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Ilustres olvidados

Emilio Herrera, mucho más que el inventor del primer traje espacial

Este granadino fue fundamental en el nacimiento de la aviación militar española y presidente de la República en el exilio

Emilio Herrera, mucho más que el inventor del primer traje espacial

Emilio Herrera y su traje espacial. | Agencia SINC

Con excepción del italiano Leonardo da Vinci, el imaginario colectivo suele reservarles el oficio de inventor a británicos, franceses y estadounidenses. Sin embargo, no son pocos los españoles que han hecho decisivas e importantes aportaciones en los más variados campos. Si hace unas semanas hablábamos de Fidel Pagés, padre de la anestesia epidural, hoy nos centramos en la figura de Emilio Herrera Linares, responsable de diseñar el que se considera el primer traje espacial de la historia.

Emilio Herrera nació en Granada el 13 de febrero de 1879 en el seno de una familia de tradición militar e ingeniera. Su padre destacaba por su gran curiosidad sobre ciencia y sobre navegación aeronáutica, rasgos que le inculcó desde pequeño al joven Emilio. Por ejemplo, viajaba con frecuencia a París para estar al tanto de los últimos avances tecnológicos y trajo a Granada algunos de ellos, como una novedosa técnica para iluminar la Alhambra de noche o los primeros vuelos de globo aerostático. Por cierto, que el gusto por la técnica le venía al pequeño Emilio de mucho más atrás. No en vano era también descendiente de Juan de Herrera, uno de los principales arquitectos del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

Con semejante influencia familiar, a nadie sorprendió que el joven Emilio se decantase por la carrera de ingeniero militar. Terminada su formación, Herrera se especializó en aeronáutica, sacándose los cursos de observador de vuelo y de piloto de globo aerostático. Así, antes de cumplir los 30 años, Emilio realizó una serie de importantes vuelos que le valieron altos honores, como la Cruz de la Legión de Honor Francesa (1905), la Medalla de Honor del Aeroclub de Alemania (1906) o el logro del récord nacional de altura en 6.000 metros (1908).

Pilar de la aeronáutica española

Herrera, además, fue clave para el desarrollo de la aeronáutica española en clave militar. Emilio fue uno de los cinco primeros pilotos militares del Ejército del Aire. De hecho, en 1909 formó parte de varias misiones en Marruecos de la que se considera como la primera fuerza aérea sistemáticamente organizada que aparece en la historia armada de España. De sus campañas en el norte de África también procede otra de sus hazañas, la de ser el primer hombre, junto a su compañero José Ortiz Echagüe, en unir por aire ambos continentes al cruzar el estrecho de Gibraltar.

El rápido avance de la aviación militar, espoleado por la Primera Guerra Mundial, planteó la necesidad de que las Fuerzas Armadas españolas creasen un centro de estudio y experimentación dedicado a este ámbito. Nació así el Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, que se convirtió en el epicentro de la innovadora investigación aeronáutica española del primer tercio del siglo XX. Sin ir más lejos, Herrera fue un colaborador fundamental en el desarrollo del autogiro de Juan de la Cierva, antecedente de los actuales helicópteros. Tal prestigio tenía el laboratorio puesto en marcha por Herrera que Albert Einstein lo visitó en los días que pasó por España en 1923.

Los años siguientes, Herrera los pasó entre el laboratorio de Cuatro Vientos y otro organismo impulsado por él, la Escuela Superior Aerotécnica, también fundamental en el desarrollo de la aeronáutica en España.

Primer traje espacial y exilio

En 1933, Herrera comenzó a preparar un proyecto de vuelo a la estratosfera con fines de exploración científica. Como su objetivo era que el globo subiese a nada menos que a 26.000 metros de altura, el ingeniero diseñó un traje que aislase al piloto del frío y sobre todo que evitase que se quedara sin oxígeno. El traje, tejido a base de lana, caucho, cables de acero y plata, estaba rematado por una escafandra de acero y aluminio protegida por un triple cristal que rechazaba la radiación solar. Incluso contaba con un intercomunicador para mantener el contacto por radio.

Tres décadas después, los ingenieros de la NASA tomaron el prototipo de Herrera como inspiración para diseñar sus propios trajes espaciales. De hecho, la agencia espacial norteamericana quiso contar con la colaboración del experto español, pero este lo rechazó al negarse la NASA a colocar la bandera española junto a la estadounidense en el primer viaje a la Luna. 

Pero, volviendo a la década de los treinta, cuando Herrera se disponía a lanzar su expedición a la estratosfera, le sorprendió el estallido de la Guerra Civil. Pese a su convicción monárquica, el ingeniero se mantuvo fiel a su juramento a la República y llegó a general. Sin embargo, un viaje diplomático que emprendió en 1938 le impidió después cruzar la frontera española, por lo que Herrera comenzó un largo exilio que duraría hasta su muerte. Durante aquellos años, continuaría una intensa actividad científica en el ámbito internacional, que incluyó un modelo de cohete a la estratosfera, los cálculos para viajar desde la Tierra a la Luna, a Marte y a Venus o el desarrollo de una flexicalculadora para resolver funciones matemáticas e integrales elípticas.

En clave política, llegó a ser presidente de la República en el exilio entre 1960 y 1962. Murió en Ginebra el 13 de septiembre de 1967.

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