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Los magos de la electricidad que inventaron el mundo moderno

Un libro devuelve a la vida a los impulsores de la era tecnológica: Faraday, Maxwell, Edison y Tesla

Los magos de la electricidad que inventaron el mundo moderno

Nikola Tesla (1856-1943). | Archivo

«Michael Faraday fue una chispa que electrizó la ciencia y la sociedad de la época. Porque, a pesar de su devoción religiosa -o precisamente a causa de ella-, Faraday, al igual que Prometeo, escaló el Olimpo, le robó el fuego a los dioses, el fuego divino, la chispa tecnológica que prendió bombillas y lámparas, e iluminó definitivamente un mundo sumido en la oscuridad».

En estos términos explica Sergio Parra Castillo, coautor de Electrificar el mundo (RBA), la dimensión casi mitológica de uno de los cuatro padres de la electricidad.

Ese cuarteto de titanes –Faraday, Maxwell, Edison y Tesla– protagonizan una lectura amena e informada, que invita al lector a un viaje a los orígenes del mundo moderno.

Prologado por Manuel Lozano Leyva, catedrático de Física Atómica y Nuclear y profesor emérito de la Universidad de Sevilla, Electrificar el mundo está coescrito por Parra Castillo, Miguel Ángel Sabadell y Marcos Jaén Sánchez. Este último, por cierto, es responsable de otro ensayo muy próximo a este, Guerra de corrientes: la revolución de la electricidad (Batiscafo, 2016).

A pesar de que el citado cuarteto no tardó en convertirse en algo trascendental para entender nuestra época, pocos podrían explicar qué descubrieron Edison y compañía, qué limitaciones lograron superar y por qué se salieron con la suya. Nada ilustra mejor este caso que un ejemplo equivalente. «Si abrimos ChatGPT o un sistema similar y miramos dentro, solo vemos millones de números que cambian cientos de veces por segundo», dice el científico de inteligencia artificial Sam Bowman. «Y no tenemos idea de qué significa todo eso».

Lo mismo ocurre cuando pulsamos un interruptor y se ilumina nuestro entorno. Damos por hecho que un pequeño milagro sucede, pero somos incapaces de dar una respuesta a un modesto interrogante: «¿A quién debo agradecerle que todo brille a medianoche?».

Terroríficos experimentos de electromagnetismo realizados por Luigi Galvani (1737-1798). Persuadido de que había descubierto el fundamento de la fuerza vital, Galvani fue desmentido por el inventor de la pila eléctrica, Alessandro Volta (1745-1827).

Luces encendidas y novelas góticas

En el fondo, la electricidad aún nos inspira la misma sensación de enigma que fascinó a Mary Shelley, cuyo Frankenstein (1818) fue escrito a la luz de velas y quinqués.

Aunque ella no mencionase ningún equipo eléctrico en su novela, Shelley estaba convencida, al igual que el italiano Luigi Galvani y otros científicos de su época, de que una buena descarga insufla fuerza vital.

Por aquellos días, según nos cuenta Philip Ball en Contra natura (Turner, 2012), «la electricidad se pregonaba como una cura milagrosa. En Londres, el médico escocés James Graham creó un ‘Templo de la salud’ donde los pacientes tomaban baños eléctricos -práctica que en Japón sigue gozando de popularidad- o se sentaban en unos sillones especiales que les aplicaban leves descargas. Graham vendía un ‘bálsamo etéreo’ que contenía una resina supuestamente mezclada con ‘éter, electricidad, aire o magnetismo’, y se dice que en 1779 curó la infertilidad de la duquesa de Devonshire con su electroterapia».

Las cualidades prodigiosas de la electricidad aún son un tema recurrente en nuestros días, acaso porque a la mayoría de los usuarios le cuesta definir lo que realmente es. Y nadie debería criticarles por ello. Puede que un buen estudiante, alzando el brazo, nos diga que la electricidad es el movimiento de electrones. Pero esa respuesta, además de necesitar muchos matices, acarrea otro misterio: ¿qué es, en realidad, un electrón?

A la hora de la verdad, no somos muy distintos del doctor Víctor Frankenstein: nosotros también jugamos con fuerzas que van más allá de nuestra comprensión.

Famosa fotografía del inventor serbio-estadounidense Nikola Tesla en su laboratorio de Colorado Springs, alrededor de 1899, supuestamente sentado leyendo junto a su gigantesco generador de alto voltaje. La foto fue un truco publicitario del fotógrafo Dickenson V. Alley.

Una revolución en la mesa de cálculo

Para aclarar estas dudas, Electrificar el mundo sigue una línea cronológica. El primer convocado a esta reunión, como aclara Lozano Leyva, es el británico Michael Faraday (1791-1867). Hombre de origen humilde, con una inteligencia natural, hecho a sí mismo, «Faraday no descubrió la relación entre la electricidad y el magnetismo, lo cual hizo el danés Hans Christian Ørsted, pero sentó la base firme de la inducción, es decir, la manera de generar una fuerza eléctrica inducida por un magnetismo variable. Esa fuerza, llamada electromotriz, dio paso nada menos que a motores y generadores electromagnéticos».

Aunque hizo acopio de toda su energía para lograrlo, la falta de formación matemática impidió que Faraday fuese el único adelantado de esta revolución. El relevo pasó al escocés James Clerk Maxwell (1831-1879), quien resumió en cuatro ecuaciones los fenómenos electromagnéticos. La primera aplicación práctica de estos adelantos fue nada menos que el telégrafo. Aquel invento no pudo ser más oportuno. Amplió la realidad y redujo las distancias. Y mucho antes de internet, también puso las bases de la era de la inmediatez.

Edison y su equipo de inventores e investigadores en el laboratorio de Menlo Park, Nueva Jersey.

La guerra sin cuartel entre Edison y Tesla

Frente a la relativa popularidad de Faraday y Maxwell, sus sucesores parecían estrellas de cine o capos de la industria. Con la ceja arqueada y aires de prestidigitador, Thomas Alva Edison y Nikola Tesla sabían ocupar el centro del escenario mientras el público aplaudía a rabiar.

El primero en alcanzar la fama fue el llamado mago de Menlo Park, Edison (1847-1931). A este norteamericano ‒o mejor dicho, al numeroso equipo que desarrolló las patentes que llevan su firma‒ le debemos dispositivos que aún siguen perfeccionándose bajo otras apariencias: el fonógrafo (1877), la bombilla eléctrica con filamento de carbono (1879), la central de generación eléctrica (1882) y ese cine primitivo que recibió el nombre de kinetoscopio (1891).

«La bombilla duradera ‒escribe el autor favorito de Bill Gates, Vaclav Smil, en Energía y civilización. Una historia (Arpa, 2018)‒ fue solo el principio: en los tres años posteriores a su inauguración, Edison presentó casi 90 nuevas patentes para filamentos y lámparas, sesenta vinculadas con máquinas magneto-eléctricas o dinamo-eléctricas, 14 con el sistema de iluminación, 12 con la distribución de electricidad y diez con medidores y motores eléctricos. Al mismo tiempo, él y todo su equipo, tradujeron estas ideas en realidades concretas en un periodo asombrosamente breve. La primera planta de generación de electricidad, construida por la compañía londinense de Edison en el Viaducto de Holborn, comenzó a transformar energía el 12 de enero de 1882″. 

Según John S. Gardner, había algo diferente en el laboratorio que este emprendedor abrió en Menlo Park, Nueva Jersey, y en el que más tarde construyó en la cercana West Orange. «En el centro de todo, estaba Edison. Encorvado sobre su banco de trabajo, experimentando, mientras supervisaba a otros colaboradores que trabajaban en el ‘Escuadrón del Insomnio'».

Edison sentado en su despacho, en torno a 1878.

En lo personal, Edison fue un jefe exigente y maniático, un padre complicado y un socio comercial que causaba dolores de cabeza. Pero su legado no tiene parangón: patentó 1.093 inventos en Estados Unidos. «Incluso alguno odioso también patentó, como la silla eléctrica ‒nos recuerda Lozano Leyva‒. Sin embargo, su mayor éxito y repercusión social conllevó a la vez su más estrepitoso fracaso». Quiso vencer a la noche y, con ese fin, salió de su taller la primera bombilla duradera. «Fue capaz de eliminar las noches de buenas zonas urbanas, dejando maravillada a la gente. Pero nada más, y ese fue su fracaso: la corriente eléctrica con que encendía aquellas luminarias no era adecuada. Su alcance no iba mucho más allá de los límites de un buen barrio».

Ese fue el punto débil que aprovechó su némesis en la llamada Guerra de las Corrientes, el serbio Nikola Tesla (1856-1943), creador del moderno suministro de electricidad de corriente alterna.

Con el método de Edison, la electricidad, como destaca Lozano Leyva, «fluía como el agua, perdiendo caudal conforme se alejaba de la fuente por tuberías cada vez más finas para llegar a los hogares y las farolas. Con el método de Tesla, haciendo esa corriente oscilante, la electricidad se podía transportar las distancias que permitiera la inversión monetaria y no las limitaciones técnicas. La distribución de la electricidad se abrió al mundo».

No obstante, la vanidad de Edison le llevó a iniciar una campaña sin cuartel contra Tesla. En aquel choque, el primero contaba con el respaldo de la General Electric, mientras que el segundo fue protegido por la Westinghouse Corporation.

Edison diseñó una guerra de desgaste, planteada para destrozar el prestigio de su enemigo. Le hizo un daño enorme, pero también le subestimó. Edison podía haber reconocido la falta de seguridad y el extraordinario coste de su corriente continua. Pero ese no era su estilo.

Con el tiempo, Tesla ha sido mitificado como un mago de la tecnología disruptiva. En cambio, Edison, pese a su genial intuición, ha sido descrito por los modernos biógrafos como un ídolo con pies de barro. Casi un explotador del talento ajeno. El serbio intuyó este cliché cuando escribió: «Mis enemigos han tenido éxito en mostrarme como un poeta y un visionario».

Y era cierto. Aunque quizá, como dice W. Bernard Carlson en su fascinante ensayo Tesla, inventor de la era eléctrica (Crítica, 2014), eso es justo lo que caracterizó a los cuatro personajes a quienes hemos dedicado este artículo: «Tesla nos recuerda que, como los poetas, los tecnólogos necesitan pensar mucho y soñar con osadía. Solo haciendo ambas cosas, seremos capaces de usar la tecnología, para, como dijo Tesla, crear un poco de cielo aquí en la tierra».

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