Lola López Mondéjar: «El capitalismo digital fomenta sujetos desprovistos de crítica»
La ganadora del Premio Anagrama de Ensayo analiza la crisis del relato personal en la sociedad postindustrial
La psicóloga y escritora Lola López Mondéjar (Molina de Segura, 1958) conversa con una calma que contrasta con la intensidad de sus ideas. Nos encontramos para hablar de su más reciente libro, Sin relato. Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad, ganador del Premio Anagrama de Ensayo 2024.
López Mondéjar ha dedicado gran parte de su carrera a escribir ficción y, también, ensayos. En estos últimos, se centra en explorar los rincones más complejos de la psique y su relación con la sociedad contemporánea. En este último libro, un ensayo profundo y provocador, analiza la falta de relato autobiográfico en los seres humanos y cómo esta carencia refleja una desconexión interna que atraviesa nuestra era.
Al preguntarle qué la motivó a escribir este libro, si fue su investigación o sus pacientes, comenta que este ensayo nace de otro libro ya publicado por la editorial Anagrama, Invulnerables e invertebrados (2022), donde también hablaba de los «hombres huecos», un concepto que tomó prestado de T. S. Eliot. «En ese ensayo exploraba la incapacidad de muchas personas para contarse a sí mismas, un fenómeno que observaba con frecuencia en mi consulta. Era como si carecieran de un mundo interior, como si su mente estuviera llena de serrín, de pensamientos prestados, simplistas y superficiales, tomados de eslóganes mediáticos o mantras populistas«.
Lola López Mondéjar explica que este vacío narrativo no es un problema individual aislado, sino un síntoma de un sistema más amplio. «El capitalismo digital, que domina nuestra era, fomenta individuos adaptados al consumo y a los ritmos vertiginosos de la tecnología. Son sujetos desprovistos de crítica, cuya existencia se adapta mejor al sistema si no se interrogan demasiado. Esto es muy distinto del ideal humanista de la Ilustración, que promovía la reflexión, el conocimiento de uno mismo y el pensamiento crítico», añade.
Al explorar las raíces históricas de este fenómeno, la escritora señala que no es algo nuevo, aunque en la actualidad haya alcanzado nuevas dimensiones. «Desde la Revolución Industrial hemos visto cómo los avances tecnológicos han acelerado la vida humana, moldeando nuestra psique y nuestra forma de estar en el mundo. Sin embargo, el ritmo de esta evolución ha superado nuestra capacidad de adaptación, creando un desajuste entre lo que somos y lo que se nos exige ser. Esta desconexión se ha intensificado con la llegada del capitalismo digital y de vigilancia, que nos atrapa con una lógica de hiperadaptación al consumo«.
Individuos adaptados al consumo
Le pregunto entonces por la referencia en su libro al concepto del «goce lacaniano», un término que aparece en varios pasajes de su obra y que puede llevar a malinterpretaciones. La autora lo aclara con precisión: «El goce no es placer. Es desmesura, autodestrucción. Es lo que sucede cuando alguien, incapaz de gestionar su malestar a través de la palabra o el relato, recurre a actos impulsivos para aliviarlo. Por ejemplo, el maltratador que golpea a su pareja no reflexiona sobre su ira, simplemente reacciona. La palabra tiene la capacidad de mediar nuestras emociones, de construir un mundo interior y de frenar nuestras reacciones automáticas. Pero cuando falta el relato autobiográfico, estamos más expuestos al vacío y a estos ciclos destructivos», afirma.
Al abordar el papel de las redes sociales en esta problemática, la psicóloga y ensayista no escatima en críticas. «Las redes son máquinas diseñadas para captar nuestra atención, y no lo hacen de forma inocente. Priorizan el insulto, la polarización y los mensajes simples, porque estos generan más reacciones. Esto fomenta cámaras de eco, donde solo escuchamos discursos que refuerzan nuestras creencias o nos enfrentan directamente a quienes consideramos enemigos. Así, se elimina la posibilidad de debate y matices. Este mecanismo no solo incrementa el odio, sino que también pone en riesgo la democracia. El diálogo y el reconocimiento mutuo son esenciales para convivir en un mismo planeta, pero las redes nos están convirtiendo en enemigos unos de otros«, afirma.
A medida que avanzamos en esta conversación, surge una duda con atisbos de esperanza: ¿es posible revertir esta tendencia, especialmente entre las generaciones más jóvenes, que han crecido en un entorno digital? Le comento esta pregunta, a lo que responde la autora sin pesimismo, pero sin apelar a la ingenuidad: «La educación tiene un papel clave. Necesitamos fomentar el debate en las escuelas, enseñar el valor de la lectura compleja y guiar a los jóvenes hacia un pensamiento crítico. Hay estudiantes que todavía muestran una capacidad narrativa impresionante, pero debemos proteger eso y llevarlo más allá. No se trata de renegar de lo digital, sino de integrar sus posibilidades con un lenguaje humano rico en matices».
La falta de límites y otras formas de perder el yo
La conversación en esta entrevista nos lleva inevitablemente a reflexionar sobre las responsabilidades y los límites, así como el poder de estos términos dentro de los populismos y sus consecuencias en los narcisismos modernos, temas recurrentes en las páginas de este ensayo donde una sociedad líquida, recordando al filósofo Zygmunt Bauman, es lo más palpable.
«Vivimos en una cultura de la desmesura, donde la felicidad se confunde con el consumo. Pero esto es un error. Limitarse no significa renunciar a la felicidad, sino redefinirla desde un lugar más sostenible y humano. Necesitamos una pedagogía de los límites que no solo fomente el pensamiento crítico, sino que también nos ayude a entender que nuestra felicidad no puede estar ligada a la acumulación. Esto requiere tanto cambios individuales como políticas públicas que prioricen la vida humana y la del planeta», afirma la psicóloga.
López Mondéjar insiste en que este cambio no será sencillo, pero sí posible. «A menudo olvidamos que el lenguaje, la razón y el pensamiento crítico son nuestras herramientas más poderosas. Si las cultivamos, podemos construir un futuro más humano, más sostenible. Pero si las perdemos, también perderemos lo que nos hace humanos».
Sin relato. Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad no solo diagnostica con precisión los males de nuestra época, sino que también nos ofrece caminos para enfrentarlos. Como afirma la autora: «La clave está en atrevernos a pensar, a narrarnos y a recuperar nuestra humanidad en un mundo que parece querer arrebatárnosla».