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Los Goya y la intelectualización de lo pop

«La gala de los Goya fue muy española, pero no dio ni un premio a uno de sus directores más importantes, Víctor Erice»

Los Goya y la intelectualización de lo pop

Ilustración de Alejandra Svriz.

«El mejor cine español es el que se parece al cine americano», escribía Alberto Olmos en Twitter después de la gala de los Goya. Creo que es un comentario irónico, pero Olmos a menudo me resulta críptico (y por eso me resulta tan interesante). Es curioso que en una gala tan española, en una idea muy popular de España (actuaron desde Amaia o Bisbal hasta Estopa o Niña Pastori), ganara tantos premios una película estadounidense. Porque al final, La sociedad de la nieve es una película de Netflix, que aunque es una empresa multinacional y existen producciones originales de Netflix en decenas de países, no deja de ser una empresa estadounidense.

Es decir, su visión del cine es estadounidense, en su peor versión: sus películas a menudo parecen largos anuncios, tienen un filtro e iluminación similares, el montaje es para adolescentes con ADHD, la dirección es estrictamente funcional, caen a menudo en el puritanismo y cuando intentan ser provocadoras lo son menos que cualquier película de los años setenta (Saltburn no es una película de Netflix pero responde a esa lógica: sale sexo un poco pervertido y los «adultos Disney» que se autodenominan «seriéfilos» se han escandalizado como si hubieran visto Salò). 

La gala de los Goya fue muy española, pero no dio ni un Goya a uno de sus directores más importantes, Víctor Erice, en la última ocasión que tenía de recibir uno. Y sí premió a un director responsable de blockbusters esquemáticos y mecánicos, con los códigos del Hollywood más insustancial. Su estilo es la espectacularidad sin alma y el efectismo formulaico. Si se llevó doce goyas fue, sobre todo, porque iba a representar a España en los Óscar. 

«Decir que el cine comercial actual es de peor calidad que el de hace décadas te convierte en un nostálgico o, peor aún, ¡en Carlos Boyero!»

Criticar a Hollywood y Netflix parece fácil y, sobre todo, poco original. Decir que el cine comercial actual es de peor calidad que el de hace décadas te convierte en un nostálgico o, peor aún, ¡en Carlos Boyero! Pero es así. La crítica Farran Smith Nehme analizó las películas más taquilleras de todo el siglo XX y siglo XXI. Antes, dominaban las películas para adultos; hoy, las de superhéroes y para niños. Siempre ha habido películas malas y buenas. Pero comparemos las películas más taquilleras de, por ejemplo 2019, con las de 1975 (no cojo el año de El padrino para no hacer demasiada sangre): en 2019, el top 5 es Vengadores: Endgame, El rey león, Frozen 2, Spider-man: Lejos de casa y Capitana Marvel. En 1975 fue: Tiburón, Alguien voló sobre el nido del cuco, Shampoo, Tarde de perros, El retorno de la Pantera Rosa

Una parte de la crítica cultural contemporánea lleva más de una década intentando intelectualizar la cultura pop. Es el tipo de gente que sobreanaliza productos culturales cuyo objetivo es el mero entretenimiento. Sí, todo esconde una ideología. Sí, quizá Friends nos explica la teoría del «fin de la historia» de Francis Fukuyama. Sí, crees que First dates es mejor que cualquier drama romántico de Rohmer. Eres muy especial. (Parafraseando la famosa frase de Churchill, los esnobs del futuro se denominarán a sí mismos antiesnobs: lo sofisticado hoy es decir que no te gusta Truffaut, que te parece mucho mejor una comedia romántica con Jennifer Aniston). Pero también puedes decir que te gusta simplemente porque te entretiene. La gente que más orgullosa está de admitir que le gusta La isla de las tentaciones es la que más siente la necesidad de explicar por qué. El resto simplemente la disfruta sin culpabilidad. 

Hace un par de años, el columnista del Financial Times Janan Ganesh escribió una columna contra la intelectualización de lo pop. El objetivo de su crítica era la película Dune, que consideraba entretenida sin más (yo habría escogido otros muchos ejemplos peores). Su tesis es que los ciudadanos de las sociedades occidentales estamos más formados que nunca, pero utilizamos nuevas herramientas de análisis que no tenían nuestros antepasados para analizar cosas cada vez más superficiales. Dice que el objetivo de una sociedad más inteligente debería ser popularizar lo intelectual, no intelectualizar lo popular. El rol de los Goya debería ser ese: hacer popular a Víctor Erice, no darle una pátina intelectual al director de Jurassic Park

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