El vikingo negro del que se olvidaron las sagas islandesas
El escritor Bergsveinn Birgisson, pariente de Geirmundur ‘Piel Negra’, rastrea la historia del «colonizador más noble»
Fue el colono más poderoso de Islandia. «El más noble», dicen las antiguas sagas. Aunque creció entre esclavos, procedía de la más grande estirpe real de Noruega y se convirtió en el aristócrata más importante de la historia de Islandia. De piel oscura y rasgos faciales asiáticos, se dice que Geirmundur ‘Piel Negra’ fue además el más grande de los reyes del mar, nombre que recibían los grandes comerciantes de la era vikinga. Llegó a poseer cientos de esclavos y una imponente flota. Sin embargo, las sagas islandesas lo condenaron prácticamente al olvido. Ahora, un pariente lejano, descendiente en trigésima generación, el escritor Bergsveinn Birgisson, investiga sobre su existencia en En busca del vikingo negro (Nórdica).
Quizás porque como señala este libro, «en la época en que se redactó la mayor parte de la historia de los orígenes de la colonización [alrededor del siglo XIII], el país estaba asolado por algo muy parecido a una guerra civil. Era razonable recordar su opuesto: los buenos viejos tiempos, cuando todos eran iguales y el poder no estaba solamente en manos de unos cuantos caudillos, como cuando se pusieron las sagas por escrito». Sea como sea, si había alguien que no encajaba en aquella imagen idílica, ese era, sin duda, Geirmundur Piel Negra.
¿Quién era realmente aquel vikingo de piel oscura al que apodaron «negro»? En la Grettis saga, se le describía como «un hombre benévolo con sus esclavos, aunque otras fuentes afirman que era despiadado con quienes se interponían en su camino. Se le atribuían poderes sobrenaturales, igual que a muchos de los originarios de los territorios más septentrionales. Hay al menos dos o tres mujeres relacionadas con su nombre, pero, aunque se hace referencia a más hijos, las fuentes solo coinciden en su hija Ýri, que no tiene nombre norreno [el idioma nórdico antiguo]; Geirmundur era un noble con muchos súbditos y, si hacemos caso a las fuentes, importaba esclavos irlandeses a gran escala».
Como ocurre en las grandes narraciones, su leyenda comienza en Rogaland (Noruega occidental) hace muchos, muchos años, en el 846 d.C. Aunque nacido en un hogar noble, era hijo del rey vikingo Hjör Hálfarson y la hija del rey de Biarmaland, Ljúfvina –raptada por aquel como botín–, Geirmundur y su gemelo Hámundur –ambos «extraordinariamente feos» –, habían sido intercambiados por su madre por el hijo blanco de una esclava. «En la Saga de Hálfur se cuenta que el padre de los chicos, el rey Hjör, sufrió un ataque de furia al ver a sus hijos por primera vez, cuando tenían cuatro años de edad».
Aunque creció en la casa de aquella esclava, y fue rechazado nuevamente por su padre cuando tuvo que elegir un sucesor entre los dos hermanos, «su vida empezó en la servidumbre, pero se sabía que pertenecía a la clase más alta de la nobleza en una sociedad donde la división en clases se considera natural –escribe Birgisson–. Estaba entre los pocos elegidos, los mantenidos por una multitud de menesterosos, y esclavos y sirvientes tenían que inclinarse ante él». Estas contradicciones, de algún modo, marcaron su infancia y su personalidad.
Expediciones marítimas
Pero aquella peculiaridad no impidió que Geirmundur creciera en un mundo difícil. «Sin duda, el muchacho vio golpear caballos y azotar esclavos sin derramar una lágrima; enfermedades, sufrimiento y muerte eran fenómenos cotidianos».
En el año 861, a la edad de 14 años, el vikingo se embarcó junto a su padre y su inseparable pariente, Úlfur el Bizco, en una expedición marítima hacia Biarmaland. Se cree que durante aquel viaje, donde aprendió los oficios navales, contrajo matrimonio con una mujer llamada Illpurrka de la que cuentan las leyendas que era una joven «de poderosa magia, una medio trol, una chamana». Allí, fue abandonado, una vez más, por su padre en tierras árticas, donde probablemente adquirió sus dotes para la caza y el aprovechamiento de recursos naturales que, más tarde, harían de él «un líder indiscutible de las primeras expediciones de exploración a Islandia».
Así, mientras su padre descubría que su otro hijo, Hámundur, había perdido su reino en Rogaland, y luchaba para defenderlo, en medio de la guerra con el futuro rey Harald I, que unificaría Noruega; Geirmundur que, se había acostumbrado a las condiciones de vida de los nativos y había adquirido nuevos conocimientos, se había convertido en todo un hombre de provecho y a la edad de 20 años y de vuelta en Rogaland, se embarcó de nuevo, esta vez hacia Irlanda.
Entre las muchas proezas del vikingo negro se cuenta su colonización de Islandia, aunque no está claro cuándo llegó al territorio. Para los historiadores de los siglos XII y XIII, esto ocurrió «cuando era ya anciano», en el año 895. Sin embargo, el escritor rechaza esta teoría. Según él fue en la primavera del año 867 cuando, acompañado de Úlfur el Bizco, Prándur Patas Flacas y Steinólfur el Bajo, partió hacia allí ambicionando sus grandes recursos naturales, que más tarde comercializaría con Irlanda, hasta enriquecerse, gracias en buena medida a la caza de las morsas, que eran altamente codiciadas por el papel que jugaban sus partes en la confección de barcos.
Imperio comercial
«En sus años dorados –narra Birgisson–, viajaba de una a otra de sus granjas en Islandia con un séquito de ochenta hombres, mientras que, por comparar, el rey Harald de Noruega llevaba consigo sesenta hombres en tiempos de paz. El número de sus esclavos correspondería a una fortuna más que considerable en nuestros días. Tenía numerosos poblados en Strandir y Hornstrandir [al noroeste de la isla], y empleados suyos habitaban Breidafjördur y otros muchos lugares». Además de las relaciones que mantenía con cuatro países: Rogaland en Noruega, Biarmaland en Siberia, Irlanda y la propia Islandia. Todo un imperio comercial multinacional.
Sobre su personalidad, señala el escritor islandés, las fuentes no dicen nada. «Ni si tenía una amplia sonrisa que dejaba al descubierto sus dientes estropeados, ni si era cruel o ecuánime con sus subordinados, ni si sabía ver el lado cómico de la existencia. Tampoco si sonreía cuando se enfurecía o cuando estaba angustiado al llevar el timón en medio de una tempestad, si se ponía grandilocuente cuando bebía, si cojeaba o si tenía alguna cicatriz, si lloró alguna vez, si reprimía sus malos deseos o les daba vía libre, agrediendo al prójimo».
Lo que sí parece es que Geirmundur Piel Negra murió hacia el año 910, aunque poco se sabe de las circunstancias de su fallecimiento. Una de las hipótesis que baraja Birgisson es que muriera a manos de sus propios esclavos. «Lo que sabemos es que seguía con vida hacia el año 900, pues en esos momentos Porkatla le dio una hija, si nos fiamos de la fuente que así lo afirma». Para entonces los vikingos de Irlanda, con quienes mantenía sus negocios, habían perdido su poder y sin morsas que cazar -muchas de ellas se habían vuelto más esquivas o habían huido-, su señorío había languidecido.
El vikingo negro vivió lo suficiente para ver su declive. Se cree que su cuerpo «fue enterrado en un bote o en un barco pequeño, no lejos de su residencia principal. Seguramente era una tumba plana y, si originalmente estuvo cubierta por un túmulo, este no pudo haber sido muy grande. A finales de la Edad Media no se sabía ya dónde estaba enterrado». Como la historia y las sagas islandesas, el tiempo lo cubrió de olvido.