El Kafka más enigmático: los aforismos de Zürau
Acantilado recoge en ‘Tú eres la tarea’ los textos breves redactados por el escritor en Bohemia al final de su vida
La madrugada del 11 de agosto de 1917 Franz Kafka (1883-1924) escupió sangre en su húmedo y gélido apartamento en el palacio Schönborn. Era el primer síntoma de la tuberculosis que iría minando su salud hasta su temprana muerte con solo 40 años. Pidió una baja en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo en el que desarrollaba su vida profesional y el 12 de septiembre se trasladó al pueblo bohemio de Zürau. Allí lo recibió su hermana favorita, Ottla, que llevaba sola una granja, porque su marido estaba movilizado por la guerra. Kafka había sido declarado no apto para ser llamado a filas. La estancia en el campo con Ottla se prolongó ocho meses, durante los cuales escribió muchas cartas y una de las obras más crípticas de su carrera, los llamados aforismos de Zürau, una serie de anotaciones breves hechas en dos cuadernos en octavo, que como muchos de sus textos vieron la luz de forma póstuma.
Hay en español algunas recopilaciones de los aforismos de Kafka que incluyen los de Zürau junto con otros procedentes de sus diarios y otras obras. Sin embargo, en este 2024 en que se celebra el centenario del fallecimiento del escritor de Praga, llega un libro muy especial y recomendable dedicado en exclusiva a las piezas redactadas en el pueblecito bohemio. Se titula Tú eres la tarea (Acantilado) y el responsable de la edición es nada menos que Reiner Stach, autor de la monumental biografía del genio checo publicada en dos gruesos volúmenes por la misma editorial en 2016. Este reputado estudioso aporta no solo un esclarecedor prólogo sino minuciosos comentarios a cada uno de los aforismos, en los que interpreta su significado y los contextualiza.
El propio Stach califica estos textos de Zürau de «herméticos e inescrutables (…) No muestran nada, no demuestran nada, avanzan siguiendo el movimiento del pensamiento». No son, en efecto, aforismos al uso; están lejos de la sabiduría clásica de Marco Aurelio, de las sentencias de los moralistas franceses, de las ironías de Lichtenberg, de las agudezas de Peter Altenberg. Los de Kafka siguen una senda muy distinta: la de la perplejidad y el misterio.
Otro notable especialista en el autor checo, el italiano Pietro Citati, dice en Kafka (Acantilado, 2012) sobre la estancia en Zürau: «Se sentía libre como no se había sentido nunca: libre de la familia, del trabajo, de Felice, de la realidad, de la literatura, y en cierto modo de las inquietudes sobre su futuro, en vista de que la enfermedad dibujaba con precisión la línea del horizonte». En efecto, la constatación de que padecía tuberculosis cambió al escritor de un modo paradójico: la enfermedad y la mortalidad que esta anunciaba las vivió en gran medida como un alivio. Su nuevo estado de salud fue la excusa que utilizó para romper la relación con Felice Bauer, con la que ya se había prometido; ese compromiso lo angustiaba y llegó a considerar que era el verdadero causante de la enfermedad.
Este singular estado de ánimo es crucial en la escritura de los aforismos de Zürau, que se pueden leer como una suerte de exploración metafísica de una búsqueda imposible. El primer texto, a modo de pórtico, sentencia: «El camino verdadero pasa por una cuerda que no está tensada en lo alto, sino apenas por encima del suelo. Parece más destinada a provocar un tropiezo que a ser rebasada».
Un universo literario
Los aforismos de Zürau son acaso la condensación más arcana del pensamiento de un escritor que redefinió los límites de la literatura del siglo XX y cuyo potente universo literario ha generado un adjetivo, kafkiano, que se aplica más allá de su propia obra para definir situaciones absurdas. De hecho, su sobreutilización ha acabado distorsionando su sentido.
El contexto cultural en el que se forjó la literatura de Kafka, judío y miembro de la minoría germanoparlante de la Praga del Imperio Austrohúngaro, desapareció tras la Primera Guerra Mundial. El autor de La metamorfosis exploró –con la ayuda de un humor grotesco que no siempre se ha entendido– la impotencia –la neurosis– del individuo sojuzgado por los dogmas, las normas, la familia y la burocracia. También supo anunciar la monstruosidad del naciente mundo contemporáneo, cuyo paradigma serían los campos de exterminio nazis, de los que él se libró porque la enfermedad se lo llevó antes. Sin embargo, allí fueron asesinadas sus tres hermanas y otra de las mujeres importantes en su vida: Milena Jesenská.
Nos queda su obra visionaria, que como es sabido, él mismo llegó a pedir antes de morir que se destruyera. Su amigo, admirador y albacea de su legado Max Brod decidió, por suerte para los lectores y la humanidad en general, que merecía ser salvada del fuego. Para concluir, daremos paso al Franz Kafka más enigmático con una selección de diez de los aforismos escritos en Zürau:
«A partir de cierto punto ya no hay vuelta atrás. Ese es el punto que hay que alcanzar».
«Como el camino en otoño: apenas queda bien barrido, se cubre otra vez con las hojas secas».
«Una jaula fue en busca de un pájaro».
«Tú eres la tarea. Ningún alumno a lo largo y ancho».
«Hay una meta, pero ningún camino; lo que llamamos camino es vacilación».
«Todavía juegan los perros de caza en el patio, pero la presa no se les escapará por más que ahora corra ya por los bosques».
«Un escalón no combado profundamente por los pasos, considerado en sí mismo, es solo algo vacío hecho de madera».
«Teóricamente existe una perfecta posibilidad de dicha: creer en lo indestructible de uno mismo y no intentar alcanzarlo».
«Tratar con personas induce a la observación de sí mismo».
«Una fe como una cuchilla de guillotina, tan pesada, tan ligera».