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El fenómeno literario que explica la Guerra Civil con el realismo mágico: «Fue un salto al vacío»

El escritor David Uclés ha publicado ‘La península de las casas vacías’, que aborda sin maniqueísmos el conflicto bélico

El fenómeno literario que explica la Guerra Civil con el realismo mágico: «Fue un salto al vacío»

El escritor David Uclés. | Víctor Ubiña

La península de las casas vacías es una radiografía del dolor. David Uclés (Úbeda, 1999) cuenta en este libro editado por Siruela la historia de descomposición de su familia, la deshumanización de un pueblo y la desintegración de un territorio. Con él ha revolucionado el mercado editorial y ya va por su séptima edición. Un libro (otro más) sobre la Guerra Civil, pero con la originalidad de afrontarla desde el realismo mágico, un género literario que despierta inevitables comparaciones con Gabriel García Márquez.

Uclés no pestañea. A tenor de las ventas y el eco que ha tenido, la obra ha resultado exitosa. Pero, ¿qué lleva a un joven escritor a querer abordar la Guerra Civil? En esta entrevista con THE OBJECTIVE reconoce que fue «un salto al vacío». Cuenta que su idea era escribir un libro que indagara sobre los orígenes de su familia, pero para la suya, como para el resto de familias españolas, el conflicto bélico no resultó un simple telón de fondo.

El joven escritor se dio cuenta de que no podía dejar la Guerra Civil a un lado. Su libro ha resultado ser una obra ambiciosa y lograda de ese conflicto fratricida: «Me he informado y lo he puesto todo. Afecta a la izquierda y a la derecha». En sus páginas no aparecen «militantes», sino «héroes anónimos», porque su interés radica en contar la microhistoria. Y no cualquiera, la de su familia, natural de Quesada, un pueblo de Jaén con 5.400 habitantes al que llama Jándula. También ha cambiado el nombre de sus parientes «aunque casi todos están muertos».

PREGUNTA.-¿Jándula es el Macondo español?

RESPUESTA.- ¿Pues por qué no? Cualquier pueblo de la península ibérica hubiera servido porque están llenas de costumbres y cada uno tiene su peculiaridad. Quesada, por su condición, está metida en un valle, está muy aislada del resto de la provincia. Entonces ha mantenido mucho la cultura y es como si el tiempo hubiera pasado más lentamente allí. Quizá elegí Quesada porque es la ciudad de toda mi familia, pero tiene condiciones de pueblo aislado que puede también parecer ese Macondo rodeado de la ciénaga. Tiene algunas similitudes.

Uclés, cuando habla, hace referencia a la península ibérica, esa piel de toro que se extiende más allá de España. Y, de hecho, su libro ocurre en un país llamado Iberia. La pregunta es inevitable.

«Soy iberista»

PREGUNTA.-¿Y por qué Iberia y no España?

RESPUESTA.- Porque soy iberista. Aunque parezca mentira, soy poco político, pero soy muy militante de Iberia. Quería que en todas mis novelas no existiera España. Y de hecho, en las tres que he publicado antes, no existe. Mi maestro fue José Saramago, que era iberista, y mediante su lectura me convenció. Miguel de Unamuno también tenía ideas iberistas, Fernado Pessoa… Creo que se evitarían muchos problemas.

P.- Es decir, ¿no es solo una cuestión literaria, sino también política?

R.- Más que política, romántica. En mi día a día concibo más Iberia que España. Cuando estoy en el extranjero y me preguntan de dónde soy, digo que soy de la península ibérica.

Realismo mágico

Volvemos a la literatura. Hay pocas obras que expliquen la Guerra Civil bajo el género del realismo mágico. Uclés añade que hay alguna «de tinte fantástico» pero poco más. «No quise escribir sobre la guerra. Yo quería hacer ese Macondo ibero con una historia de mi familia. Y la guerra estaba de fondo».

Ha estado más de diez años escribiendo La península de las casas vacías y, con tanta investigación sobre el pasado común, acabó por hacer un libro sobre la Guerra Civil. Sin maniqueísmos. «Intento ponerme del lado de los individuos que forman parte de la microhistoria, no de la macrohistoria. Es decir, me pongo al lado de aquellos que se vieron arrastrados al conflicto sin ser militantes. Esos son los que a mí me interesan», abunda.

«Me pongo al lado de aquellos que se vieron arrastrados al conflicto sin ser militantes. Esos son los que a mí me interesan»

Sin maniqueísmos

Uclés retrata episodios de la vida de «héroes anónimos» más que de los «militantes»: «Las piezas de ajedrez que estaban en las grandes ciudades, dirigiendo batallas, me interesan menos. Lo que he hecho ha sido no soslayar nada. He leído, me he informado y todo lo que me he informado lo he puesto. Afectará peor a la izquierda o a la derecha».

Más allá de este retrato fidedigno de los acontecimientos que sucedían entre vecinos y familiares, que narra sin apriorismos ideológicos, deja claro que a nivel «macro» hubo «buenos y malos» y su lección es que «las leyes de memoria histórica son necesarias».

PREGUNTA.- ¿Hubo buenos y malos en la Guerra Civil?

RESPUESTA.- Claro que hubo buenos y malos. Los malos son los que provocaron el golpe de Estado e instauraron luego la dictadura. A nivel macro, son los malos. A nivel micro, cualquiera que cometiera una venganza, fuera del color que fuera, cualquiera que impulsara una batalla, que sacara presos de una cárcel para matarlos… Hay que distinguir entre niveles. A nivel micro, a veces simpatizo por el bando republicano, otras veces por el nacional. Depende del pueblo, de la situación, de la venganza.

libro Guerra Civil
El escrito David Uclés/ Foto: Víctor Ubiña

P.- Dice que cuando empezó la novela no se iba a hablar de la Guerra Civil. Y al séptimo año de empezarlo se dio cuenta de que sí. ¿No pensó que una novela sobre la Guerra Civil estaba muy trillada?

R.- Sí, sí, sí. De hecho, yo intenté desde el primer momento publicarla. El primer manuscrito fue a los 21 años. Tengo 34 y yo lo envié a editoriales. Me decían que adónde iba. Una editora me humilló. Me dijo que la Guerra Civil con realismo mágico no vendía. Entonces me dediqué a otra cosa. Escribí mi primera, mi segunda novela, pero nunca dejé esta. Siempre la fui construyendo. Tuve que empezar por otro lado y me dije que si el día de mañana tenía un poquillo más de voz, intentaría esta novela que es la novela de mi vida.

P.-Y el libro del año, según muchos críticos.

R.- Pues ojalá. Eso, eso dicen. Pero bueno…

P.-¿Ha conocido gente que sufrió la represión franquista o gente que se ha acercado a usted por el libro?

R.- En la Feria del Libro se me acercó llorando una señora que estuvo en La Desbandá, de niña. Otra mujer que sobrevivió a Guernica, un hombre que su padre vio la masacre de la Plaza de Toros de Badajoz. Otro hombre que no conoció sus padres porque lo se lo llevaron en barco desde el País Vasco a Irlanda. Una mujer que los republicanos mataron a su tío solo porque tenía un carnet de la CEDA, sin ser militante ni nada.

P.-¿Podemos decir que su libro ha tenido un papel sanador?

R.- Muchos lectores me lo agradecen. Y, sobre todo, me dicen que sus padres o abuelos sufrieron este episodio o tal otro, que no se lo contaron y que ahora lo ven en mi novela. Como si hubiese un poco de su testimonio en ella, y eso a mí me alegra mucho.

P.- Primo Levi hablaba del deber de memoria. ¿Corremos el riesgo de que la Guerra Civil caiga en el olvido?

R.- Hay que contarlo, sobre todo si no está cerrada la herida, porque las guerras carlistas no veo yo ahora que haya que contarlas. Pero la Guerra Civil sí, hasta que se cierre esa herida.

«Hay que contar la Guerra Civil hasta que se cierre la herida»

P.- ¿Su libro es una revancha?

R.- ¿Con quién? ¿Contra quién?

P.- Contra el sufrimiento de su familia. Esa deshumanización que soportaron distintas generaciones.

R.- La península de las casas vacías denuncia o expone a todos aquellos que cometieron atrocidades. Si el lector no tiene ganas de leer y de ver quién las cometió, que no lo lea.

P.- ¿Y qué dice su familia?

R.- Está orgullosa de mí. Al principio no querían que la escribiera. Fue un salto al vacío. Mi padre estaba muy cabreado de que escribiera esto, y ahora está superorgulloso. Kafka decía que su padre nunca estuvo orgulloso, y en este caso estoy muy feliz de que mi padre lo esté. Más vale tarde que nunca.

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