Martín Badia: máscaras que cuentan historias
El escritor, ilustrador y creador de máscaras participa en la Bienal Homo Faber, que se celebra en septiembre en Venecia
THE OBJECTIVE se reúne con Martín Badia, escritor e ilustrador de cuentos infantiles y creador de máscaras. Este año participa en la Bienal Homo Faber, bajo el lema The Journey of Life, comisariada por la Michelangelo Foundation, institución que incentiva la artesanía contemporánea. El diseñador argentino- catalán ha encontrado en las máscaras un vehículo más de expresión en la búsqueda de narrativas personales. «Desde que estudié diseño textil y bellas artes, siempre busqué en la estética de lo fantasioso o lo fantástico», nos cuenta. El encuentro tendrá lugar en la Fondazione Giorgio Cini de Venecia y se podrá visitar desde el 1 al 30 de septiembre.
PREGUNTA.- ¿Cómo decide incursionar en la literatura infantil?
RESPUESTA.– El mundo infantil llego a mí por trabajo, con una marca de niños, donde hacía ilustración textil y me fui especializando en diseño de producto infantil. Sentía que calzaba mucho con mi imaginario, porque siempre he buscado el lado fantasioso en aquello que quería proyectar. Cuando empecé a escribir, lo hice pensando en el tipo de libro que me hubiera gustado leer cuando era niño. Fue también una manera de narrarle cuentos a mi yo pequeño, con el tiempo me he dado cuenta de que el niño es un receptor al que me siento cómodo hablándole.
P.- Su primer libro fue La princesa NO, un poema ilustrado que narra la historia de una princesa muy particular…
R.– La princesa NO cuenta la historia de una niña que no encaja con el ideal o con lo que se espera de ella. A lo largo del poema, le van sucediendo distintas cosas que la llevan a tomar decisiones y así se va forjando su propio destino. Luego escribí Yo soy una caja, que también es un poema y un libro doble, por un lado, se encuentra Mundo bichos, que cuenta lo que ocurre cuando empezamos a hurgar bajo la hierba. Luego está Yo tengo una caja, que muestra los tesoros que cada uno tiene y nos enseña por qué los tenemos. El enfoque en ambos es muy sensorial.
P.- Luego escribió Un libro de castillos, donde se aprecia bastante su admiración por el diseño arquitectónico…
R.– La arquitectura para mí siempre ha sido una inspiración, especialmente la clásica y el tema de los castillos y su evolución, creo que siempre ha generado emblemas de fantasías. Un libro de castillos reúne cuentos que narran qué características debe tener un castillo, para ser considerado un castillo de cuento. Tiene humor y a la vez te va formando sobre los elementos esenciales de estas edificaciones. Para escribir literatura infantil hay que tomar en cuenta al niño, pero también al interlocutor, porque en la mayoría de casos son narrados por adultos. Lo ideal es que se genere un intercambio o un diálogo entre el interlocutor y el niño.
P.- ¿Cuándo empezó a elaborar su serie de máscaras?
R.- Durante la pandemia. Yo trabajo como diseñador de producto infantil, en productos de licencia y de forma digital, hasta las ilustraciones las hago en ordenador. En el confinamiento sentí la necesidad de hacer algo con las manos, siempre he hecho escultura y cerámica, pero durante el Covid me quedé sin poder asistir a los talleres. Las máscaras como objeto, siempre me han interesado, tengo muchas que he ido coleccionando a lo largo de mi vida. Tenía materiales en casa, así que decidí empezar a crear mis propios personajes. Lo que tenía a mano en ese memento, eran alambres, cristales y cadenas y empecé a jugar con ello. Me ayudó mucho a llevar el confinamiento y me di cuenta de que como lenguaje de expresión me fascinaba.
«La máscara te cubre, pero a su vez te descubre, crea una nueva personalidad»
P.- ¿Cuál es el punto de partida para crear la personalidad de cada máscara?
R.- Siempre ocurre de forma muy personal, como ejercicio artístico fue muy enriquecedor, porque me tomaba una libertad absoluta. Como concepto, la máscara te cubre, pero a su vez te descubre, crea una nueva personalidad. Más que crear un nuevo avatar, siento que me ayuda a descubrir nuevos personajes que habitan en mí. Tienen un punto místico y mágico a la vez, culturalmente siempre han sido veneradas, ya sea de forma litúrgica o como medio de expresión. Es un objeto con mucha fuerza. En Europa, en el norte de Italia, en la zona del Friuli, hay mucha tradición de máscaras o en los Alpes, con personajes como el Krampus. En África, la tradición es amplísima, se utilizan para casi todos los rituales de pasaje, para representar en inicio y el fin de las estaciones, siempre de manera muy performática.
P.- ¿Encuentra algún hilo conductor en las temáticas a las que se remite?
R.- Casi siempre hay un interés explícito por explorar el binarismo, jugar con sus límites, llevarlos al extremo y romperlos. Trabajo con elementos atribuidos a la feminidad o a la masculinidad. Trato de expresar atributos asociados a la feminidad como el brillo, el glamour o lo performático, al usar la máscara en mi cuerpo, codificado como masculino, también descubro nuevas facetas personales. Mi cuerpo vehiculiza los personajes y utilizo la fotografía como registro.
«Vivimos una nueva ola de violencia y la comunidad LGTBIQ+ ha empezado a tener miedo»
P.- ¿Cómo llegó la invitación a Homo Faber?
R.– Me contactaron porque dentro de la macro muestra de la Bienal, se abordará el tema de los sueños. Se buscó desde diversos artesanos, expresar las ideas oníricas a través de creadores contemporáneos de máscaras. Les hice una propuesta y eligieron tres máscaras. Las dos primeras se llaman El guardián y El sensible, que hablan de sensaciones recurrentes que aparecen en una novela que estoy escribiendo. Y luego está El ataque, de la serie Carne rota, está hecha en alambre y cristales, y es parte de una colección que hice para exorcizar el miedo al dolor físico que vive la comunidad LGTBIQ+. Desde hace un tiempo vivimos una nueva ola de violencia y la comunidad ha empezado a tener miedo físico, el cual creíamos que se había erradicado.
P.- ¿Desde cuándo siente que se hace tangible este repunte homofóbico?
R.– Creo que, de forma evidente, desde la llegada de la ultraderecha al discurso mainstream. En la calle se siente mucho y los ataques violentos ocurren todo el tiempo, sólo los que tienen víctimas mortales llegan a la prensa, pero agresiones hay muchas. La sensación es que ha vuelto a instaurarse este miedo físico, antes uno sentía que, si ocurría un acto violento, iba a darse a manera de insulto o a nivel psicológico, pero ahora el miedo nuevamente es físico. La serie trata de reflejarlo, la idea es conjurar o expulsar ese miedo de manera positiva, para recordarnos que no van a poder acabar con nuestra felicidad ni integridad.
P.- Luego de su participación en la Bienal, ¿dónde podremos ver sus máscaras?
R.- Es una suerte participar en Homo Faber además que se celebra en Venecia, la capital por excelencia de las máscaras. Ahí estaremos todo el mes de septiembre, luego tengo planeado hacer una muestra, la idea es que narre la parte vehicular que une todas las series que he realizado. Las máscaras son un vehículo muy potente de narración y espero dedicarme mucho tiempo más a este oficio.