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Ilustres olvidados

García de Toledo, el marino que 'ganó' la batalla de Lepanto sin participar en ella

Este militar ideó un mecanismo que dio una ventaja clave a las galeras cristianas contra las otomanas

García de Toledo, el marino que ‘ganó’ la batalla de Lepanto sin participar en ella

García de Toledo. | Archivo

El pasado lunes fue 7 de octubre y se cumplió un nuevo aniversario de la batalla de Lepanto, que Cervantes definió como «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros». La efeméride es una excusa para hablar de uno de los hombres clave para asegurar la victoria cristiana en aquella jornada.

Por la naturaleza de este podcast, no nos fijaremos en ninguno de los nombres conocidos de aquella batalla. Ni en el propio Cervantes ni en el jefe de la escuadra cristiana, Don Juan de Austria, ni en el comandante más decisivo aquel día, Álvaro de Bazán. Hablaremos, en cambio, de un hombre que no estuvo presente en la batalla y que, no obstante, contribuyó decisivamente a la victoria, García de Toledo Osorio.

García de Toledo, un hombre al servicio de la Corona

García de Toledo nació en Villafranca del Bierzo en 1514. Su padre era virrey de Nápoles Pedro Álvarez de Toledo, también marqués de Villafranca, por lo que el joven creció en un ambiente noble y de poder. Eso facilitó que con sólo 21 años pasase a mandar la flota de Nápoles, formada por siete galeras, y pasase a navegar a las órdenes del famoso almirante Andrea Doria en expediciones contra los turcos.

Sus campañas le llevaron por todo el Mediterráneo, incluido el norte de África. Por ejemplo, participó en la toma de la ciudad tunecina de Mahdía, donde tenía su base Dragut, uno de los piratas otomanos más temidos de su tiempo. Esta victoria le supuso a García gran fama, que acabó en su matrimonio con Vittoria Colonna, emparentando con una de las familias más poderosas de Italia.

La vida de García de Toledo se resume diciendo que fue un incansable servidor de la Corona allá por donde fue. Aunque dificultades no le faltaron, sus méritos militares y políticos se fueron premiando con posiciones de cada vez mayor prestigio. Así, fue virrey de Cataluña, después de Sicilia y, finalmente, capitán general de la Mar.

Una de las claves de Lepanto

Pero volvamos a Lepanto. Cuando se produjo la singular batalla contra el turco, García de Toledo ya rondaba los 60 años, lo que le apartó de la primera línea. Ello no obstó, sin embargo, para que su contribución desde la distancia fuera esencial.

La flota cristiana, mandada por Don Juan de Austria, se dirigió hacia las aguas griegas del Peloponeso para entablar combate contra la armada turca, liderada por Alí Pachá, el hombre de confianza del sultán. Los otomanos eran ligeramente superiores en número de naves y de hombres, además de ser los únicos marinos que podían asemejarse a españoles e italianos. No en vano lo que se jugó en Lepanto, ante todo, fue el dominio del Mediterráneo y la posibilidad para los cristianos de limpiar aquellas aguas de piratas berberiscos, que con tanta frecuencia asolaban sus costas.

Combate naval de Lepanto, por Juan Luna (1887), expuesto en el Senado.

El hermanastro de Felipe II dividió sus fuerzas en cuatro secciones. Por el flanco izquierdo, el veneciano Agustino Barbarigo conducía algo más de cincuenta galeras; por el derecho, el genovés Juan Andrea Doria, con otras tantas; y, por el centro, el propio Juan de Austria, al mando de la nave capitana y de otras 63 galeras. Por último, un cuarto grupo de combate quedaba en la reserva mandado por Álvaro de Bazán, cuya intervención fue fundamental en el desenlace de la batalla.

De un cañonazo, la Sultana, la embarcación de Alí Pachá, retó a la nave capitana donde navegaba Juan de Austria, La Real, que no dudó en responder y lanzarse a la pelea. El resultado, tras una ardorosa refriega, fue la decapitación del almirante otomano, que provocó un serio golpe a la moral de los turcos.

Con todo, Álvaro de Bazán tuvo que salvar el día en dos ocasiones para la escuadra cristiana, primero cuando el veneciano Barbarigo pereció en combate y peligró el flanco izquierdo de la formación, y más tarde cuando el capitán turco Uluj Alí rebasó al genovés Doria y quiso aplastar el centro cristiano desde la derecha. Por el camino, tuvo tiempo de echarle una mano a Juan de Austria en su duelo con Alí Pachá.

Batalla de Lepanto (anónimo) – Museo Marítimo Nacional de Londres.

Un partido ganado ‘en la pizarra’

Pero, aparte de la aguerrida pericia de los marinos cristianos, otro factor fue fundamental en la victoria de la Santa Liga. Y aquí es donde entra García de Toledo. Suya fue la idea de modificar las galeras cristianas antes de tomar contacto con los turcos.

Desde tiempos de la Antigua Grecia, una de las tácticas de combate más básicas en el mar consistía en que las embarcaciones se embestían unas a otras con el llamado espolón de proa, una prolongación de bronce o de hierro situada en la parte delantera de la nave que actuaba como ariete en el casco del adversario.

Pues bien, Juan de Austria dio luz verde a la idea de García de Toledo de retirar esta pieza de las galeras cristianas, lo que suponía una innovación de primer orden en la época. De esta forma, las naves ganaban una ventaja para su ya de por sí superior artillería. Al perder el peso delantero del espolón, los cañones podían disparar desde un ángulo ligeramente superior y, por tanto, desde una mayor distancia.

La estratagema permitió a las naves cristianas infligir un daño más severo a las galeras turcas antes de llegar a una distancia de abordaje. Los artilleros cristianos barrieron las cubiertas otomanas sembrándolas de cadáveres y desequilibraron el combate. Los números no mienten: se calcula que 40.000 turcos perecieron aquel día en Lepanto, cuatro veces más que los de la Santa Liga. No en vano, las campanas de las iglesias de toda la cristiandad repicaron para celebrar la victoria. Un éxito en el que no hay que olvidar a García de Toledo.

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