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'Bonnard, el pintor y su musa': sensualidad, felicidad, drama y arte

El ‘biomic’ muestra cómo la mujer de su vida alejó al artista de los sofisticados círculos culturales parisinos

‘Bonnard, el pintor y su musa’: sensualidad, felicidad, drama y arte

Un cuadro de Pierre Bonard. | Wikimedia Commons

La felicidad es bañarse desnudos en un río. Es lo que hacían Pierre Bonnard y Marthe, la mujer de su vida, cuando vivían en Ma Roulotte, una casa en la campiña en Vernon, a orillas de Sena. A Bonnard, que formó parte de los nabis -postimpresionistas influenciados por Gauguin- y cultivó un arte colorista y sensual, lo llamaron le peintre du bonheur (el pintor de la felicidad). Un tercio de su obra consiste en retratos de Marthe, entre los que destaca el conocido como La indolente (su título oficial es Mujer echada en la cama y se exhibe en el Museo de Orsay). En esta obra maestra aparece ella desnuda, con una pierna flexionada que deja ver su sexo, en contraste con el gesto pudoroso de taparse los senos. Es un lienzo temprano, de 1899, cargado de erotismo y que expresa la pasión que vivieron. Bonnard, el pintor y su musa de Martin Provost arranca en el momento en que ella empieza a posar para él y la pinta de este modo. 

El cineasta ya había dirigido dos biopics sobre mujeres del ámbito cultural: la pintora naif Séraphine de Senlis (Séraphine, que ganó siete premios César, incluido mejor película) y la escritora Violette Leduc (Violette), amante de Simone de Beauvoir. Ambas comparten infancias duras y esto las emparenta con Marthe de Méligny, la modelo, amante y después esposa de Bonnard, que en realidad no se llamaba así sino Maria Boursin. Su origen era muy humilde y con el cambio de nombre quiso darse aires aristocráticos. El artista no se enteró de la verdad hasta que se casaron en 1925 y hubo que mostrar documentos oficiales, ¡treinta y dos años después de haber iniciado la relación!

Bonnard, el pintor y su musa muestra cómo ella lo aleja de los sofisticados círculos culturales parisinos en los que no se sentía cómoda por sus orígenes modestos y secretos, y se lo lleva a la campiña. La película plasma de forma esplendorosa ese mundo de la capital mundial del arte: aparecen los colegas nabis -el que más papel tiene es Édouard Vuillard- y Misia Sert, uno de cuyos maridos fue mecenas de Bonnard. Ya instalados en Ma Roulotte reciben la visita del anciano Claude Monet y su esposa, que llegan en barca por el Sena, porque vivían cerca, en Giverny, el paraíso de los nenúfares. 

La cinta sintetiza etapas y se toma algunas licencias, pero en esencia reconstruye de forma fidedigna la relación amorosa entre el artista (al que interpreta de forma muy convincente Vincent Macaigne) y su musa (a la que da vida una intensa Cécile De France). Bonnard retrató muchas veces a Marthe desnuda, sumergida en una bañera, porque ella hacía curas de hidroterapia para combatir el asma que padecía. La dolencia da pie a una brillante escena en la que los gemidos de la desatada pasión amorosa se transforman de forma abrupta en los jadeos de un ataque de asma. 

La relación -con altibajos, tensiones y crecientes celos de ella- es el núcleo del largometraje y tiene dos ramificaciones. Por un lado, se muestra cómo esta pasión se convierte en obras de arte. Sin proponer un recorrido ni exhaustivo ni minucioso por la evolución pictórica de Bonnard, la película sí muestra la sensualidad de su trazo, su uso del color y el modo peculiar en que trabajaba, sin caballete, colocando el lienzo sin bastida en vertical en la pared. Por otro lado, aparece la tensión y después drama cuando en la vida de la pareja aparece la joven Renée Monchaty, joven estudiante de bellas artes que posó para Bonnard y se convirtió en su amante. El final de este triángulo fue trágico y dejó un desgarro espiritual en el artista que, durante una estancia en Roma con su amante, se lamenta ante un Caravaggio en una iglesia de que él jamás será capaz de plasmar de tal modo la verdad porque su plácida vida poco tiene que ver con la del turbulento genio barroco. 

En la realidad, Bonnard tuvo otra amante, Lucienne Dupuy de Fennelle, que no aparece en la película. Era la esposa de un médico y se ha especulado sobre si su segundo hijo tal vez no fuera del marido sino del pintor. 

Con esta película, Bonnard se suma a la lista de genios del impresionismo y el postimpresinismo cuyas vidas han sido llevadas a la pantalla. El más reiterado es Van Gogh, por su perfil de genio perturbado que resulta dramáticamente atractivo: el clásico El loco del pelo rojo en el que lo interpretaba Kirk Douglas y después Vincent y Theo de Altman, Van Gogh de Maurice Pialat y Van Gogh, a las puertas de la eternidad de Julian Schnabel. También contiene altas dosis de drama la historia de Camille Claudel y Rodin, que dio pie a La pasión de Camille Claudel (ganadora de seis César, incluido el de mejor película). Y aquí me permitirán reivindicar la muy vapuleada Rodin de Jacques Doillon, que se acerca con extrema sensibilidad a la figura del escultor y esquiva el cliché del monstruo que aplastó a Camille Claudel para reivindicarlo como el monumental y radical artista que fue. Drama había también en la vida de Toulouse-Lautrec (Moulin Rouge de Huston) y de Gauguin (Gauguin, viaje a Tahití. con Vincent Cassel). En cambio, Renoir, interpretado por el gran Michel Bouquet, presentaba al pintor ya anciano, empeñado en seguir plasmando en sus lienzos la belleza y la sensualidad, mientras su hijo -el futuro cineasta Jean Renoir- partía hacia las trincheras de la Primera Guerra Mundial

Bonnard se parece mucho a Renoir en este intento de atrapar la belleza del paisaje y la sensualidad del cuerpo femenino. La cinta de Martin Provost está recorrida por una permanente tensión entre la celebración de la vida y la amenaza de la muerte: un médico que visita a Marthe por el asma le dice al pintor que se prepare, porque su mujer morirá joven a causa de su corazón débil, aunque al final no fue así. La última parte de la película se sitúa en Le Cannet, en la Costa Azul, donde, ya ancianos, vivieron sus últimos años. Allí, mientras ella se apaga, Bonnard pinta un almendro que ha florecido. El cineasta se permite una pequeña licencia temporal, ya que Marthe falleció en 1942 y ese cuadro, El almendro en flor (hoy en la colección del Pompidou) es de 1947, el año de la muerte del artista. Fue el último cuadro que pintó. Se despidió celebrando la vida. 

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