Wendy Sulca, la estrella peruana que nació del pueblo
La niña que se hizo viral en Internet se ha consolidado a sus 27 años con un repertorio que aúna pop y raíces andinas
La peruana Wendy Sulca ha cumplido dos tercios de su vida como cantante profesional. En 2008 explotó en YouTube la fiebre por ella: con sólo ocho años grabó los temas de su madre La tetita y Cerveza, cerveza, básicamente sendos himnos a la leche materna y a la bebida alcohólica como bálsamo para el mal de amores. El contraste entre la ingenua y menuda intérprete y lo adulto de las letras de esos huainos (composiciones folclóricas típicas de los pueblos andinos), junto a sus vistosos trajes regionales y su convicción escénica, convirtieron sus vídeos en acontecimientos mundiales. Actualmente acumulan entre 20 y 30 millones de visionados cada uno.
Su explosión en redes fue recibida como un fenómeno kitsch, pero también desató una oleada inconcebible de insultos racistas. Ella misma nos lo explica en exclusiva: «Eso me tocó vivirlo desde muy niñita: al principio no lo entendía, sólo estaba haciendo lo que me apasiona, que es cantar. Cuando me decían: ‘Eres horrible, india, serrana, chola’, yo le decía a mi madre: ‘A nadie le gusto y me dicen que soy fea’. Me ponía a llorar y ya no quería cantar».
Hoy ve con serenidad ese deleznable maltrato: «Me afectó mucho, una es mucho más vulnerable de niña, más insegura. Luego ya mi madre me aconsejaba y animaba a seguir por toda la gente que sí me quiere y después de todo lo que habíamos luchado. ‘Te esperan en los aeropuertos, te adoran, te piden autógrafos. Por ellos tienes que seguir’, me decía ella. Poco a poco fui construyendo esa seguridad en mí. El saber valorar y amar mis raíces, de dónde vengo, me ayudó: me aferré mucho más a eso para que no me afecte.
Una debe sentirse orgullosa de donde viene: mis padres son ayacuchanos, yo tengo origen y rasgos étnicos andinos, y tengo que amarme: ¡yo soy así! Y quiero difundir eso al exterior. No soy moneda de oro para agradar a todo el mundo, pero sí había gente a la que le gustaba: y si hay una sola persona a la que le gusta lo que hago, yo tengo que seguir. En cuanto a los haters, no hay que responderles: se sienten tan inferiores que están buscando protagonismo, la importancia que no tienen ni merecen y que tú les vas a dar. Yo los ignoro».
Wendy nació en San Juan de Miraflores, el distrito más poblado de Lima, concretamente en Pamplona Alta, una de las zonas humildes que subsiste en condiciones más precarias. Y a Wendy, como a la mayoría de peruanos anónimos y pobres, le ha pasado todo tipo de tribulaciones y tragedias relacionadas con la inseguridad ciudadana y la violencia: la han estafado, robado todos los ahorros guardados en su casa… y también perdió a su padre, el arpista Franklin Sulca, fallecido cuando ella contaba apenas ocho años en uno de los (demasiado habituales) accidentes fatales de tráfico en el Perú.
Pero Wendy perseveró y ya adolescente logró superar esa categoría de «niña exótica» que le endilgó YouTube: en 2014, una vez decidida a encauzar su carrera hacia el pop de fusión, lanzó sus memorias La verdadera historia de Wendy Sulca, más allá de La Tetita, libro coescrito con un conocido de la infancia y que supera en calidad y emoción al reciente La mujer que soy de Britney Spears. Entre los momentos más impactantes, destaca el terrible periplo que sufrió su madre emigrante huyendo del caos sembrado por el terrorismo de Sendero Luminoso en Ayacucho; o el espeluznante día en que Wendy se vio obligada a despedirse de su padre metido en el ataúd: por suerte y para su alivio, el rostro deforme y recompuesto del cadáver no le recordó en nada al de su «papito» (luego grabaría un tema dedicado a él con ese título).
Un icono LGBTIQ+
Lidia Quispe manejó la carrera musical de su hija con un tesón de madre de la Pantoja, pero cuando vio que Wendy quería dar el salto internacional se echó a un lado: «Fue una decisión mutua. Mi mamá sabía mucho del mundo folclórico, conocía muchos contactos, músicos, disqueras. Componía mis canciones, además. Al empezar la internacionalización, cosa que ninguna de las dos esperaba, decido que quiero abrirme mucho más, porque sólo con lo vernacular no iba a pegar. Quería fusionar con sonidos modernos. Ella misma se animó al ver que se nos abrían las puertas en prensa argentina, colombiana, mexicana. Ahí comprende que es un mundo desconocido para ambas y que es hora de que me busque un nuevo mánager. Y ahora ella se puede ocupar de mi hermanita, de seguir produciendo su negocio de peluches. Obviamente le enseño mis nuevas grabaciones y ella me da su opinión. Siempre estará ahí».
Sorprendentemente en una cantante de pop comercial, Wendy ha encontrado un refugio cómplice en la defensa de causas sociales, como su respaldo público al colectivo LGBTIQ+, continuamente amenazado en un país muy homófobo donde ser gay, lesbiana o trans todavía supone un riesgo para sus vidas: «Fue parte de la maduración, artística y personal. Cuando ya tengo libertad sobre mi carrera, decidí que debía dar mensajes de concienciación en temas que apoyo, como la comunidad LGBTIQ+. Por eso les he dedicado Chao, chao, chao, por ejemplo.
Sé que la gente de la comunidad se puede identificar con esa canción, porque también sufren mucha discriminación». Asimismo ha sido notoria su simbólica aparición en el complejo escultural El ojo que llora, espacio conmemorativo por todas las víctimas del conflicto armado interno peruano (1980-2000), dentro del vídeoclip de su vibrante sencillo Mírame como soy; al igual que su resuelta involucración en la crítica al actual gobierno (muy corrupto, como todos los que ha padecido Perú en las últimas décadas), responsable de varias decenas de muertos en su represión de las protestas populares.
Pero el sector musical nacional presenta sus propios problemas de corrupción: «Acá no hay industria musical, de hecho ni una disquera internacional tiene sede en Lima. Las radios tampoco apoyan a los artistas peruanos, ni siquiera a quienes hacen reggaetón comercial, y menos a la música independiente. Debería haber una ley como en Chile, con un porcentaje fijo de emisión de música nacional ¡y de músicos jóvenes! Porque música peruana sí se emite, pero antigua… Y en este país, lamentablemente, si no suenas en la radio, la gente cree que no eres lo bastante bueno para sonar en la radio. Es un círculo vicioso». De hecho, uno de los éxitos eternos de la radiofórmula peruana, junto a otros himnos ochenteros españoles de Hombres G o Loquillo, es un tema que ni siquiera fue popular en España: Sin aliento de Danza Invisible.
Para denunciar esa indefensión de la nueva generación musical en las ondas peruanas, su mánager, Gustavo Lobo Gris de la Torre, compuso el tema El guapetón de la radio, donde Wendy se une a la protesta con un pegadizo estribillo. Él mismo nos cuenta: «El Guapetón es el programador que decide qué se emite y qué no. Lo basé en el sujeto que hizo llorar a la madre de Wendy. Es una imagen que me traumó, nunca se me va a quitar de la cabeza. Y nos ha pasado varias veces, además. Visitas al programador para convencerle de que radie tu tema, una canción muy mainstream, y él te objeta que aún no es popular: ‘Pero es que tienes que hacer prensa’.
Este también nos fue poniendo reparos que íbamos solventando, hasta que se quedó sin argumentos. Y al final soltó un ‘¿Y ya salió en Esto es guerra?’ (un programa telebasura de competición entre yogurines famosetes). ‘No…’, confesamos. ‘Ah, pucha, es que a la gente es lo que le encanta, y si no sales ahí, no creo que te pueda programar…’. Y yo iba viendo la cara de Lidia, que se iba poniendo roja de humillación, hasta que reventó a llorar. ¡A ellos no les importa! Y de ahí surgió esa canción denuncia: ‘El Guapetón es juez y parte, es un tremendo descarado, porque nadie fiscaliza y sus bolsillos va llenando’».
Mestizaje peruano
Hace dos años, Wendy lanzó Evolución, recopilación de toda su primera etapa pop en la que, tal como Robbie Williams celebró su emancipación de la banda Take That con una versión del Freedom de George Michael, ella hizo lo propio grabando el Like a Virgin de Madonna: «Encontrar mi camino musical ha sido muy difícil. Al principio pensaba que lo mejor estaba fuera y grabé con unos productores argentinos. Pero no hacían caso a mis ideas ni entendían mi gusto por la fusión con elementos peruanos. Fue después, conociendo músicos de acá, que hemos ido encontrando el sonido que buscamos.
Y seguimos explorando. Ese disco recupera todos esos sencillos de búsqueda, después de mi etapa viral folclórica y de versiones. Ahora hemos lanzado oficialmente tres temas nuevos que más tarde recopilaremos en un segundo disco. Mírame como soy es el primer sencillo y refleja un sonido inédito que encontramos con un productor de Cuzco, Santiago Numen Valencia, un genio musical de 23 años que ha crecido con música peruana genuina pero que también ha estudiado música contemporánea en EE. UU., así que ha mezclado ambos conceptos, con toda la peruanidad que queremos transmitir; y su compositor es el cantautor Samanez, otro genio jovencísimo también cuzqueño».
Personalmente, mataría por escucharla promocionando el folclore clásico peruano con duetos junto a mitos folclóricos como Dina Páucar y Sonia Morales (tal como Alaska grabó con Sara Montiel o Miley Cyrus con Dolly Parton). «Se vienen cositas, ja ja ja. La idea para mi próximo disco fue hacer un libro musical del Perú, recorriendo varios géneros propios: huaino, cumbia, festejo, vals criollo y marinera. En la canción Unidas hemos reunido literalmente costa, selva y sierra, y canto con mis contemporáneas Renata Flores y Naysha. Entre las nuevas canciones se viene un huaino, lo cual me emociona porque sería netamente volver a mis raíces con una perspectiva más arriesgada. Y antes colaboraré con la mexicana Yeri Mua con un neoperreo».
Además, la apuesta por un sonido personal también conlleva una mayor implicación por su parte en tareas compositivas, terreno en el que se estrenó con Mi ángel, tema dedicado a su hermana pequeña Lady: «Siempre supe que mi primera canción sería esa, para poder hablar del autismo, que en el Perú sigue siendo una cuestión que provoca negación y frustración. Las familias se sienten incomprendidas y excluidas, porque no hay mucha empatía ni conocimiento de esa condición. Faltan instalaciones y protocolos en la educación, por ejemplo. Por ello quise transmitir esa queja a través de este homenaje al ser que más quiero en el mundo, la luz de mis ojos».
Con todo lo que ha vivido (desgracias personales, desengaños en la industria musical, la desidia de un sector donde todo está por hacer), sorprende la determinación de Wendy a no dejarse avasallar por los obstáculos: «Voy a seguir luchando por mis sueños. Siento que todavía no he cumplido lo que quiero ser, donde quiero llegar, donde quiero sonar, donde quiero presentarme creando nuevos sonidos. Y voy a seguir mostrando al mundo la cultura peruana, que siempre ha sido mi objetivo, a través de mi música, de mi vestuario, de mí.
Es una lucha constante, con muchos baches y dificultades. Siempre los va a haber. Pero seguiré adelante: he nacido para esto». Uno de los mejores recuerdos que guarda de sus múltiples giras es su presencia en Madrid hace diez años: «Me encantaría volver a España. Siempre me dicen que allí me conoce mucha gente y que debería ir. Ojalá se dé y me inviten a algún festival. ¡Y Rosalía, a la que admiro muchísimo, me dijo que la avise cuando vaya!».