Winston Churchill

Elogio de la duda y de los cobardes

Elogio de la duda y de los cobardes

Vivimos rodeados de hombres fuertes, providenciales, prestos a actuar “sin complejos” en nuestro nombre, a mancharse las manos por nosotros para dejarnos la conciencia tranquila, esa que nos impide hablar de los inmigrantes como “carne humana” (Salvini dixit) y de proclamar la verdad indiscutible de que “no pueden entrar los millones de africanos” que están a las puertas, “aunque sea políticamente incorrecto decirlo”. Esa es la autojustificación de los que defienden o votan a un Orban o a un Le Pen. O de los que parece que están invocando que aparezca uno en España.

La democracia vacía

La democracia vacía

Viajé en un Blablacar con alguien que me dijo que no había votado nunca y que pensaba que “cuanta más gente vota, peor es el resultado.” Era alguien formado, viajado, con intereses cosmopolitas. Yo le respondí con algunos clichés que he interiorizado: que la democracia no está hecha para que salga el mejor resultado, sino para que simplemente todos tengamos voz y participemos; le dije la frase de Churchill que realmente no es de Churchill: “la democracia es el peor sistema de gobierno a excepción de todos los demás.” Pero me sentí en cierto modo impotente. Algo tan obvio me resultaba difícil de explicar de manera breve y convincente. Él aceptó que era un mal menor, y yo acepté que el votante racional obviamente no existe. Pero no supe explicar por qué creo en la democracia sin usar abstracciones o metáforas (quizá porque no soy alguien especialmente persuasivo).

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