donde encontró la muerte, en 1971, a los 87 años.
Nacida como Gabrielle Chanel, conoció la pobreza y la desesperanza. Vino al mundo en 1883, en el hospicio de Saumur dirigido por las Hermanas de la Providencia. A los 12 años, tras morir su madre, ingresó en un orfanato donde permaneció hasta alcanzar la mayoría de edad. Allí aprendió a bordar y a coser, una habilidad a la que sacó partido diseñando sombreros. Se ganó la vida como cantante en los típicos cafés-concierto de la Belle Époque. Sus primeros mecenas fueron también sus amantes y admiradores. En 1909, conoció al hombre de su vida, el inglés Arthur Capel, que acabó casándose con otra mujer. Coco vivió sucesivos romances con personajes cultos y bien situados, pero al final acabó aislándose en su torre de marfil.
Escalando posiciones en la alta sociedad, abrió su primera tienda en París gracias a Capel, justo antes de que empezara la Primera Guerra Mundial. Perfeccionó un estilo deportivo, eliminando el exceso de aditamentos y aprovechando tejidos humildes. Como ella misma dijo: «Confecciono ropa con la que las mujeres pueden vivir, respirar y sentirse cómodas».
El mundo según Chanel
Ya en los años veinte, se hizo famosa gracias a un diseño sensacional, el «pequeño vestido negro», una de sus creaciones más populares. Esta prenda, tan sobria como elegante, fue el pasaporte de muchas mujeres hacia la modernidad. «He dicho que el negro lo tiene todo ‒explicó‒. Y también el blanco. Su belleza es absoluta. Representan la perfecta armonía».
Cuentan que Paul Poiret, un modisto francés que decoraba sus vestidos con borlas y estolas de zorro, detuvo a Coco en plena calle. Mirando de reojo el vestido negro que ella lucía, le preguntó: «¿Por quién guarda usted luto, mademoiselle?». Coco fulminó a su rival: «Por usted, monsieur».
Nunca dejó de reinventarse. En 1921, con la ayuda de Ernest Beaux, creó el perfume Chanel No. 5. Por el salón de modas de Coco pasaron Picasso, Stravinsky, Diaghilev, Jean Cocteau y muchas otras celebridades.
En busca de las amistades más influyentes, mostró una ambición casi amoral y una egolatría sin límites, lo cual explica su acercamiento a los nazis durante la ocupación alemana. Una vez terminada la guerra, acaso gracias a Winston Churchill, logró escapar del comité de depuración. Un largo exilio en Suiza precedió a su retorno en 1954. Fue entonces cuando triunfó de nuevo con otra combinación perfecta: el traje de tweed, los zapatos bicolores y el bolso acolchado con cadena dorada.
«Ya más allá de la tumba —escribe Axel Madsen, otro biógrafo de Chanel—, basta su nombre para definir un par de zapatos, un sombrero, un libro de bolsillo, un traje chaqueta, un perfume. Basta su nombre para conferir prestigio, calidad, buen gusto e indudable estilo. Es un signo de excelencia, de sensibilidad plena en mujeres que quieren estar a la moda sin llamar la atención».