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Manhattan sur: 40 años del noir magistral de Michael Cimino, Oliver Stone y Mickey Rourke

«Este año se cumplirán cuatro décadas de una de las mejores películas de género negro de los años 80, un controvertido drama ya entonces no exento de polémica, situado en el barrio chino de Nueva York»

Manhattan sur: 40 años del noir magistral de Michael Cimino, Oliver Stone y Mickey Rourke

Cartel de Manhattan Sur. | Filmin

«Este largometraje no pretende degradar o ignorar los muchos rasgos positivos de los asiáticos estadounidenses y específicamente de las comunidades chinoamericanas. Cualquier similitud entre lo representado en este filme y cualquier asociación, organización, individuo o barrio chino existentes en la vida real es accidental». Con este rótulo se abre actualmente la versión íntegra de Manhattan Sur, el título que recibió en España Year of the Dragon (1985), polémico filme que dirigió el fascinante Michael Cimino (cinco años después de casi hundir a la United Artists con La puerta del cielo) sobre un guion adaptado de Oliver Stone. La película describe el encarnizado duelo entre un policía neoyorquino y el mafioso dirigente de una tríada. Ya en el año de su estreno (en agosto se cumplirán cuatro décadas), la cinta fue acusada de racista y recibió protestas oficiales de la comunidad chinoestadounidense por presentar una imagen incorrecta y estereotipada de Chinatown. Imaginen lo que pasaría si se ¿estrena? hoy.

Un protagonista racista

Las quejas están parcialmente fundadas. Manhattan Sur se basaba en una novela de un escritor poco conocido en nuestro país, Robert Daley, exoficial de policía en Nueva York y creador de otros títulos también adaptados al cine, como La noche cae sobre Manhattan (1996) y El príncipe de la ciudad (1981), en versiones dirigidas por Sidney Lumet. También de 1981 es Year of the Dragon, la novela que adapta Oliver Stone al guion de la que nos ocupa. A Stone y Cimino, para empezar, no se les ocurre otra cosa que cambiarle el nombre al protagonista, el capitán de policía y veterano del Vietnam Arthur Powers, quien en la cinta pasará a llamarse Stanley White… Sí, su apellido ahora es Blanco.

Y resulta indudable que el «héroe» policía es racista, además. Su obsesión derivada de su trauma en la guerra vietnamita raya la paranoia. Sin embargo, sus flagrantes carencias quedan claras en la pantalla y la audacia de presentarlo sin idealismos supone una de las virtudes de Manhattan Sur. Para Cimino, quien ya había recibido acusaciones de fascismo y racismo en El cazador, la confusión de roles en su filme funciona a la perfección gracias a sus dos intérpretes principales: el difícil Mickey Rourke (aquí en su mejor momento, hijo putativo en lo implacable y vulnerable del Glenn Ford de Los sobornados) y el guapísimo John Lone, un actorazo que también dio lo mejor de sí en títulos como El último emperador de Bertolucci o M. Butterfly de Cronenberg. Uno no termina de decidirse sobre quién es el bueno o el malo reales: «El malo es simpático y atractivo, el bueno no es ninguna de esas dos cosas, y los espectadores se ven obligados al final a que les guste el bueno por lo que hace».

Violencia y emoción

Manhattan Sur es una película inusitadamente violenta en medio de una década ochentera ya marcada por la melaza spielbergiana, de hecho está más ligada a la suciedad cruel del cine de acción setentero. Sin embargo, la violencia soterrada resulta aún más convincente, pues Cimino marca de forma entrañable las emociones a flor de piel tanto en la crisis del protagonista en su entorno laboral (una comisaría presionada por la opinión pública ante su inoperancia frente a los muertos y también por la influencia de los altos mandos corruptos) como en un matrimonio que hace aguas. A ello contribuye sin duda la excelente actriz Connie Cava, una mujer «normal», lejos de los estereotipos glamurosos de las estrellas femeninas hollywodienses, y los desgarradores diálogos entre ella y su desequilibrado esposo constituyen uno de los puntos álgidos, merced también a los brillantes diálogos de Stone y la habilidad para ponerlos de relieve por su dotado realizador.

Todo en Manhattan Sur es asombroso —muchas veces a nuestro pesar—, incluida la presencia «tangible» de las calles de Chinatown, increíblemente recreadas en estudio, que llegaron a engañar a un espectador de excepción, el director Stankey Kubrick («Si puedes engañar a Kubrick, que tenía el mejor ojo del mundo, puedes engañar a cualquiera», se jactaba Cimino con razón). En cualquier caso, la violencia en la película no es gratuita: genera una pesadumbre en el corazón del público que acompaña mucho tiempo después de su visionado.

La versión íntegra, por fin

En España Manhattan Sur fue estrenada en los cines en su versión íntegra de dos horas y quince minutos. Sin embargo, en sucesivas comercializaciones domésticas y emisiones televisivas, se cortó su metraje a una hora y 43 minutos. Este espectador asistió al estreno a sus quince años, quedando deslumbrado por la contundencia del drama policial (de hecho es la última gran película de su director) y por la belleza de su protagonista femenina, la modelo chinoestadounidense Ariane, quien sorprendía con un cautivador desnudo integral que desapareció mágicamente en posteriores montajes. Llegó un momento que quien esto firma barajó la posibilidad de haber imaginado dicha secuencia, tal vez fantaseada, hasta que ¡40 años después! la ha vuelto a ver restaurada en todo su esplendente erotismo.

Mención aparte merece Mickey Rourke: si de partida queda claro que es demasiado joven para el papel (sus 32 o 33 años hubieran requerido de una década vivencial más), pronto se apropia del mismo y da una lección de actuación que abre un glorioso período protagónico de apenas dos años, durante el cual nos legaría joyas como El corazón del ángel y El borracho, antes de caer en una decadencia personal y artística, víctima de la autodestrucción y de su cirujano estético.

Manhattan Sur es una de las películas favoritas de Tarantino y se entiende: pero no hace falta recurrir a él para avalar el porqué hay que adorar esta obra cumbre de Michael Cimino y amar (y detestar) a su antihéroe Stanley White.

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