'The Dark Side of the Moon' de Pink Floyd: 50 años de un álbum icónico
El libro ‘Pink Floyd & The Dark Side of the Moon, 50 aniversario’ analiza todos los aspectos de este disco
Todo empezó en una cocina. En concreto en la cocina del apartamento de Nick Mason, el batería de Pink Floyd en el londinense barrio de Camden. Los cuatro miembros de la banda se reunieron allí para arrancar un nuevo álbum y Roger Waters propuso que dijeran cosas que les irritaban. Los temas que apuntaron fueron: el envejecimiento, la muerte, el dinero y la locura. Estas ideas sirvieron como germen de The Dark Side of the Moon, el disco que lanzó al estrellato a la formación y que el año pasado cumplió cincuenta años. Para celebrarlo acaba de aparecer en español Pink Floyd & The Dark Side of the Moon, 50 aniversario (Ediciones Cúpula) de Martin Popoff. Tiene un formato cuadrado como los de los viejos elepés de vinilo, va profusamente ilustrado y está repleto de anecdotario. Además, se acaba de estrenar en Movistar + el estupendo documental sobre los diseñadores de la emblemática cubierta: Hipgnosis: el arte de las portadas de rock de Anton Corbijn, el director de Control, el biopic de Ian Curtis y Joy Division y el thriller El americano con George Clooney.
The Dark Side of the Moon fue el octavo álbum en estudio de la banda formada en Cambridge a mediados de los sesenta y el que los catapultó a superventas: 15 discos de platino en Estados Unidos y nueve en Reino Unido. Con él dejaron atrás la etapa más psicodélica y experimental y entraron en el entorno del llamado rock progresivo o sinfónico. El secreto del éxito: sin renunciar a la complejidad y la experimentación, evitaron los enrevesados y larguísimos temas instrumentales de sus producciones anteriores y optaron por piezas breves, algunas de ellas con potencial para convertirse en éxito en formato de single, como sucedió con «Money». La concisión de los diez temas del disco también ayudaba a su difusión en la radio.
En un principio debía llamarse Eclipse (A Piece for Assorted Lunatics) y ensayaron las canciones en una gira del año 1972 antes de meterse en el mítico estudio de Abbey Road para grabarlo en 1973, con Alan Parsons como ingeniero de sonido. Contaron con la tecnología más puntera: multipistas (hasta 16) y sintetizadores. El álbum incluía efectos sonoros (latidos de corazón, caja registradora, relojes, el zumbido de un helicóptero), extensos solos de guitarra (de David Gilmore) y un sonido limpio y matizado, alejado de las densas texturas de los elepés anteriores.
Los setenta fueron los años dorados de las discográficas y de los supergrupos. Una época de excesos, ostentación –algunas bandas, como los Rolling Stones o Led Zeppelin disponían de sus propios aviones tuneados– y de grandilocuencia en lo musical. Fluía el dinero y eso permitía invertir sin racanería en la calidad de las producciones. The Dark Side of The Moon ha aguantado imperturbables el paso del tiempo y abrió la etapa más celebrada de la formación, la que incluye Wish You Were Here y Animals y se cierra con The Wall en 1979.
Además de por su contribución musical, el álbum es un hito por su icónica portada. ¿Quién no conoce al prisma al que llega un rayo de luz que sale convertido en arco iris por el otro lado? Los autores de esta sobria genialidad fueron Hipgnosis, un equipo de diseñadores gráficos creado por Storm Thorgerson y Aubrey Powell en 1968. Se habían conocido en Cambridge y allí establecieron contacto con los miembros de la futura banda Pink Floyd. Empezaron a colaborar con ellos desde el segundo disco y entre las portadas que hicieron para ellos hay propuestas impactantes como Ummagumma, con una foto del grupo que se repetía hasta el infinito, o Atom Heart Mother, una apuesta muy radical, con la simple imagen de una vaca, sin incluir ni el nombre del grupo ni el título. Repiten la estrategia en The Dark Side of the Moon: ni nombre ni título, tan solo el prisma en forma de triángulo sobre un fondo negro, que se convierte en una imagen indeleble. En el interior, la foto de unas pirámides como símbolo de lo eterno, funcionaba como contrapunto también triangular.
Hipgnosis también diseñó Wish You Were Here, con los dos hombres dándose la mano, uno de ellos en llamas (la fotografía se tomó con un especialista, que sufrió quemaduras por un golpe de viento; en aquel entonces no existía el Photoshop) y Animals, otra portada que dejó huella: el cerdo volando sobre la central eléctrica de Battersea. Por cierto, si me permiten la anécdota: el cerdo era un globo de helio y durante la sesión fotográfica el cable que lo sujetaba se rompió. El cerdo volante se dio a la fuga y provocó la suspensión del tráfico aéreo del aeropuerto de Heathrow durante unas horas por seguridad.
Contar con los servicios de Hipgnosis no salía precisamente barato, pero en aquellos años el dinero no era un problema en el mundo del rock. A su manera, Thorgerson y Powell eran también superestrellas (el primero era famoso además por su endiablado mal carácter). Para tomar la foto de la tapa de un elepé podían trasladarse con todo su equipo al desierto del Sáhara o al pico de una montaña suiza. Sus radicales propuestas marcaron un antes y un después en el diseño de los elepés y elevaron el continente del vinilo a la categoría de arte. Trabajaron para Led Zeppelin, Yes, los Wings de Paul McCartney, 10cc, Genesis, Peter Gabriel y otros muchos. Firmaron más de 300 portadas entre 1968 y 1982, año en que se disolvieron, pero sin duda las más inolvidables son las que diseñaron para Pink Floyd.