Malena Alterio o la venganza de la gente del montón (bueno)
Tras su éxito en ‘Aquí no hay quien viva’, la actriz ha ganado el Goya y borda su papel en la obra ‘Los amigos de ellos dos’
«Tú eres casi lista y casi guapa. O sea, del montón». Así concluye el portero Emilio la descripción de su novia Belén. «Del montón bueno», matiza antes de volverse a las amigas de su novia: «Yo creo que me he explicado bien, ¿no?».
No lo podría haber explicado mejor.
La escena, una de las cumbres de la mítica Aquí no hay quien viva, retrata el personaje que ha ido acompañando a Malena Alterio (Buenos Aires, 1974) a lo largo de su carrera. Desde que la serie la lanzara al estrellato con el papel de Belén, la inercia, el físico y, sobre todo, su vis cómica la han llevado a interpretar a «tías normales y corrientes» (de nuevo Emilio dixit).
Justicia poética, su mejor momento le está llegando tras los fastos del 25 aniversario del estreno de la serie (modestos pero intensos, que aún conserva muchos fans, devoradores de reposiciones y youtubes). Este año, Malena Alterio, a menudo desplazada al rango de hija y hermana de Héctor y Ernesto Alterio, ha dado unos cuantos pasos adelante que han culminado, de momento, en las tablas de las Naves del Español, donde protagoniza Los amigos de ellos dos.
Formada en la academia de Cristina Rota, ya había despuntado en películas como El Palo (2000), que le valió una candidatura al Goya a la mejor actriz revelación, y Torremolinos 73 (2003). Entonces llegó Aquí no hay quien viva y la fama.
Sin embargo, pese a trabajos interesantes, su carrera nunca terminó de despegar. Quizá porque el sanbenito de «tía normal y corriente» no daba para más en las categorías más bien simplistas de nuestro panorama audiovisual. ¿No es país para Meryles Streepes? Hasta que llegó este 2024, que estrenó cumpliendo 50 años en enero. La edad fatídica para las actrices, dicen.
Para ella fue el momento de la venganza más dulce. En febrero recibió el Goya a la mejor protagonista por Que nadie se duerma, la adaptación de Antonio Méndez de la novela de Juan José Millás. En ella interpreta a una triste informática que cuida de su triste anciano padre en un triste barrio de Madrid. Cuando la echan del trabajo, se lía la manta a la cabeza, se hace taxista y comienza a soñar. La puta vida, por supuesto, la despierta.
Duelo interpretativo
La grisura, primero, y truculencia, después, de la historia se sostienen gracias al carisma absoluto de Malena Alterio, que además del Goya se llevó el gato al agua en los premios Feroz, Forqué, Platino, de la Seminci… La película, en cambio, se fue de vacío en todos ellos.
Pasado el vértigo de las alfombras rojas, la mayor parte de su tiempo se lo lleva ahora el teatro. Ya había triunfado en papeles secundarios en obras de prestigio como El Tío Vania o Los hijos se han dormido, que le valieron sendos galardones de la Unión de Actores y Actrices en 2008 y 2012. Ahora, despliega todo su glamur paradójico en Los amigos de ellos dos, un mano a mano con otro maravilloso actor de los del montón, David Lorente, para enseñorear su definitiva victoria.
La trama parece cortada a su medida: una pareja espera a otra en un restaurante. Llevan haciendo lo mismo desde hace 12 años. Son los mejores amigos del mundo. Pero la otra pareja se retrasa. Siempre lo hacen, en realidad. Y él, Nicolás, estalla: está harto de que lo ninguneen.
Su mujer, Liza, trata de apaciguarlo, pero en realidad cataliza y desarrolla el quid de la cuestión: los complejos de unos tipos del montón. Los amigos de ellos dos son unos triunfadores, en todos los sentidos, y Nicolás ya no puede soportar más sus aires de superioridad y su condescendencia. Ella, en cambio, se conforma. Su vida consiste básicamente en eso, en conformarse, parece. Aunque a veces las apariencias engañan…
Tierna y dura
La obra es tensa, con momentos duros, y da mucho que pensar, pero también ingeniosa, rápida y entrañable. Y muy graciosa, con momentos hilarantes. El texto de Matías del Federico y Daniel Veronese, y la dirección de este último aportan la fluidez milimétrica de las grandes comedias.
Aunque queda un regusto agridulce, el viaje resulta realmente divertido gracias a la vis cómica de los dos actores. La vis cómica… En una sesión con los espectadores, tras una de las representaciones, le preguntaron a Malena Alterio por el concepto.
«Me acuerdo de que en la escuela yo quería ser dramática, hacer cosas de Chejov y provocar lágrimas y tal. Pero resulta que cuando salía a escena, la gente empezaba jaaaa, jaaaaa… ¿Cómo puede ser esto? Bueno, pues ahí descubrí que había un camino por explorar e investigar que estaba muy guay. Luego en los trabajos que me han ido apareciendo trato de mezclar la comedia y el drama, porque en la vida está todo mezclado, y ahí está su riqueza, pero hay algo en la gracia, no sé cómo llamarlo…»
Aunque hay que verla a ella contándolo, claro. Escrito no es lo mismo. Ella lo explicó con una soltura maravillosa, entrañable y directa. Muy graciosa. A ver si va a ser que esta chica es la cima del montón bueno.