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El poder de la geografía en el siglo XXI

El nuevo libro del periodista británico Tim Marshall destaca la importancia del espacio y el territorio en el mundo actual

El poder de la geografía en el siglo XXI

Un globo terráqueo. | Sumit Saraswat (Zuma Press)

Que la revolución de las telecomunicaciones ha modificado nuestra concepción del tiempo y la distancia es, a esta altura del siglo, una obviedad tanto como que la velocidad de la información parece atravesarlo todo sin respetar frontera alguna. Los ejemplos en este sentido sobran.

Sin embargo, los agricultores de Egipto siguen dependiendo del agua de Etiopía, las montañas que rodean a Irán hacen de aquel país una fortaleza casi inexpugnable y las características del territorio español pueden explicar su pasado imperial, pero también su dificultad para alcanzar una identidad homogénea. En otras palabras, aun cuando el vertiginoso avance de la información parezca aplanar el mundo, la geografía juega un papel preponderante. Esta es la hipótesis del nuevo libro del periodista británico Tim Marshall, El poder de la geografía, editado por Península, continuando la línea que se encontraba presente ya en uno de sus textos más reconocidos: Prisioneros de la geografía.

Naturalmente, la tesis de Marshall está lejos de ser original pero no es menos cierto que los análisis de los conflictos pasados, presentes y por venir, muchas veces suelen pasar por alto esa dimensión, más allá de que geopolítica sea una de las palabras de moda que muchos repiten, aunque, sospecho, sin entender muy bien de qué se trata.

En este caso el libro está dividido en diez capítulos: Australia, Irán, Arabia Saudí, Reino Unido, Grecia, Turquía, El Sahel, Etiopía, España y el espacio. El criterio de selección obedece a geografías, como mínimo, potencialmente conflictivas. Tomando en cuenta que la lista no es exhaustiva, podríamos decir que hay razones para alarmarse.

Es curioso, pero desde la euforia pos caída del Telón de Acero y los pronósticos del triunfo inexorable de las democracias liberales, a este mundo multipolar en el que todo el tiempo reaparecen conflictos, algunos de ellos ancestrales, no ha pasado tanto tiempo. Asimismo, esto también hay que decirlo, la multipolaridad ha sido la norma a lo largo de la historia de la civilización humana y ya en los años 90, autores como Samuel Huntington, nos advertían que, más que el fin de la historia, lo que venía era un choque de civilizaciones.

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El poder de la geografía
Tim Marshall
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China y EEUU

Los recientes sucesos de Siria, por supuesto, no están incluidos en el libro, pero allí podemos ver condensado cómo juega esa multipolaridad entre buena parte de los principales actores de la política internacional: desde Estados Unidos junto a los kurdos en su disputa contra el fundamentalismo islámico pasando por Turquía contra al Asad y los kurdos ante la amenaza de un Kurdistán que reclama territorio hoy turco; hasta Rusia e Irán apoyando al gobierno depuesto e Israel jugando su rol también para evitar ese «corredor» que le permitiría a Irán llegar al Mediterráneo.

Prácticamente no hay conflicto hoy en el mundo en el que las distintas potencias no jueguen algún tipo de rol y, en este sentido, no podemos olvidar a China, que para Marshall será uno de los dos protagonistas, junto a Estados Unidos, de un nuevo mundo bipolar hacia finales del siglo XXI. Se trata de una afirmación temeraria, tomando en cuenta lo cambiante que ha sido la historia del mundo en los últimos 100 años, pero no deja de ser una posibilidad.

Australia y su relación con China desde un territorio cuya lejanía es, a su vez, una defensa y una dificultad para el comercio; Grecia, como puerta de la inmigración africana y, al mismo tiempo, testigo de las pretensiones expansionistas turcas en su ensoñación neootomana; la problemática de El Sahel, esa franja desde la cual cientos de miles de desesperados parten intentando superar el desierto, las condiciones de los traficantes de personas y las inclemencias del mar para llegar a Europa, y la incógnita del rol que pretende jugar Reino Unido tras el proceso de descolonización y el Brexit, son otras de las problemáticas que aborda el libro realizando un trabajo minucioso de contextualización histórica.

Ahora bien, si tuviéramos que detenernos en algún capítulo en particular, el de España es destino obligado: «España no iba a perder Cataluña sin luchar. Hay muchas razones que explican eso, entre ellas el orgullo nacional y la economía, pero un motivo que a veces se pasa por alto es el geográfico. A lo largo de la historia de España, las Fuerzas Armadas procedentes del norte han entrado en el país aprovechando las estrechas rutas por las tierras llanas que hay a ambos lados de los Pirineos: el País Vasco al oeste y Cataluña al este. La forma más eficaz de defender España por el norte es bloquear esos corredores, por eso Madrid no quiere ni imaginar que estén bajo control de un Estado catalán o vasco independiente».

Retos

Pero, además, para Marshall, una Cataluña independiente podría ser una puerta de acceso para China porque España usaría su poder de veto para dejar a los catalanes fuera de la UE y el gigante asiático busca hacer pie en todos los Estados europeos que por diversas razones no forman parte del bloque europeo. De aquí que Marshall concluya que España seguirá lidiando con problemas externos pero sus principales retos provendrán del frente interno y se basan, justamente, en su geografía.

Por último, el capítulo sobre el espacio merece también un énfasis particular, especialmente porque el mundo está ante la gran oportunidad de crear una legislación que no reproduzca las relaciones de poder y los desequilibrios ya existentes en el planeta Tierra.

Todos hemos oído hablar del caso de Dennis Hope, un empresario estadounidense que identificó el vacío legal que hay sobre la Luna y, ante la ausencia de respuesta de la ONU, se asumió su dueño para comenzar a vender parcelas desde 25 dólares. Más allá de la anécdota y de los miles de idiotas que dispusieron de su dinero para ostentar un presunto título de propiedad sobre un pedacito de la Luna, lo cierto es que la discusión acerca de la legislación del espacio exterior es tan apasionante como urgente y nos obliga a revisar los grandes filósofos, los fundamentos de las teorías de la propiedad, los experimentos mentales que dieron lugar a las tradiciones políticas predominantes en Occidente, y por qué no, los principales escritores de ciencia ficción como Arthur C. Clarke, Philip K. Dick o Ray Bradbury, por mencionar solo algunos.

La batalla del espacio exterior

Marshall habla del paso de la realpolitik a la astropolítica, lo cual incluye, por lo pronto, una legislación respecto a los satélites, hoy por hoy, elementos centrales de la comunicación y la defensa. Pero a su vez se impone ya una discusión seria acerca de la propiedad en la Luna y en Marte que vaya más allá de los acuerdos desactualizados a los que no han suscrito todos aquellos países que están hoy en condiciones de disputar «la batalla del espacio exterior»: hablamos, claro está, de China, Rusia y Estados Unidos.

El libro culmina con cierto halo de esperanza recordando el mítico lanzamiento del Pioneer 10 que llevaba un mensaje, elaborado por Carl Sagan, que pretendía representar a la humanidad toda frente a una civilización extraterrestre, y los casos de colaboración en el espacio de los astronautas que pertenecen a las potencias en pugna en la Tierra.

Es que, para Marshall, la posibilidad de alejarnos y observar la Tierra a la distancia puede ayudarnos a comprender que, más allá de la geografía y de una cultura que pretende fragmentarnos en átomos diversos, es más lo que tenemos en común que aquello que nos diferencia. Aunque simple y hasta voluntarista, se trata de un mensaje valioso que, por cierto, nunca está de más recordarlo.

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