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¿Internet ha muerto?

«Un estudio reciente revelaba que el 40% del contenido que nos llega está elaborado sin la intervención humana»

¿Internet ha muerto?

Un usuario accede a un teléfono móvil. | Archivo

Dicen que la teoría de que Internet ha muerto es una teoría conspirativa. A Saber. Precisamente, porque internet, tal y como lo hemos conocido, si no está muerto, está moribundo, ya resulta casi imposible distinguir una teoría conspirativa de una mera teoría científica, una información falsa de una verdadera noticia.

¿En qué consiste la teoría de la muerte de Internet? Muy sencillo y le será muy fácil comprobarlo si usted se encuentra entre el 64 por ciento de la población mundial que usa la red, según datos del año pasado. Los teóricos conspiranoicos sostienen que Internet ha ido siendo acaparado por los bots, la IA, las deepfakes, en general por contenido elaborado de forma automáticas a partir del resultado de los algoritmos. Lo que significa que la actividad humana está siendo relegada a la insignificancia.

En suma, que los robots deciden por nosotros el contenido que recibimos. Para defendernos de las máquinas, siempre se ha argumentado que detrás de los robots tiene que estar la mano del ser humano. Cierto. ¿Y quiénes son esos humanos que manejan los hilos de la red? Según los presuntos conspiranoicos, esos humanos son o bien los propietarios de grandes compañías digitales -sobre todo, Google y Microsoft-, a los que se ha permitido ejercer prácticamente un monopolio en su actividad. O bien agencias gubernamentales cuyo fin, es sabido,  no es precisamente velar por la libertad de acceso a la información o la libertad de expresión.

Basta comprobar los mensajes que uno recibe a través de las diversas redes sociales o la información que suministran los buscadores para darse cuenta de  que en una gran parte es contenido no deseado. Un estudio reciente revelaba que el 40 por ciento del contenido que nos llega está elaborado sin la intervención humana.

Twitter, por ejemplo, da la opción de ver  solo los tuits de las personas a quienes el usuario ha decidido seguir o bien lo que la red social de Elon Musk considera contenido “para ti”.  Aun eligiendo la primera opción, se cuelan mensajes -no solo de publicidad- de personas a las que ni sigues, ni te interesa seguir y ni siquiera conoces. Si eliges la segunda, te encontrarás con un espectáculo, digno del tercer círculo de Dante, plagado de informaciones inventadas, vídeos extremadamente violentos, imágenes pornográficas, mensajes ofensivos…, Si eso es lo que me recomiendan los robots, en teoría basándose en mi actividad en internet,  apaga y vámonos.

Hace unos días vivimos un episodio demostrativo de hasta qué punto somos dependientes de Internet. Me refiero al apagón de Microsoft, probablemente el mayor de la historia. La llamada pantalla azul de la muerte en la que quedaron sumidos hospitales, servicios de emergencia, bancos, transportes de medio mundo demuestra la vulnerabilidad en la que vivimos. 

Según ha escrito la experta digital Esther Panigua, “dependemos cada vez más de recursos centralizados en unos pocos grandes actores que controlan las aplicaciones de internet, la provisión de acceso y la infraestructura de servicio. Esto puede generar eficiencias, pero también serios problemas: cuando un componente crítico falla, puede tener un efecto dominó, como sucedió el viernes 19 de julio”.

Nuestros políticos no parecen ser conscientes de este problema y siguen utilizando casi de forma exclusiva Twitter como forma de comunicarse con los ciudadanos, en un claro desprecio a los medios de comunicación, únicos capaces de eludir la poca fiabilidad de las redes. Un ejemplo reciente. El último viernes, el presidente del Gobierno se reunió en Ajuria Enea con el nuevo lehendakari, Imanol Pradales. Un hito histórico por infrecuente, de gran interés informativo. De la reunión no hubo más explicación que los tuits de los dos mandatarios y la correspondiente nota de prensa de sus gabinetes, llena de lugares comunes. El acontecimiento merecía una rueda de prensa, pero el contacto humano directo vive malos tiempos como método de comunicación política.  Resultado: ¿los ciudadanos sabemos qué ocurrió en esa reunión? No.

Desconozco  si Internet está enfermo, muerto o moribundo. Lo que sí es seguro es que el primer Internet que conocimos ya no existe. Aquel Internet que iba a proporcionarnos la conexión entre todos los ciudadanos del mundo, que iba a facilitarnos la vida, que iba a democratizar el acceso a la información, que iba a permitir a todos expresarse libremente. Hoy, Internet se ha deshumanizado, se ha convertido en un campo de batalla lleno de minas, llámense bots, trolls o haters. Armas arrojadizas en manos de unos pocos.

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