'Operación Pedestal', agosto de 1942: salvar Malta y la moral británica
El historiador Max Hastings narra con rigor y aliento épico la batalla para salvar la isla mediterránea en su último libro
La llamada Operación Pedestal no se cuenta entre las batallas más célebres de la Segunda Guerra Mundial. sin embargo, fue relevante no solo desde el punto de vista estratégico, sino también para mantener la moral de victoria de los británicos en un momento incierto del conflicto. La rescata del olvido Max Hastings (Lambeth, 1945) en Operación Pedestal (Crítica).
En 1942, con los puertos italianos, franceses y griegos en manos del Eje, Malta era el último bastión de los británicos en el Mediterráneo entre Gibraltar y Alejandría. A mitad de camino entre Sicilia y el norte de África, la isla ocupaba una posición estratégica desde la que operaban los aviones de la RAF como apoyo en la campaña africana. A eso se le añadía un valor simbólico del que Winston Churchill era muy consciente, y por lo tanto, no estaba dispuesto a perderla, fuera cual fuera el coste. Algunos de los altos mandos dudaban de su verdadera relevancia estratégica una vez que los americanos habían entrado en la guerra, pero a diferencia de ellos, el mandatario británico -todo un sabueso de la política- sabía que en la guerra, además de la lógica militar, también hay que valorar algunos intangibles. Rendir Malta hubiera sido un golpe fatal al prestigio británico, muy tocado en ese año 1942 por la pérdida de Singapur en manos del ejército japonés y la humillación sufrida en el frente africano en Tobruk, asediada y conquistada por las tropas del mariscal Rommel.
En Malta ese año la situación era crítica. La marina del Eje bloqueaba el acceso de suministros, sus 300.000 habitantes corrían serio peligro de morir de hambre y a los aviones de la RAF apenas les quedaban reservas de combustible. En junio la Royal Navy lanzó la llamada Operación Arpón para tratar de llevar un convoy con víveres, que desembocó en la batalla naval de Pantelaria, pequeña isla italiana próxima a Malta. Los británicos no salieron bien parados: de los 17 mercantes con víveres solo dos llegaron a su destino, uno de ellos seriamente dañado y con buena parte de la carga perdida. Resultado: provisiones para escasamente ocho semanas más.
En agosto Churchill decidió lanzar la mucho más ambiciosa Operación Pedestal porque Malta estaba al borde de la rendición por hambruna. En esta ocasión el convoy lo formaban 14 buques mercantes, incluido el petrolero Ohio proporcionado por los americanos, pero manejado con tripulación inglesa. Iban protegidos por una flota militar de una cincuentena de buques que incluían cuatro portaaviones, dos acorazados, siete cruceros, 32 destructores, además de ocho submarinos, otras embarcaciones menores y el apoyo aéreo de un centenar de aviones.
La misión se desarrolló entre el 11 y el 15 de agosto, y los días clave fueron del 12 al 14. Ambos bandos se atribuyeron la victoria, pero lo relevante es que el orgullo británico quedó a salvo. De los 14 mercantes arribaron al puerto de La Valeta en Malta cinco, dos intactos y otros tres con serios daños, incluido el Ohio. El combustible que portaba y los víveres de los mercantes aseguraban la resistencia de la isla. Las pérdidas humanas en el bando aliado superaron las cuatrocientas y el coste en buques fue alto. El mando británico perdió 13 barcos, el portaaviones Eagle -en cuyo hundimiento se produjo el número más elevando de víctimas, 162 marineros-, dos cruceros, un destructor y nueve mercantes. Varias naves sufrieron serios daños. Entre los mandos militares de Churchill hubo quien se preguntó si el precio que se había pagado por llevar los suministros a Malta había sido demasiado alto.
El factor humano
Max Hastings narra con rigor histórico y aliento épico esta batalla naval. Atiende a la estrategia militar, pero no descuida el lado humano de la historia, rescatando las figuras de los aviadores, oficiales y capitanes de los mercantes que participaron en la gesta. El autor se ha consagrado como uno de los grandes divulgadores de la historia de las guerras modernas. Escribe en la estela del estilo inaugurado por Cornelius Ryan, del que la editorial Crítica acaba de reeditar el clásico sobre el desembarco de Normandía El día más largo. Este título, junto con Un puente lejano, planteó un nuevo modelo más narrativo y no solo centrado en la estrategia y los datos para contar las batallas. Ryan había sido corresponsal de guerra y como periodista entendía la importancia del factor humano. Por ello contó el Día D desde las vivencias de los combatientes a los que había entrevistado.
Pese a que a sus libros se les pueden criticar errores y problemas de perspectiva, reinventaron la historia militar y no por casualidad ambos tuvieron buenas adaptaciones a la pantalla: el clásico El día más largo y Un puente lejano de Richard Attenborough, una de las cumbres del cine bélico. Ryan abordó en sus dos obras más conocidas dos episodios antitéticos: la gran pifia estratégica de los aliados que fue la desastrosa Operación Market-Garden de Un puente lejano y el legendario desembarco que precipitó el final de la guerra en El día más largo.
Antony Beevor, el mejor historiador contemporáneo de la Segunda Guerra Mundial, aprendió algunas lecciones narrativas de Ryan y aplicó mucho mayor rigor histórico y conocimiento militar en Stalingrado, Berlín, la caída, 1945, Creta, la batalla y la resistencia, Ardenas 1944, la última apuesta de Hitler, El Día D, la batalla de Normandía y La batalla por los puentes: Arnhem, 1944, las dos últimas sobre los episodios ya abordados por Ryan.
Max Hastings, que tiene a sus espaldas una larga trayectoria periodística, aplica técnicas similares, concediendo notable peso a las historias humanas y no limitándose a la acumulación de datos y estrategias. Ha escrito también sobre el Día D en Overlord, sobre los bombardeos del Ruhr en Operación castigo, sobre la guerra en el Atlántico en Némesis, y sobre una incursión de comandos contra un radar alemán en Operation Biting, todavía inédito en castellano. Ahora rescata la Operación Pedestal, con la que Churchill logró que un convoy se abriera camino entre buques enemigos y Malta resistiera como un bastión en mitad del Mediterráneo.