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«El caso de Nacho Cano muestra cómo los poderes tratan a los artistas con mayor o menor mimo»

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Nacho Cano. | Agencias

No es un fenómeno nuevo. La cultura en España es con demasiada frecuencia utilizada por los partidos políticos que están en el poder. Es un clásico que determinados artistas sean contratados para las fiestas y festivales  de ciudades grandes y pequeñas dependiendo de la afinidad ideológica con los mandatarios de turno. Si son de los nuestros, la contratación está asegurada; si son de los otros, caerá sobre ellos la maldición del veto.

El caso reciente de Nacho Cano ha sido una muestra fehaciente de cómo los poderes tratan a los artistas con mayor o menor mimo. Es bien sabido que el ex de Mecano mantiene una muy buena relación con la díscola presidenta de la Comunidad de Madrid. Estoy convencido de que un empresario sin el estigma que porta Cano no hubiera sido detenido. Ignoro la gravedad del delito de tener becarios ilegales o alegales. A lo largo de mi vida profesional, he conocido muchas empresas en la misma situación, con becarios en situación irregular, pero no recuerdo que nadie acabara en comisaría. Las faltas acabaron siendo castigadas, tras años de litigio, con una multa y la regularización de la situación. 

Si Nacho Cano ha comedido algún fraude empresarial, que pague por ello. No le demos un trato privilegiado, pero tampoco nos ensañemos con él. No sé si Malinche es un espectáculo de derechas o de izquierdas. Me da lo mismo. Si sé que llena el recinto de IFEMA día tras día, que atrae público no solo de Madrid, sino de toda España y del extranjero, que contribuye de forma decisiva a convertir Madrid en la capital del musical, con lo que eso supone para la economía de la comunidad y del país.

El mundo del arte, por desgracia, depende mucho de la imagen pública. Sobre Nacho Cano y su prestigio artístico y empresarial pesará mucho la campaña emprendida contra él por parte de determinados políticos, determinados medios y las feroces redes sociales. Al final, vamos a llegar al absurdo de que si somos de izquierdas y queremos ver Malinche o escuchar a Mecano tendremos que hacerlo de incógnito o de forma clandestina.

Maria Hervas, alabada por su gran interpretación de The Second Woman en el Lliure y que nunca ha ocultado su posicionamiento político, contaba hace días una anécdota que habla por sí misma. Se refiere a la reacción a dos obras escritas e interpretadas por Juan Diego Botto.  «Cuando uno entraba a ver Una noche sin luna, salía conmovido fuera del partido que fuera y de la ideología que fuera. Yo recuerdo los aplausos en Valencia del entonces portavoz del PP, Esteban González Pons, al finalizar la obra Un trozo invisible de este mundo».

La cultura debería estar por encima de las rencillas políticas. La cultura, entre otros muchos y beneficiosos efectos, nos confronta con nuestras propios pensamientos, nos abre la mente a las ideas de otras personas, nos hace comprender al otro y es mano de santo contra la polarización.

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