Las Brigadas Internacionales: peones de Stalin
En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches repasa la trayectoria de aquellos personajes que tuvieron una vida truculenta
Las Brigadas Internacionales constituyen unos de los mitos románticos de la izquierda respecto a la Guerra Civil. Pocos dicen que fueron manejados por Stalin para desestabilizar Europa, probar cuestiones militares y para la propaganda del comunismo como proyecto solidario antifascista. Tampoco hay que olvidar que muchos brigadistas vinieron a España a matar en defensa de una idea, otros llegaron engañados a nuestro país y fueron carne de cañón.
En 2016 murió Delmer Berg, el único superviviente de la Brigada Lincoln. En una de sus últimas entrevistas dijo que «fuera de España, la Guerra Civil es como Historia Antigua». Pertenecía a esa generación de jóvenes simpatizantes con la utopía soviética y las ideas socialistas, que decidió combatir al fascismo. En aquellos días un buen número de intelectuales estadounidenses saludaba a la Unión Soviética como el inicio de una nueva Era, como la Liga de Escritores Norteamericanos, que agrupaba a unas ochocientas personas, y animaba a luchar contra el capitalismo. Al tiempo, proliferaron en Estados Unidos las organizaciones socialistas, incluso el Partido Comunista. La consigna de Stalin de 1935 de combatir al fascismo ya fuera uniéndose a los antes despreciados socialdemócratas o con las armas en la mano, caló en parte de aquellos chicos. Surgieron entonces locales de reclutamiento bajo el cartel de Amigos del Batallón Abraham Lincoln, y otros con el nombre de Washington y John Burns. No era un secreto para nadie que detrás estaba el dinero ruso.
La mayor parte de los alistados eran profesionales y trabajadores de clase media, ya fueran médicos, abogados o periodistas, tanto como marineros, obreros de la construcción, y, claro, desempleados. En su mayoría procedían de los grandes centros industriales y urbanos, tales como Nueva York, Los Angeles, Pittsburgh, San Francisco, o Detroit.
Los primeros salieron hacia España desde Nueva York el día de Navidad de 1936. Embarcaron en el Normandie poco más de 3.000 hombres blancos y negros. Delmer Berg, como muchos otros, llegó a Le Havre (Francia), y pronto fue encaminado a la sede del Partido Comunista para su organización. El Batallón Abraham Lincoln fue incluido en la XV Brigada Internacional, y el presidente Largo Caballero los integró en el Ejército Popular de la República. No tenían experiencia, y tras pasar por Figueras, recibieron instrucción, parece ser que no muy buena, en Tarazona de la Mancha (Albacete) y Villanueva de la Jara (Cuenca). Poco después sería el bautismo de fuego, nada menos que en la batalla del Jarama, del 6 al 27 de febrero de 1937. Al mando del Batallón estaba el profesor universitario Robert Merriman, que tras las primeras bajas tuvo que atrincherar a los suyos. La fe y el ánimo no compensaba su inexperiencia y las bajas fueron considerables.
El Batallón fue luego enviado a Brunete para detener el avance de las tropas franquistas. Allí estuvieron al mando del coronel Janos Galicz, un comunista húngaro cuya ineptitud llevó al desastre a sus hombres, y que acabaría muerto en la Gran Purga estalinista de 1938. El 19 de agosto de ese año, días después de la victoria de Brunete, se les envió al frente de Aragón, por lo que tomaron parte de la batalla de Belchite y luego en la de Teruel. Las bajas eran tantas que el Batallón Lincoln se fusionó con otros, incluidos españoles, para seguir funcionando. Acabaron huyendo hacia Caspe de forma desorganizada. Merriman cayó prisionero y desapareció, lo que hace temer que fue ejecutado en el acto. Muerto también el oficial negro Oliver Law, fue Steve Nelson, afiliado al Partido Comunista de Estados Unidos, el que se puso al mando. Las autoridades republicanas quisieron subirles la moral entregándoles un reloj a diez voluntarios destacados por su valor y, a finales de marzo, recibieron la visita de cuatro mujeres de las Juventudes Socialistas para arengarles.
Los americanos de la Brigada Lincoln siguieron luchando hasta que Negrín anunció a la Liga de las Naciones la retirada de las Brigadas Internacionales el 21 de septiembre de 1938. La imagen era clave, y más para el comunismo, que había tomado España como pieza decisiva de su estrategia europea, por lo que se organizó un homenaje a las Brigadas Internacionales. El 29 de octubre desfilaron por Barcelona. Allí les despidió Dolores Ibárruri, La Pasionaria, diciendo: «¡Banderas de España! ¡Saludad a tantos héroes, inclinaos ante tantos mártires!». Y esperaron la repatriación. En el momento de la toma franquista de Barcelona, el 26 de enero de 1939, muchos americanos exbrigadistas huyeron a Francia, pero más de noventa fueron capturados, y llevados primero a Alcañiz, luego a Zaragoza y acabaron en la prisión de San Pedro de Cardeña en Burgos. Los ocho últimos presos fueron puestos en libertad entre febrero y marzo de 1940. De los aproximadamente 3.000 que llegaron, la mitad murió en combate.
El mito del Batallón Lincoln lo inició Ernest Hemingway, que estuvo con los brigadistas en España hasta en cuatro ocasiones. De hecho, se dice que Merriman fue el modelo para Robert Jordan, el héroe de Por quién doblan las campanas (1940). La imagen del joven que va a luchar por ideas políticas a otro país y pierde su vida en el empeño conquistó entonces muchos corazones, algunos de ellos previamente condicionados por la propaganda soviética. La poeta Genevieve Taggard compuso un poema en 1941 a los de la Lincoln que decía: «Que ya no son jóvenes, que jamás aprendieron/ las artes, las cautelas de la paz».
A su vuelta a Estados Unidos hicieron campaña a favor de la entrada de su país en la Segunda Guerra Mundial, y muchos de ellos se alistaron para combatir a los nazis en Europa y a los japoneses en la Guerra del Pacífico. Los supervivientes, unos 500, siguieron ligados a organizaciones obreras, y sufrieron la «caza de brujas». En concreto, Steve Nelson fue acusado de sedición y condenado por la Corte Suprema de Pennsylvania a 20 años de prisión, de los cuales solo cumplió seis. Los demás se asociaron en la Veterans of the Abraham Lincoln Brigade, con reuniones anuales, y editaron un periódico titulado The Volunteer.
Pero, aparte del idealismo, la historia del Batallón guarda mucha controversia. Algunos dicen que no eran voluntarios, sino comunistas norteamericanos que seguían órdenes del Partido. Otros indican que los oficiales soviéticos les obligaron a entrar en batalla contra su voluntad. Y los más, que aquellos brigadistas formaron parte del objetivo de Stalin de relacionar la causa republicana con la de la Unión Soviética y el comunismo internacional, piezas sacrificables de un rompecabezas geoestratégico. Por eso, la sorpresa fue mayúscula cuando aquellos comunistas supieron que Stalin y Hitler habían firmado un pacto de no agresión y reparto de regiones europeas, el Ribbentrop-Mólotov, al poco tiempo de concluir la guerra civil española.
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