René Sharrocks: rock en las venas y un sombrero vaquero
René Sharrocks se ha consolidado como una figura única en la escena musical española
Cantaba Jim Morrison que la gente es rara cuando eres extraño. En un tiempo salpicado por consultores avaros, periodistas ignorantes, borregos vanidosos, parroquianos de la mediocridad sindicalizada en las redes y fundamentalistas del reggaetón o la música urbana más chabacana, ir a tu bola se paga. A veces con resultados lacrimógenos. Otras, las menos, con una sonrisa rompiendo un cutis fino de monja. En este caso, mejor sería hablar de una mueca que parte una acerosa barba, culminada en su cresta por un sombrero tejano propio de No es país para viejos, de los hermanos Coen. Y es que René Sharrocks (1997), líder y vocalista de Dharmacide, bajista con Depresión Sonora, guitarrista con Alcalá Norte y, si te descuidas, panderetero en el coro de tu iglesia, lo tiene todo para esquivar, a sus 27 años, la sofisticación mortal del club que le corresponde por edad.
René tiene un je ne sais quoi que ha llamado la atención de mucha gente. Y por eso ha recorrido el mundo, ¡ha recorrido el mundo cantando!, que bramaba Pepe Blanco, con su banda o con aquellas que lo han acogido con la familiaridad que despierta el talento. Es un músico singular y un maniquí igual de excéntrico, teniendo en cuenta la selva de chándales y abrigos de plumas en la que habitamos. Acaba de volver de México, donde ha estado de gira con Depresión Sonora y Dharmacide (santo doblete).
Regresa al ruedo madrileño en el que le esperan bolos con Alcalá Norte y la banda que lidera. Mundos sonoros muy distintos entre sí, pero igual de capitalizados por una calidad que no deja indiferente. Y es ahí, en su madrileño barrio de San Blas, donde nos reunimos con él.
P. ¿Qué tal ha ido la gira? ¿Todavía de resaca?
R. Lo cierto es que ha sido brutal. Ha habido momentos de un cariño hacia las bandas impresionante. Algunas cosas inesperadas, pero todas en positivo.
P. Vayamos un poco al origen de todo. ¿Cómo comenzaste en la música?
R. Desde pequeño siempre escuchaba música en casa. Gracias a mis padres, que me pusieron mucha música americana, como Bob Dylan o Leonard Cohen. Esta influencia inicial me hizo interesarme por la música. A los 15 años, se me presentó la oportunidad de elegir entre una guitarra y una raqueta de tenis, y me decanté por la guitarra. Comencé a tocar por mi cuenta. Las clases no eran para mí.
P. ¿Cómo llegó el momento de profesionalizarte en la música?
R. Con el paso del tiempo, fue surgiendo una evolución natural en mi carrera. Empecé a tocar más, a componer y a conocer a músicos como Berto Herrero, de Green Class, con los que terminé tocando. Al principio, no sabía qué significaba realmente profesionalizarse, ya que el concepto no es claro en la música. Con Dharmacide, comencé a hacer música con un enfoque más serio, pero aún no estaba seguro de si me consideraba un músico profesional. Es un proceso ambiguo. Quizás ahora, que también toco con bandas como Depresión Sonora o Alcalá Norte, sí pueda hablar más de profesionalización.
P. ¿Cómo fue la transición a tu proyecto Dharmacide?
R. Con Dharmacide decidí que quería hacer mi propia música, algo que realmente me representara. Empecé solo, pero luego reuní a colegas para crear algo conjunto. Lo primero que grabé fue un EP, sin grandes expectativas, solo con la idea de sacar algunas canciones que tenía. Al principio, no pensaba en la profesionalidad, sino en expresar mi música y ver qué pasaba. Pero, con el tiempo, el proyecto fue ganando atención y me di cuenta de que podía dar un paso más hacia un disco completo.
P. ¿Cómo definirías el sonido de Dharmacide?
R. El sonido de Dharmacide es una mezcla de rock atmosférico, shoegaze y synth pop. Me interesa crear atmósferas. Mi objetivo siempre ha sido hacer música que a mí me gustaría escuchar, y eso incluyó influencias de grupos como DIIV o my bloody valentine. Utilizo la guitarra de formas poco convencionales, experimentando con afinaciones alternativas y pedales para crear un sonido muy propio. Mi música busca provocar emociones y sensaciones, utilizando la guitarra no solo para tocar acordes, sino para crear texturas sonoras.
P. ¿Siempre has sido autodidacta?
R. Sí, prácticamente todo lo que sé sobre música y guitarra lo aprendí por mi cuenta. No soy un experto en solos o técnicas tradicionales, pero aprendí a través de la experimentación y la práctica. Me interesa más esa creación de atmósferas y sonidos únicos que te comentaba a seguir un estilo convencional. Nunca me ha ido lo de aporrear acordes.
P. ¿Cuáles son las dificultades que enfrentas a la hora de vivir de la música tan joven?
R. A ver, ser músico y vivir de ello es un privilegio. Un lujazo. A veces me quejo de los horarios o las giras, de la vida en furgoneta, pero tengo que recordar que mucha gente desearía estar en mi lugar. Las dificultades no deben opacar el placer de hacer lo que quieres. Si no puedes soportar esas pequeñas gilipolleces, probablemente esto no sea lo tuyo. Aunque no hay que despistar que esas jornada de 8 horas del trabajo «tradicional», tú las pasas moviéndote en furgo, avión y no suele ser en las mejores condiciones. Me he levantado con no pocas cucarachas paseándoseme cerca de la oreja.
P. ¿El rock sigue viviendo el lema con sexo y drogas?
R. A ver, en lo del sexo no me meto (ríe). En lo demás, en esa romantización de la decadencia, creo que todavía persiste algo, aunque hoy en día está mucho más controlado. Las generaciones más jóvenes ya no ven esos excesos como una parte esencial del estilo de vida. Es más, creo que todo el asunto de las drogas es mucho más prominente en otras industrias, como el cine o el periodismo. Sé de salas que tienen problemas porque la gente joven que va a ver a grupos ya ni consume alcohol, que es de donde sacan pasta.
P. ¿Qué piensas sobre la influencia de las redes sociales en la música y la vida del artista?
R. Las redes sociales son lo peor que le ha pasado a nuestra generación, y a las posteriores ni te cuento. Constantemente te comparas con los demás, y esto afecta mucho, por ejemplo, a la salud mental. Muchas veces, la gente que ves en redes no tiene la vida perfecta que parece; te das cuenta de que todos tienen sus luchas. Y como músico, también te ves obligado a crear contenido, lo que puede ser agotador. Es una locura, y a veces siento que esa responsabilidad no deja espacio para la verdadera creación musical.
P. ¿Cómo afecta el entorno digital a la creación musical?
R. Ahora, más que nunca, el enfoque está en vender música antes que en crearla. Después de componer un disco, lo que importa es cómo lo vas a presentar al mundo. La parte musical termina quedando en segundo plano porque tienes que hacer que la gente te vea, te compre y te siga. Es un proceso que interrumpe tu creatividad. Todo este ruido y presión digital se siente como una distracción que dificulta concentrarse en la música misma.
P. ¿Qué piensas sobre las plataformas de música como Spotify?
R. Spotify tiene sus pros y contras; es difícil para los músicos ganar dinero, aunque es accesible para los usuarios. Puedes descubrir música de todo el mundo, pero eso hace que sea más difícil destacarse. Los usuarios tienen acceso a mucho contenido, pero las discográficas controlan gran parte del proceso. A pesar de todo, el acceso a la música es valioso, aunque el sistema es imperfecto. En mi caso, los vinilos y casetes, sobre todo las casetes, me flipan porque tienen un valor emocional. Perduran en un sentido físico. Hay una continuidad material que el formato digital no alcanzará jamás.
P. ¿Cómo compones las letras de tus canciones?
R. No me gusta escribir letras, es algo que hago a posteriori. La música viene primero, y luego creo las letras basándome en mis experiencias. Aunque intento que las letras sean genuinas y reflejen lo que he vivido. Algunas veces las letras surgen por un evento que creo que merece ser expresado. Me gusta componer la música antes de poner palabras a la melodía.
P. El año pasado sacasteis disco. Me encanta el tema que da título al álbum. ¿Qué inspiró «Horses & Divorces»?
R. «Horses & Divorces» surge de una experiencia en un bar de Nueva York. Fuimos allí después de tocar en un festival, y el lugar nos dejó una impresión fuerte. La canción refleja ese momento especial, tocando en la ciudad que siempre soñé como músico. También tiene que ver con el valor simbólico de tocar en Nueva York, especialmente por mi amor a bandas norteamericanas. Al final, fue una mezcla de vivencias personales y un momento único como banda.
P. Tienes un look muy propio, y se nota que le das importancia al aspecto estético. ¿Qué te inspira?
R. Mi estilo tiene que ver con lo que siempre me ha gustado: desde pequeño, la música me inspiró a vestir de una manera específica. Aunque siempre he tenido un gusto por el estilo cowboy y los trajes, también me atrae la cultura americana y todo lo que tiene que ver con la moda pre-2000. Mi look es algo que me representa, no me importa si es raro para los demás, es lo que me gusta. Y así debería ser siempre para todo el mundo.
P. ¿No te parece que hay una mediocratización muy fuerte en todo lo que tiene que ver con la moda, el estilo?
R. Joder, ¡y con la música! Mucha peña no ha entendido mi forma de vestir, me decían que no se podía llevar eso. En lugares como Estados Unidos, la gente no se sorprende, porque allá no es algo fuera de lo común. Es frustrante porque no busco ser individualista, sino simplemente seguir lo que me gusta, aunque a veces me toquen las narices por ello.
P. ¿Cómo ves la relación de la gente con las modas en la actualidad?
R. Es lo que decías, creo que hay una mediocratización generalizada en casi todo. La gente a menudo sigue lo que está de moda sin atreverse a ser diferente o sin tener ambición. Me resulta difícil entender por qué la peña prefiere conformarse con lo que ya está establecido, cuando hay una gran riqueza en la individualidad y la expresión personal. A mí es lo que me llena, vamos.
P. ¿Cuál es el mayor pecado de la industria musical española? ¿Y la mayor virtud?
R. El mayor pecado de la industria musical es que no se escucha realmente la música. Hoy en día, se priorizan los números sobre la calidad musical, y todo se reduce a estadísticas como los likes o las reproducciones. La música se ha convertido en un negocio muy cutre, y muchos festivales son iguales, por ejemplo. Y la virtud son, sin duda, los músicos. Hay una red de apoyo flipante en la escena española y eso es lo mejor que tiene ahora mismo la industria.
P. ¿Qué opinas sobre el éxito musical y cómo lo defines?
R. Para mí el éxito es poder vivir de lo que amas, en mi caso, de la música. No se trata de la fama, sino de hacer música buena, que la gente te llame para proyectos interesantes y que te valoren por lo que haces. El éxito es ser reconocido por tu trabajo y seguir adelante haciendo lo que te apasiona.