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La editorial Anagrama reúne la obra narrativa de Copi en un solo volumen

Inclasificable, heterodoxo y genial, la obra de Copi es una delirante fantasía surrealista

La editorial Anagrama reúne la obra narrativa de Copi en un solo volumen

El artista Raúl Natalio Roque Damonte, conocido como 'Copi'..

Vanguardista hasta ser el primero en coger el sida (lo que le provocaría su muerte en 1987), tal como él mismo bromeaba, Copi (nacido como Raúl Natalio Roque Damonte el 22 de noviembre de 1939 en Buenos Aires) fue un artista desaforado y hedonista, desmedido, y uno de esos «inmigrantes de lujo» en París de la así conocida como izquierda caviar, como decía su amigo -y miembro de los denominados «argentinos de París»- Jean Yves Lagavre. 

Copi había llegado a París en el verano de 1962, a los 22 años y con la voluntad de dedicarse al teatro, tras un paso por Montevideo entre los seis y los quince años, y una segunda estancia en Buenos Aires (desde 1955). Su abuelo materno fue el fundador del periódico Crítica y su abuela, Salvadora Medina Onrubia, fue una escritora feminista, dramaturga y anarquista militante. Se dice, de hecho, que fue ella quien le regaló su seudónimo artístico, debido a un mechón de cabello de cuando nació (que parecía un copo sobre su cabeza). Su padre, Raúl Damonte Taborda fue un controvertido político del partido radical, también artista plástico, periodista y diplomático, cercano a Perón y con el que rompió tras su ascenso al poder, habiéndose de exiliar con toda la familia al Uruguay.

El mismo año de la llegada de Copi a París se fundó el Grupo Pánico por parte de Fernando Arrabal, Alejandro Jodorowsky y Roland Topor, del cual habría de participar nuestro ilustre argentino. Al comienzo de su estancia en París se dedica Copi a vender collages en las terrazas de los cafés de la Rive Gauche. Dos años después crea un personaje para el diario Le Nouvel Observateur, la mujer sentada la femme assise, tira semanal que le granjeará un enorme éxito y popularidad. Escribirá esta tira hasta el año 1972, cuando entra a colaborar con las revistas Hará Kiri y Charlie Hebdo. Al año siguiente se publicará su primera novela: El uruguayo, escrita originalmente en francés (al igual que prácticamente toda su obra narrativa) y traducida al castellano por Enrique Vila Matas. En 1978 y tras una vista a Barcelona para presentar su obra de teatro Loretta Strong, comienza a publicarse su obra en castellano, por parte de la editorial Anagrama, que acaba ahora de reunir su obra narrativa en un solo volumen, titulado sencillamente Copi y que se compone de cuatro novelas (El uruguayo, La vida es un tango, La internacional Argentina y El baile de las locas), dos libros de cuentos (Las viejas travestis y otras infamias y Virginia Woolf ataca de nuevo) y un texto autobiográfico (Río de la Plata).

Con Copi son todo equívocos, pero no azares. De hecho, dice el narrador de la novela de 1977 y considerada por César Aire como su obra maestra, El baile de las locas, (alter ego del propio autor, como prácticamente todos los narradores de su obra en prosa) que «estoy más dispuesto a creer en lo sobrenatural que en el azar». Patricio Pron, por su parte, expresa esta característica copiana de la siguiente forma: se trata de una obra, nos dice, en la que las relaciones causales se sustituyen «por las contingencias sin motivo y el borramiento de los límites entre el mundo real y el mundo narrado». Y esto es un asunto central en la obra del artista argentino de París, ya que se destaca por una denodada fe (absurda, pero fe de cualquier modo) en el destino, la imposición, lo ineludible (que, aun tiempo, nos salva y nos condena); esa subversión de lo forzoso troca lo teleológico en chanza y es ahí donde se produce el efecto humorístico. Como que lo dramático se convierte en parodia y provoca la hilaridad en el lector. Dicho de otra forma: en Copi la transgresión se siente como fatalidad y ventura, con una ambivalencia que permite que su obra no se acabe nunca de cerrar y huya los significados unívocos, plenos, incuestionables. Como mucho, acepta Copi las forzosas (que no forzadas) casualidades inverosímiles. Sus historias funcionan de manera concéntrica. El tiempo en ellas se elonga y contrae. Se gasta, empero, Copi una mala baba extraordinaria; suyo es un humor cruel (y negrísimo) en el que, sin embargo, no deja de asomar una cierta dulzura tierna, empática. Esto es: el autor no condena, sino que es él mismo uno más de los miles de monstruos (homosexuales, travestis, dibujantes de comic, enanas, putas, chaperos, diplomáticos) que pueblan su narrativa.

«Los ecos de Copi (y su fresca modernidad) siguen sorprendiéndonos hoy como si cada una de sus líneas no parara de escribirse una y otra vez»

Todos los personajes de la obra narrativa de Copi acaban confrontando su destino. Es como si, a través de ellos, también el autor alcanzase cada una de las aristas de su poliédrica personalidad. El personaje que mueve la acción en La internacional argentina, por ejemplo, el negro Nicanor Sigampa, quien trata de construir en el exterior un grupo de exiliados argentinos con el fin de glorificar los Frutos de la imaginación (y quien pretende -y porfía para- que Copi sea presidente de la Argentina [sic]) dice en un momento determinado: «Mi sensibilidad solo percibe la de los otros, nunca la realidad tal cual es, aunque se trate de la luna». Y eso mismo es aplicable a la obra toda de Copi, que comienza con un surrealismo delirante y voluntarioso (El uruguayo), puro -en el sentido de ingenuo-, se va deslizando hacia el camp y la identidad queer, con lo que dinamita por los aires las tradicionales categorías de género, y termina con los folletines de política ficción (La internacional argentina). Entremedias tiene tiempo para explorar múltiples capacidades combinatorias en sus tramas e inspeccionar inacabables simulaciones de la identidad y el cuerpo. Sobre esto dice Daniel Link que la obra de Copi se debe entender desde lo trans, lo transnacional, translingüístico y transexual, en el sentido de que es «un pasaje de lo imaginario a lo real». 

Copi disfruta en sus libros con un divertimento ilógico, burlesco y paródico, que entiende el cuerpo como mero soporte de la apariencia, sobre la que se van impostando diferentes máscaras (estrategia que, llevada al absurdo, adquiere su coherencia y verosimilitud). Así, su narrativa es siempre una narrativa en tránsito. Pero también pueden ser miradas sus historias en el vértice (y el vértigo) del sujeto trasplantado a otra cultura y el sujeto que se reimplanta a su cultura de origen. Es en ese agujero negro (siguiendo la terminología de la escritora María Negroni) donde se despliega la teatralidad copiana, un vértigo verbal que busca «celebrar un descalabro». Por ello es que en la obra de Copi no hay homosexuales, sino locas travestis que quedan afuera de cualquier sistema de clasificación. Copi juega con las identidades en un simulacro que ironiza con el cliché, de manera despiadada, pero también elegante. Se producen montones de muertes y asesinatos en sus obras, que están preñados de sueños imposibles e inconsecuentes.

Copi de la editorial Anagrama.

Su narrativa se hace, deshace y rehace a sí misma todo el tiempo; todo puede (y debe) ser alterado: ese parece ser el mandato copiano. De ahí que, aun siendo importantes las tramas, sean algo secundario (un mero adorno necesario). Ya ironizaba Copi en su primera obra, El uruguayo, con ello, pidiéndole al destinatario de las cartas en las que se basa el libro (las que un pupilo manda desde Montevideo a su maestro en París) que tachase con su estilográfica «a medida que vaya leyendo, todo lo que voy a escribir». Con ello marca un punto central de su obra: la diferencia entre pensar e imaginar. Dice en su texto autobiográfico Río de la Plata: «Me expreso a veces en mi lengua materna, la argentina, y con frecuencia en mi lengua amante, la francesa». Y añade: «sea cual sea la lengua elegida, la imaginación me viene de esa parte de la memoria que es blanda y particularmente sensible a las flechas escondidas en las frases anónimas». Ese permanente exilio fue clave en su obra y en su vida. Sobre ello escribió Copi: «Exiliado de su familia, uno busca una familia de recambio en la corte de un extremismo cualquiera. Entra en el arte o en política como forma de romper con la familia». 

Dijo de Copi José Tcherkaski que era «un excelente autor teatral y un gran actor permanente», y es que en él vida y obra eran casi la misma cosa. Mito vital y estético, «un desgarro de ternura y dolor», los ecos de Copi (y su fresca modernidad) siguen sorprendiéndonos hoy como si cada una de sus líneas no parara de escribirse una y otra vez, solo para nosotros, solo para cada uno de sus nuevos lectores. 

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