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Cultura

Teresa Bedman, la egiptóloga española que descubre crímenes y romances milenarios

En compañía de Francisco Martín Valentín, esta especialista lidera proyectos clave de la Egiptología internacional

Teresa Bedman, la egiptóloga española que descubre crímenes y romances milenarios

Teresa Bedman. | Cortesía del IEAE

Para el profano, el paisaje egipcio va transfigurándose a medida que la roca caliza y la arena descubren la presencia de fabulosas edificaciones. Necrópolis, templos y colosos de piedra: no hay imagen más perfecta de una civilización majestuosa, a medio camino entre este mundo y la eternidad. Con la paciencia cómplice de quien recorre ese paisaje más allá del tiempo, Teresa Bedman nos invita a conocer mejor la imagen que hoy arroja la ciencia del mundo faraónico.

Bedman, codirectora del Proyecto Visir Amenhotep Huy y del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto (IEAE) se formó en el campo de Egiptología en las aulas de la Universidad de Manchester. Desde niña, sintió gran afinidad con un Egipto próximo a la leyenda ‒como tantos otros, soñó despierta al ver Los diez mandamientos (1956), de Cecil B. DeMille‒. Hay pasiones que marcan, pero pocas que inspiren la necesidad de analizar los restos de un ajuar funerario con el rigor ‒como ella misma reconoce‒ de una policía científica que debe ir encajando pistas.

«Fue en 1990 ‒explica a THE OBJECTIVE‒ cuando me incorporé a las labores en pro de la Egiptología en España». Por aquellos días, Bedman comenzó a colaborar con Francisco Martín Valentín, doctor en Ciencias de la Religiones, fundador de la Asociación Española de Egiptología. «A partir de esa fecha, mi trabajo fue continuo y abordé todas las tareas que, normalmente, se desarrollan en esta disciplina. En 1997, fundé junto con el Dr. Martín Valentín el IEAE. Pero fue a partir del año 1998 cuando me incorporé a los trabajos de campo, con la codirección del primer proyecto del Instituto: el Proyecto Sen-en-Mut TT 353 en Deir el Bahari, Luxor, que culminó en el año 2008».

Francisco Martín Valentín y Teresa Bedman. | Cortesía del IEAE

Un relato de amor y ambición

¿Quién era Sen-en-Mut? Digamos que fue una de esas figuras notables que surgen en los momentos comprometidos de la Historia.

A la muerte de Thutmosis II, la jovencísma Hatshepsut se proclamó faraona de Egipto y Sen-en-Mut fue nombrado Mayordomo de la Casa del dios Amón. En su libro Reinas de Egipto. El secreto del poder (Alianza, 2007), Teresa Bedman nos recuerda que Sen-en-Mut construyó para su reina el Dyeser-Dyeseru, un gran templo funerario que la egiptóloga define como «un regalo de amor como no había habido otro antes».

La soberana amada por Sen-en-Mut también protagoniza otro ensayo escrito por Bedman y Martín Valentín, Hatshepsut, de reina a faraón de Egipto (La Esfera de los Libros, 2009). Bedman se enorgullece de las sucesivas ediciones de esta obra, en especial por su traducción al árabe: «Es un libro que se estudia en las universidades de Egipto».

Cuando comenzaron a excavar en el interior del hipogeo de Sen-en-Mut, comprobaron que la reina y él, un hombre de origen plebeyo, estaban «unidos en secreto, para toda la eternidad. Para nosotros, la investigación no había hecho más que empezar».

En las paredes de una cámara, hallaron jeroglíficos y dibujos, «una magnífica selección de textos religiosos cuyo conjunto constituye un auténtico libro ritual escrito sobre la piedra de los muros».

La obra más reciente de Bedman y Martín Valentín, El libro de las transformaciones luminosas de Sen-en-Mut (Almuzara, 2024), detalla ese descubrimiento. «Este nuevo libro -nos cuenta la egiptóloga- pone a disposición del mundo científico y del interesado en la Egiptología la primera publicación y traducción de esos textos jeroglíficos, inéditos, existentes en la primera cámara de la tumba de Sen-en-Mut en Deir el Bahari. Es el resultado de 15 años de trabajo».

El hipogeo de Sen-en-Mut fue descubierto en 1927 por Herbert Winlock, un egiptólogo estadounidense que trabajaba para el Museo Metropolitano de Nueva York. Sin embargo, nos dice Bedman, «habiendo sido un monumento estudiado por egiptólogos norteamericanos desde su descubrimiento, ha sido este equipo de egiptólogos españoles el que ha traducido íntegramente por primera vez los jeroglíficos de la tumba».

La tumba del visir Amenhotep Huy, en Asasif. | Cortesía del IEAE

En busca de las reinas del Nilo

Varios de los libros de Bedman nos presentan al elenco de figuras femeninas que protagonizó el drama faraónico. Algunas son mencionadas en el ensayo que la egiptóloga dedicó a la Gran Esposa Real del faraón Ramsés II, Nefertary. Por la que brilla el sol (Alderabán, 1990).

Son nombres que evocan un tiempo legendario: la reina «Merneith, durante la era Tinita; Hetep-Heres, madre de Kheops; Nitocris, la primera mujer que gobernó en solitario con el título de soberana de las Dos Tierras; Hatshepsut, la mujer que poseyó los atributos masculinos de la realeza egipcia; o la gran Tiy, para quien los asuntos del gobierno del universo sometido al faraón no tuvieron secretos»

La percepción que tenemos de estas figuras ha ido cambiando tanto como lo ha hecho el sesgo de los egiptólogos. «En el mundo de los faraones -explica Bedman-, la mujer disfrutó de un estatus de igualdad con el hombre. Es algo que, durante aquel tiempo, no existió en ninguna otra cultura del Medio Oriente antiguo. Pero la producción científica, desde la segunda mitad del siglo XIX hasta finales del siglo XX, estuvo influenciada por las corrientes de opinión existentes en los países que desarrollaron la Egiptología: Francia, Alemania o Inglaterra».

«Esa mentalidad -añade- estaba configurada por el puritanismo inglés y, en general, por las corrientes vigentes en aquel momento en toda Europa respecto al estatus de la mujer. Ello hizo que los egiptólogos de la época no tuvieran en cuenta la correcta interpretación de la realidad social del mundo faraónico. Aplicaron al análisis de esa realidad sus restringidos criterios sobre el papel de la mujer, lo cual produjo una visión deformada y limitada de la importancia del mundo femenino en aquellos tiempos. Pero en nuestros días, una lectura correcta de los textos antiguos permite comprobar lo muy avanzado del estatus social de la mujer egipcia».

Teresa Bedman en la capilla de la tumba del visir Amenhotep Huy. | Cortesía del IEAE

Un crimen y una prueba de paternidad

«En 2009 ‒continúa Bedman‒, nació nuestro Proyecto Visir Amenhotep Huy, en Asasif, también en Luxor. Lo codirijo con el Dr. Martín Valentín y sigue desarrollándose hasta la actualidad».

Volviendo al símil detectivesco propuesto por Bedman, este nuevo proyecto arqueológico se propone resolver una intriga criminal: por qué fue borrado de la historia Amenhotep Huy.

¿Qué papel desempeñaba este personaje? Pues nada menos que el de visir del faraón Amenhotep III durante el último tercio de su reinado.

Para empezar, tenemos el móvil de su más que probable crimen: la revolución monoteísta que consolidó Akenatón, el hijo de Amenhotep III.

El dios Atón (el disco solar) pasó a ser la única deidad del culto oficial del Estado, pero Amenhotep Huy, algo así como un líder de la oposición, se enfrentó a este giro político y religioso. ¿Y qué precio pagó por ello? Sin duda, el más alto. Su tumba en Tebas, que es la que explora el equipo, nunca se terminó. No obstante, tras un destino fatal, aquel mártir -como suele pasar con los mártires en todas las revoluciones- fue luego santificado en el acervo popular.

Reconstruir esta historia condujo a nuevas sorpresas. Una de las más importantes es la prueba de que ambos faraones, Amenhotep III y su hijo Akenatón, reinaron simultáneamente durante varios años. En palabras de Martín Valentín, este cambio cronológico «supone, muy seguramente, que Amenhotep III, y no Akenatón, fuera el padre de Tutankamón».

Martín Valentín y Bedman han dedicado a estos hallazgos otro libro, Amen-Hotep III el Aton resplandeciente, anatomía de un reinado (2022). Así nos lo explica la egiptóloga: «Es una propuesta de estudio exhaustivo del reinado de Amenhotep III (1360 a.C). Facilita los resultados de nuestros trabajos durante 14 años en la Tumba del visir Amenhotep Huy y propone una modificación de la cronología del final de la dinastía XVIII (1539-1292 a.C.). Esto tendrá indudables repercusiones en la historiografía egiptológica que se produzca de aquí en adelante».

Exposición ‘Los tesoros de la tumba del visir Amenhotep Huy’ (2021-2022), realizada en colaboración por el Museo de Arte del Antiguo Egipto de Luxor y la misión arqueológica española del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. | Cortesía del IEAE

«España se coloca entre los primeros países del mundo en esta materia»

Bedman nos ayuda a poner en contexto todos estos descubrimientos: «El ciudadano español debería considerar el dato de que tan solo hay 150 misiones internacionales no egipcias trabajando en yacimiento arqueológicos en Egipto. Eso le permitirá comprender la importancia de que una misión arqueológica española, en este caso la de la Fundación del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto, investigue directamente entre los restos de la civilización milenaria de los faraones y esté considerada al nivel de una muy selecta élite mundial».

«En segundo término -añade-, la Fundación está desarrollando un ambicioso proyecto de creación y consolidación de una escuela de Egiptología en lengua española. Potencialmente, ello implica incorporar a este exclusivo mundo de la investigación histórica a más de 600 millones de hispanoparlantes, con la trascendencia que esto pueda suponer. Desde este punto de vista, podemos reconocer que la ciencia española, en este área, se encuentra en los máximos niveles de prestigio internacional. España se coloca entre los primeros países del mundo en esta materia».

¿Mecenazgo o ayudas públicas?

La financiación de proyectos arqueológicos como este suele quedar en manos del Estado, a diferencia de lo que sucede en otros países donde el mecenazgo es una realidad. «Nosotros -comenta Bedman- siempre hemos creído que es la propia sociedad civil la que debe apoyar los proyectos de toda índole que salen de ella. Eso hace mas auténtico el sostenimiento y el futuro de dichos proyectos, puesto que los resultados científicos y culturales que se obtengan revertirán a dicha sociedad».

«De otra parte -continúa-, las ayudas estatales pueden condicionar la necesaria independencia y objetividad de los resultados científicos que se puedan obtener. Creemos en el modelo anglosajón de ayuda y financiación a los proyectos egiptológicos con preferencia al modelo convencional que se basa en la ayuda publica. Una mayor apertura de las mentalidades actuales, que incurren en el defecto de elaborar un numerus clausus basado en afinidades ideológicas, o simplemente en filias o fobias, sería un buen paso».

Teresa Bedman. | Cortesía del IEAE

El Instituto de Estudios del Antiguo Egipto

Gracias a sus proyectos arqueológicos y a una constante actividad docente y divulgativa, el IEAE nos permite asomarnos al pasado faraónico en nuestro propio idioma. Pregunto a Bedman por su experiencia compartida al frente de esta institución. «El balance es absolutamente positivo. Respondo en mi nombre y en el del Dr. Francisco Martín Valentín, presidente de lo que ahora es Fundación del Instituto de Estudios del Antiguo Egipto. El objetivo fue posicionar a España en el mundo de la Egiptología al mismo nivel que ha adquirido esta ciencia en otros países de nuestro entorno. Hoy, entre las instituciones dedicadas al desarrollo, investigación y docencia de esta ciencia estamos reconocidos, a nivel internacional, como una de las más prestigiosas».

«¿Mi sensación?… La de una meta alcanzada. Cuando comencé mis trabajos en el mundo de la Egiptología, se puede decir que ésta, prácticamente, no existía en España. A lo largo de los últimos 35 años, creo haber empleado mi vida de manera completa a la consecución de este objetivo, concebido junto a Francisco Martín Valentín. Ello implicaba sacar al mundo de habla española de su secular ausencia de este campo de estudios. La implementación de la Egiptología era una seña de identidad de los países avanzados del mundo. Como egiptóloga, considero que nuestra aportación en esta materia ha sido y seguirá siendo, del máximo nivel. Esto me produce una plena satisfacción con el ejercicio de mi profesión y su aportación a la sociedad en la que vivo y trabajo».

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