Manuel Fraga: ¿criminal o padre de la Constitución?
En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches repasa la trayectoria de aquellos personajes que tuvieron una vida truculenta
¿Quién fue Manuel Fraga? La izquierda construyó en la Transición el estereotipo que ha llegado hasta el día de hoy, el de un personaje violento y autoritario, cuando no fascista, como resultado de su paso por el ministerio de la Gobernación (hoy, Interior) en el primer gobierno de la monarquía. No sorprende esta visión en la historiografía izquierdista porque es la misma que blanquea a ETA, o que envuelve en un romanticismo repulsivo el relato del terrorismo de los Grapo y el FRAP. También impacta que la derecha política durante un tiempo echara al olvido el nombre de Fraga por miedo a desfigurar su perfil centrista a pesar de que fue uno de los padres de la Constitución de 1978. La descalificación absoluta de Manuel Fraga o su olvido por puro electoralismo son injusticias con el personaje, que también tiene sus zonas oscuras. ¿Fue Fraga un criminal o un patriota, padre de la Constitución?
Manuel Fraga nació en 1922 en Villalba, un pueblo de la provincia de Lugo. Se licenció en Derecho, en Ciencias Políticas y Economía. Después, ingresó en el Cuerpo de Letrados de las Cortes en 1945 y en la carrera diplomática dos años después. En ambas oposiciones consiguió el número uno de su promoción. Llegó a ser catedrático de Derecho Político y más tarde de Teoría del Estado y Derecho Constitucional en la Universidad Complutense de Madrid. Por tanto, hablamos de un político con una formación intelectual importante, de hecho fue el autor de varias docenas de libros incluidos unas sugerentes memorias y una obra sobre Teoría del Estado.
Hizo carrera en el organigrama franquista del año 1951 año que fue designado secretario general del Instituto de Cultura Hispánica: luego trabajó con Joaquín Ruiz Jiménez, el abanderado de la democracia cristiana desde la década de 1960 hasta la transición, ligado al Ministerio de Educación. En 1962, Franco le nombró ministro de Información y Turismo. Es cierto que desde este ministerio cambió muchas cosas en la sociedad española, intentando adecuarse a la circunstancia europea en esos dos ámbitos. De esta etapa se recuerda el incidente de Palomares, cuando cayó una bomba atomica en esta localidad y Fraga y su equipo fueron a bañarse a la playa para demostrar que no había peligro. Como ministro no solo convirtió a España en una potencia turística mundial, sino que la Ley de Prensa de 1966 dio a conocer a los españoles que existía otro mundo más allá del nacional católico del franquismo. Siguió existiendo la censura, por supuesto, pero las publicaciones periódicas y el cine dieron a conocer que España no era el país estrecho y pacato, incapaz de generar ideas diferentes y que como dijo un periodista del diario informaciones entonces España era un país con conflictos. permitió una apertura a ideas liberales y socialistas, entonces vistas como nocivas, que alimentó a la generación de 1954 y 1968, las que hicieron la Transición.
Esto situó a Fraga entre los aperturistas o reformistas del régimen, lo que le granjeó la enemistad de lo que con el tiempo se llamaría el búnker. Tampoco gustó a los tecnócratas, que querían añadir a la supuesta legitimidad de la victoria en la Guerra Civil el creciente bienestar económico de la España de los años sesenta. Tampoco quiere decir que Manuel Fraga fuera un demócrata tal y como lo conocemos hoy. Su idea de democracia era muy similar a la que asistía en la Alemania Federal de la época; es decir, un régimen parlamentario, pluralista, de derechos y libertades, en el que estuviera excluido el Partido Comunista. Este fue su proyecto político hasta el año 1975, y que le enfrentó a los inmovilistas y a los tecnócratas. La crisis de gobierno de 1969 dejó a Fraga sin ministerio, momento en el que retomó su cátedra de Derecho en Madrid.
La figura y la actividad de Fraga durante este tiempo se le hizo incómodo al Gobierno, que lo envió como embajador de España en Londres en 1973. No obstante, desde allí siguió con su actividad intelectual y organizativa además de ampliar los contactos con los liberales, conservadores y demócrata cristianos europeos. Fue reclamado por dos personajes del momento como eran Federico Silva y José María de Areilza para construir una alianza reformista en los últimos años del régimen de Franco. Eran tres personalidades muy fuertes, que finalmente no se pusieron de acuerdo. Sin embargo, a partir de ahí, Fraga fue construyendo su proyecto político pensando en el día después de la muerte del dictador.
La idea de Fraga era modernizar las estructuras del país para adecuarlo a la nueva sociedad que había surgido en los 60. Sabía que las nuevas generaciones no querían una dictadura, sino «un sistema de libertades». Fraga lo había dicho ya en 1960, en una conferencia en Múnich, donde afirmó: «Una economía libre implica una sociedad libre». Por tanto, la derecha debía prepararse para la transición a la democracia. Para eso creó GODSA (Gabinete de Orientación y Documentación, S.A.) como embrión de una asociación política que se convirtiera en un partido tras la muerte de Franco, que ya en la primavera de 1975 anunció que se llamaría Reforma Democrática.
El paso de Fraga por el ministerio de la Gobernación, en el primer Gobierno del rey Juan Carlos, no fue exitoso. Si bien impulsó la aprobación de una nueva ley de asociaciones y el derecho de manifestación, tuvo lugar un suceso lamentable: la policía, todavía con resortes franquistas, mató a cinco trabajadores en una iglesia de Vitoria en 1976. A esto se suman los incidentes de Montejurra entre carlistas, con muertos, que pillaron a Fraga fuera de España, y los asesinatos de la banda terrorista ETA. No obstante, en ese tiempo Fraga mantuvo reuniones con dirigentes de la oposición como Felipe González y permitió la celebración del XXX Congreso Confederal de la UGT, que todavía era ilegal.
No fue un paso brillante por el ministerio. Hubo sangre, pareciendo los últimos coletazos de la represión franquista. Tras salir del Gobierno, en septiembre de 1976 fundó Alianza Popular, con un ideario conservador, y contando con personajes del régimen anterior. Se presentó a las elecciones de 1977, las de la democracia, y consiguió 16 diputados y 2 senadores. A partir de ahí su papel fue imprescindible. Colaboró activamente en la elaboración del proyecto constitucional de 1978 encajando así a la derecha dentro de la democracia. Y lo hizo a despecho de dos cerebros conservadores como fueron Gonzalo Fernández de la Mora y Cruz Martínez Esteruelas. A pesar de todo, Fraga se convirtió así en uno de los padres de la Constitución.
Desde 1978 aparece el Fraga que quiere ser un líder conservador al estilo británico, como los tories en el Reino Unido. No en vano había estudiado el sistema de aquellas islas, y publicado al respecto tres obras de envergadura. Admiraba la capacidad para integrar opiniones distintas en un todo armónico, donde la monarquía era la forma del Estado, un símbolo de autoridad y continuidad por encima de los partidos y de la cambiante opinión pública. La clave era la adaptación a la historia y a la sociedad. Fraga estudió a Jovellanos, Cánovas y Ramiro de Maeztu, tres pilares de la tradición de la derecha que fundamentaron su pensamiento. Por eso Fraga creyó que Alianza Popular era el partido conservador que España necesitaba, leal con las instituciones y respetuoso con la ley, capaz de hablar de reformas sin olvidar las raíces tradicionales de la familia y el municipalismo. En su idea de justicia social, Fraga usaba la metáfora del «precio de los garbanzos» para referirse a lo que verdaderamente importaba a la gente.
La responsabilidad con la democracia hizo que Fraga asumiera durante la etapa de Felipe González el papel de «leal oposición», como en el Reino Unido. Había formado en mil novecientos ochenta y dos una amplia coalición con el Partido Demócrata Popular y el Partido Liberal, que procedían de la Unión de Centro Democrático. También se unieron partidos regionalistas de Aragón, Navarra y Valencia. Tomó el nombre de Coalición Popular, y obtuvo el 26 % de los votos en las elecciones de octubre de 1982. Fraga adelantó así a Suárez, convirtiéndose, por tanto, en jefe de la oposición. Sin embargo, aquello no era suficiente para llegar al poder, y por eso Fraga emprendió una larga refundación del partido que acabó en 1990. Fue entonces cuando dejó el PP en manos de José María Aznar diciendo aquello de «sin tutelas ni tu tías», en referencia a que dejaría plena libertad al nuevo líder. Y cumplió. Desde ese momento dedicó su vida política a Galicia. En 1990 ganó las elecciones a la presidencia de la Xunta de Galicia, y volvió a hacerlo hasta el año 2005.
Fraga fue catedrático de Derecho Político, con una ingente e interesante obra sobre la Teoría del Estado. En este sentido, defendió el autonomismo como una vivificación del regionalismo. Como presidente de la Xunta dotó a Galicia de las características de un sujeto cultural sin aspiraciones independentistas de consideración. Fraga habló de regionalismo autonómico en una especie de federalismo cooperativo a la alemana, en el que solo hubiera una nación política como sujeto de soberanía, la española. No creía en la «nación de naciones», y pensaba, con razón, que los nacionalistas catalanes y vascos no eran de fiar porque solo querían la independencia.
Fraga no tuvo una buena relación con el rey Juan Carlos, pero siempre fue leal y respetuoso pensando en el servicio a España que podía hacer la institución monárquica. Sabía que sobre la monarquía podía edificarse una democracia estable, como así fue. De esta manera, lo sostuvo hasta su muerte, en 2012, porque Fraga mantuvo inalterados desde el primer día sus principios y valores, incluida la doctrina social de la Iglesia.
Manuel Fraga es un personaje con zonas oscuras o difíciles, como su vínculo con el franquismo, y su paso por el ministerio de la Gobernación en 1976. Pero también tiene zonas luminosas como su empeño en la reforma del régimen de Franco para que hubiera más libertad, como la ley de prensa de 1966, su apuesta por la democracia, más pluralista que la que defendía la extrema izquierda del tardofranquismo y de los inicios de la Transición. También fue uno de los padres de la Constitución, que abrió el periodo más estable y fructífero de libertades, construyó un partido de la derecha con capacidad de gobernar en democracia, y participó en el Estado de las autonomías con el respaldo mayoritario de los gallegos. Además, y por terminar, Fraga tenía una talla intelectual que para sí quisieran muchos de los izquierdistas que hoy le desprecian.
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