Agustín Argüelles, el padre de la Constitución de Cádiz
Este asturiano fue uno de los principales políticos del XIX y participó en la redacción de las cartas magnas de 1812 y 1837
Este viernes, hemos celebrado un nuevo aniversario de la ratificación vía referéndum de la Constitución de 1978. Hay quien presenta el periodo desde la aprobación de esta carta magna como el más próspero de la historia de España; otros son más críticos. No vamos a entrar en ese debate, pero lo que es un dato objetivo es que la Constitución de 1978 está ya cerca de convertirse en la ley fundamental que más tiempo ha estado en vigor en nuestra historia. En concreto, está a punto de superar a la de 1876, que estuvo vigente hasta el inicio de la dictadura de Primo de Rivera, en 1923. Agustín Argüelles
Pero hoy no hablaremos de la carta magna de 1978 ni de la de 1876, sino de la primera constitución moderna de nuestra historia, la de Cádiz, promulgada en 1812. Lo haremos hablando de un personaje cuyo nombre es familiar para muchos, pero que pocos son capaces de identificar. En efecto, todo un barrio de Madrid, así como infinidad de calles en muchas ciudades de España, están dedicadas a un tal Argüelles, pero ¿de quién hablamos? Pues de nada menos que de Agustín Argüelles, uno de los principales padres, si no el principal, de la Constitución de Cádiz.
Agustín Argüelles, hombre de letras y política
Agustín José Argüelles Álvarez, apodado El Divino, nació en Ribadesella (Asturias) el 28 de agosto de 1776, año en que Estados Unidos declaraba su independencia. Su vida estaría en buena parte marcada por las mismas ideas de libertad de aquellos reunidos en Philadelphia el 4 de julio de aquel año.
Nacido en el seno de una familia venida a menos, su padre se empeñó en que Agustín recibiera una esmerada educación. El joven estudió Leyes en la Universidad de Oviedo y destacó también en su conocimiento de las lenguas. Ya en Madrid, enseguida pasó a frecuentar los círculos de los grandes intelectuales de aquel tiempo, y dos en particular le tomaron bajo su patronazgo, Gaspar Melchor de Jovellanos y Leandro Fernández de Moratín.
Su talento para los idiomas, y también para los números, le llevó a ser recomendado para viajar a Londres y tratar de convencer a los británicos para que se aliasen con España para detener a Napoleón. La misión de Argüelles no tuvo el fruto esperado, pero en lo personal fue una experiencia muy enriquecedora para él, sobre todo por el gusto por el parlamentarismo que adquirió en sus frecuentes visitas al palacio de Westminster y por la amistad que trabó con el hispanista Lord Holland, destacado político de la época.
El gran padre de la Constitución de Cádiz
En 1808, estalla la guerra de la Independencia y Argüelles vuelve a España. Formó parte de la Junta General de Asturias. Pero su contribución más decisiva llegó en 1810, cuando fue elegido diputado por el Principado en las Cortes de Cádiz. Fue él quien implementó el modelo de parlamentarismo británico en aquella cámara que se reunía en el gaditano oratorio de San Felipe Neri. También a Argüelles se debe la redacción y la defensa en las Cortes del Discurso Preliminar del Proyecto de Constitución, cuya redacción se inició en agosto de 1811.
Argüelles fue uno de los principales redactores de la carta magna que vendría en llamarse La Pepa y sin duda el mejor orador de las Cortes. Especialmente destacados fueron sus alegatos en favor del concepto de soberanía nacional (la soberanía residía hasta entonces en el Rey y no en el pueblo), de la libertad de prensa, de la igualdad jurídica de todos los españoles y también en contra de la esclavitud.
Sexenio Absolutista y Trienio Liberal
A pesar de su destacado papel en la redacción de la Constitución —o, más bien, precisamente por eso—, Argüelles sufrió la represión de Fernando VII tras su vuelta al trono. En su ánimo de purgar a los antiabsolutistas, el monarca condenó al político asturiano a un exilio en Ceuta, en el que Argüelles permaneció durante casi cinco años, en el presidio de la hoy ciudad autónoma. Tras su tiempo en Ceuta, Argüelles sufrió otros dos años de cautiverio en un fuerte militar de Mallorca.
Su restitución llegó gracias al golpe de Riego, con el que se restauró la Constitución de Cádiz y que dio inicio al Trienio Liberal. Argüelles fue nombrado ministro de la Gobernación, lo que hoy llamaríamos del Interior, cargo que ocupó durante ocho meses. Tras el cese del Gobierno, fue elegido de nuevo diputado por Asturias para las Cortes de 1822. Por cierto, fue también por esta época cuando Argüelles pasó a formar parte de la Masonería. Contrariamente a lo que muchos piensan, esto no sucedió en la época de las Cortes de Cádiz, sino más tarde, además de que Argüelles no llegó a ocupar un cargo jerárquico en la organización.
Exilio y vuelta a España
No obstante, la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis devolvió al Fernando VII más absoluto y los cabecillas liberales, entre ellos Argüelles, se exiliaron. Nuestro protagonista acabó en Londres, donde le acogió su amigo Lord Holland. Argüelles trabajó como bibliotecario de este al negarse a aceptar cualquier subvención del Gobierno británico ni de cualquier otro bienhechor. Así pasó 11 años de exilio.
Cuando, después de la muerte de Fernando VII, Argüelles volvió a España, quiso presentarse de nuevo como diputado por Asturias. Sin embargo, la ley establecía que para ello era necesario disponer de una renta de 12.000 reales, y Argüelles había perdido todos sus bienes y había malvivido durante su exilio. Sin embargo, los asturianos pusieron la cantidad por suscripción popular, al considerar que nadie podía representarles mejor que su paisano.
Esos años tras el exilio fueron muy fructíferos en la vida de Argüelles. Participó en la redacción de la Constitución de 1837, se le nombró tutor de la futura reina Isabel II e incluso estuvo cerca de actuar como regente durante la minoría de edad de esta, cargo que finalmente ocupó Espartero.
Agustín Argüelles murió el 26 de marzo de 1844. La asistencia a sus funerales fue multitudinaria, de unas 70.000 personas.