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Ruanda: encontrar las palabras para un genocidio

Scholastique Mukasonga narra en ‘Nuestra señora del Nilo’ la génesis del odio a los tutsis que acabó en tragedia en 1994

Ruanda: encontrar las palabras para un genocidio

Un trabajador limpia restos humanos de una fosa común en Ruanda, en 2004. | Europa Press

Scholastique Mukasonga (Ruanda, 1956) se instaló en Francia en 1992, apenas dos años antes de que tuviera lugar el brutal genocidio de los tutsis en su país de origen, Ruanda, y por causa del cual toda su familia fue masacrada (37 miembros). De la experiencia que la autora vivió en su niñez en los años sesenta publicó en 2004 su relato autobiográfico Inyenzi ou les Cafards, a la que siguió la publicación de La femme aux pieds nus (2008) y L’Iguifou (2010). En 2012 se publicó su debut en la narrativa de ficción, que ahora se edita por primera vez en castellano y catalán en la editorial Minúscula, Nuestra señora del Nilo, en la que se describe el aumento del odio contra los tutsis que habría de culminar con su genocidio, del que se cumplirá el 30 aniversario el próximo 7 de abril y que supuso la exterminación de casi el 70% de la población tutsi. La autora estuvo de visita el pasado jueves en el CCCB de Barcelona, conversando con el periodista Pere Ortín, para presentar su novela y hablar de la memoria del genocidio.

Cuenta Mukasonga que después de haber vivido una situación como la que sucedió en Ruanda «la misma capacidad de hablar parece imposible, pero se necesita hablar de ello». De hecho, esta era la misma sensación de muchos de los supervivientes con los que ha venido hablando la autora en los últimos años, la de quedarse sin palabras. Por ello, el propósito de la obra literaria de Mukasonga es precisamente ese: el de tratar de encontrar las palabras con las que intentar concebir y entender lo incomprensible. Se trata, cuenta la autora, de «expresar el dolor, de adecuar todos aquellos sentimientos reprimidos y sacarlos a la luz». Y añade: «Hablar del genocidio significa abrir heridas del pasado, pero es necesario hacerlo».  

Según Scholastique Mukasonga, la reconciliación no equivale al silencio; «el silencio hay que evitarlo a toda costa», sentencia. En el caso de Ruanda han sido importantes para romper este silencio los tribunales de justicia participativa gacaca, basados en las asambleas tradicionales del país y establecidos formalmente en 2002. Originalmente estos tribunales se utilizaban para resolver conflictos entre vecinos y había un tribunal de sabios que se reunía debajo de un árbol, sobre la hierba. «Han sido estos tribunales los que se han utilizado para romper el silencio, porque para reconciliarnos primero tenemos que hablar», confirma Mukasonga.

La particularidad del genocidio de Ruanda es que es un genocidio entre vecinos, por lo que el reto el día después de la tragedia era el de recuperar la capacidad de convivir. De ahí que la restitución de la palabra es un asunto central para poder lograr la concordia entre los vecinos. Una palabra que sirviese «para que los perpetradores se disculparan y para que, además, dijeran donde estaban los cuerpos de las muchas personas asesinadas y desaparecidas», nos dice la escritora ruandesa. A lo que añade que «yo escribo para promover la reconciliación y para conseguir vivir de nuevo juntos».

En su obra literaria, y para tratar de lidiar con asuntos tan duros y trágicos, refiere Mukasonga que se sirve del humor, que es un clásico en la tradición literaria ruandesa, y una forma de narrar de la que ella se ha apropiado; una tradición muy tutsi que «quedó bastante erradicada después del genocidio, y se basa en usar el sentido del humor no para rebajar la importancia de los hechos, sino para vehicular el mensaje de una forma más amable, más sutil, no confrontando así la dureza de la violencia de manera directa», comenta. Con ello, sus libros, sintiéndose ella en la distancia, habrían de ser «mi pequeña piedra que ayudara a reconstruir el país y sus personas». Y ello, además, por la razón de que, confiesa la autora, «Ruanda no puede limitarse a su conflicto, sino que tiene muchas más cosas, así que no podemos restringir la visión del país a solo esto». Hoy día, cuenta la escritora ruandesa afincada en Francia, «hay muchas personas que visitan Ruanda y se quedan maravilladas de cómo el país ha resurgido de sus cenizas y es el mejor desarrollo económico de África».

Un equipo de voluntarios enterrando cuerpos en una fosa común. | Corinne Dufka/Reuters

Contra el olvido

A Scholastique Mukasonga nunca se le pasó por la cabeza ir a un psicólogo o a un psiquiatra «porque pensé que había de ser yo misma quien encontrara los mecanismos para sanar las heridas», dice.  Y es que sucede que la tradición ruandesa no cree mucho en los psicólogos, sino más en el diálogo directo.

Preguntada por cómo se vive, a día de hoy, la memoria del genocidio y si siguen las heridas abiertas, cuenta Mukasonga que, desde 1995, se conmemora el genocidio para evitar el olvido y que se vuelva a repetir, en un acto que es una suerte de exorcismo. Que el genocidio se estudia en los currículos académicos y en las escuelas primeras se explica, y que así son, de alguna forma, los docentes los que actúan como psicólogos, consiguiendo las palabras adecuadas para transmitirles a los niños la historia de una manera adaptada a su edad. Es cierto que hay críticos sobre la conmemoración del genocidio (que se sucede entre los meses de abril, mayo y junio de cada año), ya que consideran que «si estamos en reconciliación para qué abrir las heridas que no han cicatrizado del todo», nos dice Mukasonga. Ella, sin embargo, no está de acuerdo. «Hay muchísimos muertos sin cuerpo ni sepultura y están con nosotros y fueron asesinados como cucarachas, no como humanos, y la conmemoración sirve para restituir su dignidad, para condenar la negación y para evitar el olvido». 

Sostiene la escritora ruandesa que los niños han de conocer la historia y debemos velar por que «no se les inoculen las mentiras de los colonizadores, que decían que había una etnia extranjera, los tutsis, cuando no era verdad, ya que la distinción entre unos y otros era una mera diferenciación por la actividad que realizaban, la de cultivar la tierra (los hutus) y la de cuidar del ganado (los tutsis). Que no les engañen a los niños, por eso hay que hablar y conmemorar el genocidio». Sobre la pervivencia del dolor, confirma Mukasonga que este sigue presente: «La tragedia es tan grande que tenemos que convivir con ese dolor, es inevitable, pero creo que en la mayoría de los casos no hemos caído en la trampa de la venganza. Tenemos que intentar evitar por todos los medios que esta no se produzca».

Himno a las mujeres

Scholastique Mukasonga rescata un componente mágico de la tragedia vivida por su país: «Creo que el sufrimiento y el dolor del genocidio nos brindan una cierta sabiduría que se concreta en dos pilares, dice, de un lado la sensibilidad y la empatía por el dolor de los demás, de no sentirnos impotentes frente a su dolor y, del otro, la tolerancia máxima hacia los demás». La escritora ha encontrado su capacidad de expresar estas dos ideas necesarias «a través de mis humildes medios, que son el papel en blanco y un bolígrafo». Para Scholastique Mukasonga, quien cuando comenzó a escribir pensaba que solo habría de publicar uno o dos libros, a lo sumo, la literatura «es como lanzar una botella con un mensaje al mar y ver si cambian un poquito las cosas». 

Por el momento, la editorial Minúscula tiene el propósito de seguir publicando en España la obra de Scholastique Mukasonga, y la siguiente que tiene en mente es La mujer descalza, libro dedicado a su madre (cuyo cuerpo nunca se encontró) y sobre el que Christian Kupchik escribe en el prólogo de la edición uruguaya sacada al mercado por la editorial Empatía que, en ella, la autora compone «un emotivo himno a esas mujeres maravillosas a partir de todas las actividades cotidianas con las que pretendían rescatar esos trozos de realidad en los que se había hundido una felicidad perdida. Recobra así los rituales ancestrales para alejar la mala suerte; los insólitos medios con los que se enfrentaban a una naturaleza hostil; las estrategias de supervivencia ante la constante amenaza militar o de los partidarios hutus, tan violenta como carente de sentido; la omnipresencia femenina –fundamentación sólida de toda la estructura familiar–; y por fin, una serie de tácticas para absorber cada día como la continuidad de una existencia».

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