Manuela Vellés: «Ahora salir desnudo en una película está mal visto»
La actriz y cantante repasa su carrera y habla de sus próximos y variados proyectos
Desde sus primeras películas, Manuela Vellés (Madrid, 1987) demostró que, ángel o súcubo, podía desempeñar cualquier papel, y así ha seguido en quince años de carrera. En 2018, mostró al público que, además, era cantante, un camino por el que va a seguir (lo último que ha hecho es componer las canciones de El bus de la vida, de Ibon Cormenzana). La seriedad con que lleva a cabo todo lo que se propone le sale por los ojos, a la par que su belleza, y una firmeza especial reside en su sonrisa dulce.
PREGUNTA.- Tienes más de una docena de películas, otro tanto de series de televisión y, además, eres cantante y compositora. Tienes un disco que se llama Subo Bajo, de hace varios años. ¿Tú distingues entre la faceta de actriz y la faceta de cantante o están mezcladas?
RESPUESTA.- La distinguí al principio. Cuando empecé a trabajar como actriz, yo ya sentí «soy actriz, ya he escogido mi profesión» y lo de la música era algo que hacía en privado. Pero ahora me enorgullece pensar que toda la vida me dediqué a ella, desde que era niña… Me acuerdo de salir al balcón de mi casa a cantar a la gente que pasaba en la calle; aprendí a tocar la guitarra con 12 años. Mi padre me compró una guitarra, me apunté a clases jovencita, pero lo hacía totalmente como forma de expresión mía, en casa, con amigos. Siempre he ido con la guitarra a las fiestas y así. Mi primer disco, Subo bajo, surgió de una manera muy natural. «Voy a montar un concierto para cantar estas canciones que canto a mis amigos». Invité a mi familia, a mis amigos, y cuando salieron del concierto recuerdo, por ejemplo, a mi prima Clara decirme: «pero y ahora, ¿dónde vamos a escuchar tus canciones? No me dejes así, las tendrás que grabar». Ah, pues las tendré que grabar. Pero no había nada más allá de mi diversión. Cuando grabé el disco, hice algunos conciertos, fue el momento en el que ya vi en Wikipedia que ponía «Manuela Vellés, actriz y cantante», y pensé «ah, qué ilusión, se puede también ser esto en la vida, me puede tocar también ser cantante». Desde entonces, sí, lo he mezclado con mi profesión de actriz, he cantado en películas, o de pronto hay un personaje que que ven que interpreta una canción o que es cantante y entonces me llaman para hacerlo. Canciones de Subo Bajo han estado en proyectos…
P.- En una de tus primeras películas sales cantando.
R.- En Camino, sí. Uno cuando va viviendo no es consciente de las cosas en el momento, pero ahora digo: hombre, sí, la música ha estado siempre de la mano. En la segunda peli que hice, como tú bien dices, me tocó cantar y fue como un regalo.
P.- Y ahora compones las canciones de El bus de la vida, que dirige tu pareja, Ibon Cormenzana, y Dani Rovira se estrena como cantante. Está en cartelera este verano esa película. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
R.- El bus de la vida para mí ha sido un pistoletazo de nuevo en mi música. Me llamaron para componer tres temas, los compuse y los produjimos junto a dos chicos con los que he trabajado, Álex Moreno y Pablo Fergus. Las canciones las armamos para que el protagonista, que es Dani Rovira, las interpretara. Ya de cara al estreno, en la productora nos dijeron: «por qué no las sacamos también como temas originales que puedan escucharse antes de que salga la película, y entonces grabas con Dani las canciones, las cantas tú y tal». Y yo, encantada. Interpretando las canciones me doy cuenta de que, claro, las letras, que las había escrito para el personaje de Dani Rovira, en realidad también estaban hablando de mí. Me he sentido muy identificada con los temas. Y con Dani muy bien. No sabíamos que cantaba, y canta súper bien, y las dos voces juntas yo creo que han funcionado muy bien. Las canciones, sobre todo El bus de la vida —también están Una hormiga en el universo y Caballos de papel, son tres temas—, hablan un poco de atreverse a hacer las cosas, y te juro que me ha dado el pistoletazo de salida de algo. La película habla de no dejar para mañana lo que puedes hacer hoy. Si tienes algún sueño, algo que cumplir, imagínate que mañana te atropella un coche…
«Como actriz, me escondo en personajes, y como cantante de mis temas, me desnudo»
P.- Porque al protagonista le diagnostican un cáncer…
R.- O tienes un cáncer o lo que sea. Cualquier cosa que te acerca a la muerte en el fondo te acerca a la vida. Parece que hay que esperar a que nos pasen grandes cosas para valorar lo que de verdad es la vida, lo que quieres hacer. Siempre vas postergando. Y a mí lo de la música me ha vuelto a enchufar, ha sido como: a ver, yo quiero seguir haciendo música y está siempre latente en mí. Lo que pasa es que tienes miedos. ¿Ahora por dónde tiro? No sé si es la exigencia de uno mismo… Me doy cuenta que soy yo, a mí misma, la que me exijo, porque, en realidad, mi entorno es muy bueno. Tengo gente que me anima, me apoya. Pero me he dado cuenta que al final las cosas que me cuesta hacer son más de la exigencia propia y se me olvida que lo hago para disfrutar. Y la música para mí es disfrute. Lo bueno es que además me gano la vida más como actriz, que ya tengo esa cosa cubierta. La música quiero que siga siendo para mí como el extra, la diversión, el disfrute y la expresión artística de algo que hago porque quiero.
P.- Me acuerdo de una frase que dijo Leonor Watling en una entrevista: «una cantante actúa, una actriz obedece». ¿Tú estás de acuerdo con esto?
R.- Mi experiencia personal es que como actriz me oculto, me escondo en personajes, y como cantante de mis temas, me desnudo. Soy muchísimo más vulnerable porque son mis letras. De hecho, las canciones que lancé en Subo Bajo eran canciones que no estaban pensadas para el público. Las escribía yo en mi cama, un día bueno, un día malo, en mi intimidad, y fue abrir mi intimidad y mi persona. Es algo muchísimo más íntimo. Tiene eso de bueno y de malo. Cuando me entran miedos, digo: uf, exponerme así. En el teatro también pasa, pero bueno, en el teatro, lo mismo que en el cine, si estás con un texto que te han escrito, en un personaje que no eres tú, juegas. Si eres tú, pues… Ahí está la cosa de cuánto das de ti también. Hay una parte que me siento muy vulnerable. A la vez, en el proyecto que ahora quiero ir lanzando sigo siendo mucho yo, pero lo quiero hacer mucho más desde el baile, desde el disfrute, no una cosa tan íntima. Mi corazón también, pero desde otro lugar más disfrutón.
P.- Tienes también con tu pareja una productora, Mundo Cero. Yo me imagino en este mundo tan difícil la libertad que tiene que dar tener una productora y a la vez las dificultades de llevar una empresa cultural.
R.- Esa es otra pata que tenemos importante, que nace realmente como un sueño de Ibon Cormenzana, de hacer trabajo social, tal cual. ¿Qué puedo aportar yo al mundo desde mi conocimiento, que es hacer películas? Y se dio cuenta de que hacer películas con contenido social era lo que él más puede aportar. Porque al final conmueve muchísimo una obra artística, ya sea una canción o una película. Yo creo que el tema de ahora es llegar a los corazones, porque se nos olvida. Estamos muy mecanizados, como muy… No voy a generalizar, yo misma: como embarullada de tanta información, de tantas posibilidades… Creo que estamos un poco abstraídos de lo realmente importante y que hay que hacer trabajo de escarbar otra vez, volver al corazón, al alma, a las cosas importantes, a los valores, a la esencia. Mundo Cero nace de ahí y yo colaboro con él en todo lo que puedo. Hemos rodado ya dos películas, y una la estrenaremos a final de este año o principios del que viene, que se llama Cuatro paredes, en la que yo participo también del guion y soy actriz protagonista junto con Sofía Otero, la niña de 20.000 especies de abejas, que tiene nada más y nada menos que un Oso de Berlín, la tía. Y este proyecto va ligado con Save the Children. La idea es ligar cada película a una ONG. Que ellos nos digan en que están trabajando, qué les gustaría, en qué proyecto concreto están trabajando. Con Save the Children, por ejemplo, nos reunimos y ellos propusieron hablar de la pobreza en la gran ciudad. Porque con la pobreza que todos conocemos o que hemos visto mucho en imagen, lo primero que nos imaginamos es África, un niño desnutrido. Pero eso no es lo que está pasando aquí. De hecho, son niños que hasta pueden tener obesidad porque solamente comen arroz con tomate, que acceden a la a la escuela pública. Y claro, ahí hay una mezcla de economías, gente que tiene dinero medio, que es la base, pero luego hay pobreza. Hay gente que no llega a la economía básica y tú no te enteras, porque de hecho lo esconden más bien. La película es la historia de una madre y una hija que a lo largo de un curso escolar caen en pobreza extrema sin que en su entorno lo sepan. Así, a través del cine, creemos que puedes conmover y llegar al corazón y entender una historia. Si no, a lo mejor convives con gente que está viviendo eso dentro de su casa pero tú no te enteras.
P.- He hablado con gente que se dedica al cine de cómo ha cambiado la industria: salas de cines que cierran, gente que consume el cine de otras maneras… ¿Qué es lo que tiene en mente hoy un productor a la hora de poner una peli en el mercado?
R.- Pues hay de todo. O sea, están los positivos y están los negativos. Yo te puedo hablar de lo que pienso yo. Yo creo que esto tiene que ser una resistencia, porque los cines los seguimos queriendo. Sigue habiendo público en el cine, sigue habiendo citas de parejas en el cine, planes veraniegos, quieres meterte en una sala fresquita, comerte unas palomitas y compartir una peli sin el móvil, justamente por desintoxicarte, y no verla en tu casa, que al final estás levantándote setenta veces. Yo creo que se valora un montón el cine y que va a volver. Bueno, va a volver: está. Pero hay que resistir, porque claro, las salas necesitan no cerrar y hay que ver cómo. Yo cada vez que voy al cine digo: mira, es que es una economía que va a la cultura, y las palomitas me las compro aunque sean caras, claro que sí; las puedo comprar en una tienda más baratas, pero es que tiene que estar este cine abierto. Yo tengo esa mentalidad, y creo que se va a volver a valorar muchísimo, porque es inigualable compartir una película con más gente en una sala grande. Habrá cines que no puedan resistir y se cierren, distribuidoras que no lo vean ya posible. Mi ideal sería que hubiera una tarifa plana de cines, pero no se ponen de acuerdo, y entiendo que es muy complicado. Pero si hicieran como Spotify, y yo pagar al mes, no sé, 15 o 20 euros todos los meses por meterme en las salas de cine que quiera, eso sería mi ideal. Eso parece ser que es muy difícil porque seguro que no se me ha ocurrido a mí, se le ha ocurrido a alguien más que no lo consigue.
«El cine se va a volver a valorar muchísimo, porque es inigualable compartir una película en una sala grande»
P.- Tú empezaste tu carrera muy joven, con Caótica Ana, de Julio Medem, y Camino, de Javier Fesser, que se estrenaron con muy poco de diferencia. Y eran dos películas completamente distintas y dos papeles totalmente distintos que ya desde entonces mostraban todo tu potencial como actriz. Podías ser un ángel y también una bomba sexual. ¿Tú cómo recuerdas aquella experiencia, qué aprendiste?
R.- Yo recuerdo como pura aventura. La diferencia cuando pasan los años y trabajas es que te imaginas cómo va a ser la película en el cine. Yo en ese momento sólo lo vivía como quien te lleva de excursión, como si te vas a un casal. Para mí fue una aventura. A mí en Caótica Ana me viajaron por el mundo con un equipo de gente increíble que se convirtieron en mis amigos y para mí era un juego. Me disfrazaba: un día me ponían rastas, otro día me ponían una peluca negra. Yo no entendía muy bien nada de lo que estaba haciendo, solo era jugar. Y en Camino, lo mismo. Bueno, fueron dos directores increíbles. No entendía todavía muy bien la historia ni lo que Javier Fesser quería contar, pero ibas de la mano totalmente de estos autores en los que confiabas a ciegas. Claro, luego a lo largo de los años, a veces te tocan otros directores de los que pones en duda su trabajo, su propuesta. Pero yo con ellos dos era «confío a tope, lo que me digáis». Recuerdo esa etapa muy disfrutona, porque no tenía miedos, no tenía expectativas, tenía confianza, jugaba. Tengo que tener muy presente todo eso para que no se me olvide a lo largo de los años, cuando adquieres otras cosas. La madurez, por supuesto, yo disfruto un montón y y te da muchísimas cosas, pero esos valores que yo tenía no quiero que se me olviden.
P.- ¿Qué es lo que puede quebrar esa confianza a lo largo de una carrera?
R.- Bueno, en la vida luego tienes más responsabilidades, tienes que tener una economía para tener tu familia, también te pones exigente, te acercas a los 40 y ya empiezas a pensar en el balance de la carrera, lo que has hecho o lo que no has hecho, qué querías conseguir y qué no has conseguido. No sé, te pone seriedad, la seriedad encima. Y está muy bien, porque a la vez tengo mucha más serenidad. No me cambio por los 20 años para nada. Ahora hay que fusionar las dos cosas: tengo ganas de tener todo lo adquirido en madurez, pero no olvidarme de lo otro. Hacer la fusión ya sería la bomba. Aspiro a eso.
P.- Era un lugar común asociar el cine español con los desnudos. Y no estoy hablando solamente de la época del destape, sino incluso después. ¿Hay menos desnudos ahora? ¿Ha cambiado esa cuestión?
R.- Yo creo sí, yo creo que ahora no está nada de moda, de hecho. Salir desnudo en el cine yo creo que está mal visto, incluso. Sí, ha cambiado. Yo empecé con Julio Medem, y esa fue la película en la que más me he desnudado, empecé desnudándome. Después he tenido películas en las que también he tenido que desnudarme, en alguna escena de sexo y así. Recuerdo una en la que discutí bastante con el director: «Esta escena no hace falta«. Y él: «Sí, sí, hace falta para la trama, es muy importante, aporta mucho a la trama». Curiosamente la cortaron y luego no estuvo en la película, cosa que me alegro, pero me hubiera ahorrado hacerla, porque la verdad, según cómo, no lo pasas bien. Ahora hay que demostrar muy mucho que un desnudo es necesario. Está la naturalidad, en plan sales desnuda porque el plano ha hecho así y tú justo estabas, y te parece que no importa, porque es la libertad total, pero según cómo, tienes que justificar más por qué echan un polvo en ese momento y qué suma a la historia.
P.- Por lo que me cuentas, se nota claramente cuándo no. Una actriz sabe cuándo se lo están poniendo gratuitamente.
R.- Sí, sí, sí. Yo en eso sí que he estado ya más incómoda y que si no suma, pues que no, pero es que me ha pasado, que se ha quitado.
P.- Te han dado la razón.
R.- Sí, o he tenido escenas en las que he pedido «oye, mira, yo creo que aquí puedo estar con una camiseta», y me han dicho «sí, sí, no hay problema», o sea, no están focalizando ahora en eso.
P.- Siempre se asocia la carrera de una actriz y el mundo del cine con la parte glamurosa. Y no se piensa en…
R.- Uf, el esfuerzo que hay.
P.- …toda la parte dura. Los casting, los ensayos, las peticiones de trabajo, los agentes.
R.- Muchísimo.
«Creo que se podría mostrar mucho más todo el esfuerzo que hay detrás; en las redes justo ponemos lo contrario»
P.- ¿Qué es lo más duro del oficio?
R.- El otro día pasé un día entero —bueno, varios días enteros— con una amiga mía, Inma Barandica, que me hace de coach emocional y de coach artística. Yo justo estaba con la promoción de El bus de la vida, cantando en radios con mi guitarra, a la vez me salieron dos castings, uno era de una comedia, de una que se vestía de abogada súper sexy, la otra era de otra cosa totalmente opuesta… Iba con la guitarra, con una maleta de un casting, con otra maleta de otro, luego me llaman mis hijos, les hago videollamada para explicarles que estoy en Madrid, trabajando, que estoy bien, luego elegimos los modelitos… Y ella me dijo: «ojalá grabar todo, porque me he subido unos días a tu vida y flipo, flipo contigo». Del trabajo tan loco que tienes, de los esforzado que es, de la ilusión que tienes que poner, de la desilusión cuando no sale algo, de lo pensado que está todo. Y luego, eso, la vida personal, por supuesto, hacer los malabares que todos tenemos que hacer. Creo que se podría mostrar mucho más todo eso. En las redes luego justo ponemos lo contrario. Yo por eso quiero resetearme de las redes sociales, quiero tener menos inputs para ver yo lo que haría, porque estamos muy influenciados todo el día de lo que dirán.
P.- De los likes.
R.- Lo que ves al final es lo que tú crees que luego quieres hacer o mostrar. Si me hiciera mi Instagram de cero, pensaría qué quiero mostrar yo, o qué quiero aportar al mundo. No sé, resetear, empezar de cero para ver qué puedo aportar yo. Por supuesto si voy a estrenar un trabajo, ponerlo ahí, para que se vea y la gente vaya al cine, sí, pero a nivel personal, ¿qué quieres contar? ¿Al mundo qué puedo aportar? Estoy en un proceso de deshacerme un poco para volver a pensar en qué quiero hacer y cómo lo quiero hacer, y no tanto por la ola que me lleva.
P.- Has hablado de hijos. No sé cómo se lleva la maternidad y el cine. Pienso que las actrices de antes tenían hijos y bueno, siendo las divas maravillosas sin darle muchas vueltas. Ahora como que tenemos que pensar de más todo. ¿Cómo lo ves tú?
R.- Yo creo que hay de todo, igual que habría antes de todo. Yo he hablado con actrices que lo han pasado también fatal para hacer malabares. Hay todos los casos y en todas las épocas. Y yo lo que puedo decirte ahora qué pienso distinto a antes, es que tenemos una exigencia demasiado alta. Voy a volver a hablar de mí, porque a veces se generaliza. En mi caso, me exijo mucho como madre, me exijo mucho como actriz, me exijo mucho como pareja, me exijo mucho. Hacer malabares y que esté todo en el top, no se puede. Entonces, estoy intentando vivir mi vida por fases. En esta fase me estoy centrando ahora más en maternidad y vida cultural. Ahora quiero ir mucho al teatro y al cine y nutrirme.
«A lo mejor desaparezco un poco de la primera fila, pero un artista se tiene que nutrir para luego tener algo que contar»
P.- Claro, eso es alimento para la creación.
R.- Yo estoy nutriendo a mis hijos, pero a la vez, como creadora y como artista, me estoy nutriendo. Y a lo mejor desaparezco un poco de la primera fila, pero un artista se tiene que nutrir para luego tener algo que contar, estar un poco en barbecho. A ver qué pienso, qué quiero contar, quién soy yo ahora, qué quiero escribir en mis canciones o, si ahora ya produzco cine, qué historia quiero contar al mundo. No da para estar siempre dando, dando y estar en primera fila con algo interesante. En mi caso, ahora, por ejemplo, sí que tengo ganas de escribir canciones como loca y estoy escribiendo, y estoy contenta porque durante unos años he estado como ¿es que ahora no tengo nada que contar o qué? No, es que me toca vivir.
P.- Hay unos niños pequeños que cuidar.
R.- Claro, mis hijos demandando un montón, tienen tres y cinco años, pero claro, mi exigencia… Hablo contigo y me dirás «hija, es que si estás dando el pecho, con un niño tirándote del pelo…».
P.- Hemos pasado por ahí, además, con la misma diferencia de edad.
R.- Año y medio. Pues es que no, no te da. Pero claro, una vez que te dejan un poco de oxígeno y tú a ti misma te lo das, ya vuelve lo otro. Entonces, veo la vida por etapas, no hay que estar en on fire de todo a la vez.
P.- ¿Te acuerdas de algún momento que marcara el inicio de tu vocación o siempre quisiste ser actriz?
R.- A mí me influyeron muchísimo mis tíos Martín Casariego, Antón Casariego, Nicolás Casariego. Ellos me influyeron muchísimo porque estaban haciendo cine. Cuando yo tenía 13 años, estaban haciendo cine, escribían historias y yo iba a ver sus pelis: Dos por dos, con Ernesto Alterio… Vi mucho cine español en esa época. Por supuesto a Penélope Cruz en todas las pelis de esa época, en los 90.
P.- La niña de tus ojos fue un papel que marcó mucho su carrera.
R.- Buf, yo me aprendí esa canción, la bailaba, la cantaba, yo quería sí, ser actriz de cine. Mi inspiración vino por el cine más que por el teatro. Yo tocaba los guiones de mis tíos y me los llevaba al cole y con una amiga en la tarde nos íbamos al Vips y le decía «ay, ¿me lees las réplicas?», y jugamos a actuar.
P.- Qué maravilla.
R.- Con Y decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero, ese guion yo lo pedí y me lo imprimieron y yo jugaba a ser la prota. De hecho, en algún momento Martín me decía: «tú te podías haber apuntado al casting», pero la prota me sacaba tres años o algo así y eran tres años clave porque de 13 a 16, yo no podía hacerla. Pero sí, fue Martín el primero que me presentó alguna productora, a Mate Cantero, que me acuerdo que me miró y me dijo: «¿Tú quieres ser actriz?». Y yo: «Sí, sí». Y me dice: «Pues te tendrá que querer la cámara, porque si no te quiere la cámara…» Y yo: «Dios, que me quiera la cámara, que me quiera la cámara», porque era algo que no dependía de mí. Porque todo lo que yo pueda trabajar y esforzarme, pero si no te quiere la cámara… Era como si te dijeran que era el azar. Y luego no sé si me quiere la cámara o no me quiere, pero me quedé.
«Yo en el balcón cantaba a la gente y hablaba con mi tío Pedro Casariego y con Dios»
P.- Algo que no tiene que ver con la belleza, que es obvia y objetiva, sino con otra cosa.
R.- En el cine, sí, en el cine había algo que no dependía de ti. Que es también lo frustrante y lo duro de nuestra profesión. Porque a ver, yo puedo aprenderme súper bien el texto, ensayar muchísimas horas, pero si yo me pongo delante de una cámara y dicen «no», en un segundo pasan a otra. Y eres tú y piensas que no les gustas tú. Es muy duro porque piensas que es directamente contra ti.
P.- Has hablado de tu familia. Nacer en esa familia por parte de madre los Casariego, que son muchos hermanos con mucha sensibilidad artística, lo has dicho ya, no fue otra cosa que un aliciente.
R.- Bueno, y otro hermano de ellos, Pedro Casariego…
P.- PeCasCor, poeta de culto.
R.- Se suicidó cuando yo tenía seis años y me acuerdo muchísimo de ese momento. Yo hablaba con Dios y con él. Yo en el balcón cantaba a la gente y hablaba con Pedro y con Dios.
P.- Es increíble.
R.- Y me acompañaban muchísimo, ellos estaban ahí conmigo. Y yo no soy poeta, pero escribo mis canciones y creo que la inspiración de la poesía de Pedro me ha marcado.
P.- Poeta y dibujante maravilloso, también.
R.- Pintor, sí, sí.
P.- Actriz de cine, actriz de televisión, actriz de teatro, ¿qué te gusta más, sin contar la cuestión monetaria?
R.- Al final no es tanto por gustos, sino lo que te va pasando en la vida. Yo empecé en cine, así que he tenido mucho más trabajo en cine, en televisión también, y en teatro he tenido menos. Pero bueno, yo me formé como actriz de teatro, cuando me fui a escuelas.
R.- Con Juan Carlos Corazza, ¿verdad?
R.- Realmente en Jorge Eines, que es otro maestro argentino. Estuve en la escuela de Corazza también haciendo varios cursos. En teatro he actuado en el Teatro Español, que fue increíble esa experiencia para mí, y ahora tengo muchas ganas otra vez de hacer teatro, porque es cuando más actriz me he sentido, en un escenario. El escenario me gusta, me gusta mucho, me gusta el directo muchísimo, me encanta esa adrenalina. Lo que pasa es que sí, que al final te encajen los proyectos. Ahora con familia es más lío, porque el tema económico es verdad que en el teatro es más precario. Quieres, pero luego te tiene que llegar un proyecto que de verdad pueda tener sentido para ti. Y bueno, me gusta todo; son diferentes campos, pero me gusta todo.
P.- ¿Hay algún director con el que te gustaría trabajar que no hayas trabajado?
R.- Muchísimos, muchísimos. Y directoras. Tengo ganas de repetir con Paula Ortiz, por ejemplo, que con ella hice un papel muy chiquitito en La novia. Rodrigo Sorogoyen me encanta. En teatro, con Andrés Lima me encantaría.
P.- Sencillos placeres.
R.- Las Noches del Botánico, estos ciclos que ha habido de conciertos, eso es un plan de Madrid increíble. El año pasado fui a Rodrigo Cuevas, este año iba a ir a Julieta Venegas, pero no pude y fue una amiga en mi lugar. Pero cualquier concierto, o sea cualquier plan en vivo, yo te diría, y cualquier libro también. Recomendaba los libros de Alain Vigneau, que es maestro clown que tengo, que ha sacado hace poco un libro que se llama El camino al clown. De series me ha gustado mucho Muertos S.L. porque estoy ahora en el humor, me apetece más reírme. También estoy haciendo clown, y en el clown descubres que te ríes y lloras en los mismos niveles.