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Cultura

Sergio Vila-Sanjuán: «La cultura ha sido herramienta de poder y asignatura olvidada»

A 50 años de la muerte de Franco, el periodista analiza el poder transformador de la cultura en la sociedad española

Sergio Vila-Sanjuán: «La cultura ha sido herramienta de poder y asignatura olvidada»

Sergio Vila-Sanjuán. | Lisbeth Salas (cortesía de la editorial)


«En los primeros tiempos de la democracia, los Gobiernos apostaron por la cultura como instrumento de modernización y afianzamiento democrático, reafirmando valores de pluralismo y convivencia, a la vez que se cubrían grandes lagunas de reconocimiento y en materia de equipamientos», así comienza el segundo párrafo de Cultura española en democracia (Destino, 2024), la más reciente publicación del historiador y Premio Nacional de Periodismo Cultural 2022, Sergio Vila-Sanjuán.

En este libro el periodista cultural analiza los grandes hitos de la historia reciente de España, la evolución de su política cultural y el impacto de los cambios sociales y tecnológicos en las nuevas generaciones. Además, Cultura española en democracia equilibra una visión personal y analítica del mundo cultura, haciendo una crónica de fácil lectura para quienes desean conocer o, comprender mejor, las últimas cinco décadas de transformación social y cultural en España.

En THE OBJECTIVE conversamos con él para adentrarnos en el analisis de los elementos que han hecho visible al sector cultural, un ámbito que hoy en día se ha convertido en moneda de cambio, tanto dentro de las políticas españolas, como a nivel mundial.

PREGUNTA.- Su libro analiza las últimas cinco décadas de la historia de España, casi la misma cantidad de años que usted tiene dentro del mundo de la cultura. ¿Qué lo motivó a escribirlo ahora?

RESPUESTA.- El contexto actual era ideal. Estamos próximos a conmemorar 50 años desde la muerte de Franco, un punto de partida clave para entender la evolución democrática de España. Además, como periodista que ha vivido y reportado muchos de estos cambios, sentí la necesidad de detenerme y reflexionar. Este libro nace de una pregunta personal: ¿qué he aprendido en estos años? Al responderla, estructuré las décadas en torno a los eventos que considero más representativos, lo que me permitió conectar la cronología con tendencias más profundas. Sin embargo, he intentado evitar el protagonismo personal; mi intención era crear una obra que sirviera al público como un mapa para navegar por este periodo tan crucial.

P.- Uno de los temas centrales de su libro es la transición española. Usted la describe, citando a Jorge Semprún y, a su vez, a la transición checa y a Václav Havel, como una transición «de terciopelo» y, a su vez como un pacto con «una cierta dosis de amnesia». ¿Cómo entiende este proceso?

R.- La transición fue un proceso único en el que diversas fuerzas políticas y sociales cedieron parte de sus demandas para priorizar un futuro democrático. Fue una negociación pragmática, pero no exenta de tensiones y concesiones. Por ejemplo, la memoria histórica quedó relegada en aras de avanzar. Semprún, un referente en mis investigaciones, lo llamaba un pacto «de terciopelo», porque implicaba olvidos estratégicos para evitar que el peso del pasado aplastara el futuro. Esas decisiones funcionaron durante tres décadas, pero hoy enfrentamos críticas radicales que niegan los logros de la transición. Este tipo de revisionismo, en mi opinión, ignora la complejidad y el éxito relativo de aquel momento. El ciclo de la transición es muy bueno, de 1975 al 2005 o 2006. Claro, son 30 años, pero como en todo ciclo hay un momento en que sus claves se agotan. Esto es humano, es natural. En la actualidad, España vive un cambio cultural profundo que todavía no entendemos completamente.  

«Es un patrón recurrente: el PSOE recupera el Ministerio de Cultura, el PP lo desmonta. Esta falta de continuidad ha frenado el desarrollo cultural del país»

P.- En cuanto a la cultura, destaca en su libro cómo los partidos políticos han gestionado este sector de manera muy diferente. ¿Qué diferencia al PP del PSOE en esta gestión de la cultura?

R.- La cultura ha sido una herramienta de poder para algunos y una asignatura olvidada para otros. Durante los años 80 y 90, el PSOE entendió el valor estratégico de la cultura. Líderes como Felipe González, Alfonso Guerra y Semprún eran intelectuales y apasionados por este ámbito. Por el contrario, el PP, especialmente durante la era Aznar y Rajoy, no solo descuidó este sector, sino que tomó decisiones que alejaron a los creadores, como el aumento del IVA cultural. Es un patrón recurrente: el PSOE recupera el Ministerio de Cultura, el PP lo desmonta. Esta falta de continuidad ha frenado el desarrollo cultural del país. Un caso aislado que destaco es el de Málaga, donde Paco de la Torre, alcalde del PP, ha liderado una estrategia cultural sólida que posicionó a la ciudad como un referente artístico. Si más líderes adoptaran esa visión, España podría ser un actor cultural global mucho más relevante.

P.- También describe las diferencias culturales entre Madrid y Barcelona en los dos 80. ¿Qué hace posible que ambas ciudades sean tan distintas estando a tan corta distancia?

R.- La cultura de cada ciudad responde a sus tradiciones. Madrid, como capital estatal, fue más conservadora y jerárquica, mientras que Barcelona, con su historia de vanguardias, ha sido un laboratorio de innovación cultural. Durante la Transición, estas diferencias se reflejaron en la forma en que abrazaron la posmodernidad: Madrid vivió una explosión hedonista y libertina con la movida, mientras que Barcelona optó por una posmodernidad más estructurada, centrada en el diseño y la arquitectura. Ambas perspectivas enriquecieron el panorama cultural español, pero siempre han mantenido su distancia, quizás por la falta de un diálogo profundo entre ambas.

Sergio Vila-Sanjuán "Cultura española en democracia"

P.- En su libro, quizás por ser latinoamericana, menciona poco la relación entre España y Latinoamérica en el ámbito cultural. Posiblemente lo que más menciona es el caso del boom y la agencia Balcells. ¿Cómo evalúa esta conexión actualmente?

R.- La relación cultural entre España y Latinoamérica siempre ha sido intensa, pero desigual. Desde el boom literario de los años 60 y 70, liderado desde Barcelona por figuras como Vargas Llosa, García Márquez y Carlos Fuentes, España se convirtió en un puente para que los autores latinoamericanos llegaran a un público más amplio. Para mí el boom fue mi caldo de cultivo literario cuando tenía 15 años. Ese modelo persiste, en parte porque el mercado editorial español sigue siendo clave para la proyección internacional de los autores de la región. Sin embargo, esa circulación ha sido principalmente de ida hacia España, mientras que el flujo inverso ha sido menos consistente. Hoy, con el auge de las nuevas narradoras latinoamericanas, como Mariana Enriquez o Samantha Schweblin, vemos un renovado interés por la literatura del continente, pero el intercambio sigue estando mediado por grandes editoriales españolas. Esto muestra que España aún tiene una asignatura pendiente: fortalecer una relación más equitativa con Latinoamérica. No solo como receptora de su talento, sino también impulsando la circulación cultural entre los propios países de la región. En este sentido, iniciativas como las ferias internacionales en Guadalajara o Bogotá son clave, pero se necesita más apoyo institucional para construir una red cultural realmente iberoamericana.

P.- Pareciera que España sigue viviendo de la marca cultural que fue creada por viejos logros culturales y artistas del siglo XX con gran proyección internacional. Desde su perspectiva, ¿cómo ha evolucionado la proyección internacional de la cultura española?

R.- España tiene un legado cultural monumental que actúa como un imán, pero eso puede ser tanto una bendición como un desafío. Tienes el modernismo catalán, la residencia de Estudiantes, Picasso, Miró, Dalí. Todo esto es muy fuerte, con lo cual es lógico que el primer puerto de entrada a la cultura española sea eso. En los años 80, hubo un esfuerzo coordinado para proyectar la cultura contemporánea al exterior, con iniciativas como el Instituto Cervantes y la promoción de autores como Eduardo Mendoza y Almudena Grandes. Pero en las últimas décadas, ese impulso se ha diluido. Recientemente, con la actual Dirección General del Libro, hemos visto una revitalización en ferias del libro como Frankfurt y Guadalajara, lo que demuestra que hay interés, pero falta una estrategia coherente que abarque cine, teatro y música, vamos a ver qué sucede en los próximos años.

«El ‘boom’ de las autoras juveniles románticas es un fenómeno fascinante que ha captado a una nueva generación de lectores»

P.- ¿Cómo evalúa el impacto de las generaciones jóvenes en el consumo cultural?

R.- Vivimos un cambio radical en cómo se experimenta la cultura. La generación del smartphone consume de manera fragmentada y simultánea: libros, TikTok, series y plataformas digitales. Esto plantea retos y oportunidades. Por ejemplo, el boom de las autoras juveniles románticas es un fenómeno fascinante que ha captado a una nueva generación de lectores. Aunque estos libros no son Faulkner, introducen el hábito lector, lo que puede abrirles las puertas a obras más complejas. Sin embargo, echo en falta un núcleo cultural profundo y trascendente. Para que una sociedad prospere culturalmente, necesita tanto entretenimiento popular como una base sólida que invite a la reflexión y a la transformación.

P.- ¿Cuál es su análisis sobre la situación y los bajos índices de la comprensión lectora en España?

R.- El tema educativo siempre es una asignatura pendiente y siempre se puede hacer mejor. Parte del problema radica en la falta de continuidad entre las políticas educativas y culturales. Si bien ambas áreas deberían trabajar juntas, a menudo se abordan de manera aislada. Por ejemplo, no hay suficientes proyectos que vinculen la educación formal con el sector cultural para fomentar la lectura como una experiencia enriquecedora y accesible. Por otro lado, también es importante destacar que está surgiendo un fenómeno esperanzador entre los jóvenes: el auge de las novelas juveniles y románticas ha creado un nicho lector que antes no existía, un nicho fuerte de lectoras que probablemente antes no estaban o, ahora están, a través de una oferta que no existía. Entonces, eso es un fenómeno que hay que estar revisando porque de repente está pasando algo y ves en Sant Jordi o, en la misma Feria de Guadalajara, a chicos y chicas de 15, 17 años en unas colas inmensas movidas por el hecho lector. A mí todo esto me está pareciendo un fenómeno cultural a destacar en estos momentos. Es un punto de partida, porque toda cultura necesita de una franja popular fuerte, pero necesita un centro que sea profundo, denso y trascendente, así que necesitamos una estrategia educativa que fomente no solo la lectura básica, sino también una comprensión más profunda y crítica.

«Es esencial entender que la cultura no solo genera valor simbólico, sino también económico y social»

P.- En términos de política cultural, ¿qué cambios haría para mejorar la situación actual?

R.- Recuperaría la planificación a largo plazo. En los años 80, proyectos como los Juegos Olímpicos de Barcelona demostraron que se pueden transformar ciudades y culturas con una visión de 10 o 20 años. Ahora todo se gestiona a corto plazo, en parte por las crisis recientes y la fragmentación política. Sugiero un liderazgo bicéfalo, con figuras como Iceta y Paco de la Torre trabajando juntos. Se necesitan líderes con visión cultural y capacidad para coordinar esfuerzos en cine, literatura, música y artes visuales. Además, es esencial entender que la cultura no solo genera valor simbólico, sino también económico y social.

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Cultura española en democracia
Sergio Vila-Sanjuán
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Con esta breve crónica, Sergio Vila-Sanjuán no solo traza un mapa de los últimos 50 años en España, sino que plantea preguntas urgentes sobre el futuro y las crisis actuales que azotan a todos los que trabajan en el sector. Del siglo de oro cultural en el siglo XX a las sombras de las crisis y la polarización, Cultura española en democracia es reflexión nos invita a mirar al pasado con gratitud y al futuro con objetivos y esperanza desde una mirada crítica.

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