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Historias de la historia

Lo que Estados Unidos le debe a España (2): la creación de Tejas

El origen de la famosa ganadería tejana está en los miles de cabezas de ganado que llevaron los españoles a Tejas a principios del siglo XVIII

Lo que Estados Unidos le debe a España (2): la creación de Tejas

La conducción de grandes manadas de ganado de Tejas que hemos visto en el cine del Oeste, comenzó con los españoles.

2.800 caballos, 4.800 vacas, 6.000 ovejas… Una inmensa manada que levantaba nubes de polvo que ensombrecían el sol, en lenta marcha de 500 kilómetros. Así fue lo que las crónicas de la época llamaron «la entrada» del marqués de Aguayo en el Reino de los Tejas. Era el año de 1721, bajo el reinado de Felipe V de España, y se estaba decidiendo el destino de un país que en el futuro sería el Estado de Tejas, el mayor de Estados Unidos si no contamos las soledades árticas de Alaska, el más poblado después de California.

La esencia de Tejas, antes de que apareciese el petróleo, era la ganadería, sus héroes los vaqueros, según sabemos por el cine del Oeste, la más genuina épica estadounidense. Pues bien, todos esos caballos que montaban los vaqueros -y los bandidos-, todas esas vacas que trasladaban en enormes manadas para alimentar a los Estados Unidos, tuvieron su embrión en la «entrada» del marqués de Aguayo, que llevaba asimismo a más de 200 personas, soldados en su mayoría, pero acompañados de sus mujeres, con lo que también se constituyó el primer núcleo importante de población de Tejas.

Esta historia tan desconocida la explica con pasión Miguel Ángel Fernández Mazarambroz, embajador de España, que desde hace años libra en Tejas, donde reside, una batalla para que se reconozca el legado de España en esas tierras, su papel fundacional en uno de los estados más importantes y peculiares de la Unión. Mazarambroz, tras ser embajador en Angola, Nicaragua, Venezuela y la Sudáfrica del fin del apartheid y la llegada de Mandela, culminó su carrera como cónsul general de España en Houston. Desde ese puesto inició los contactos con diversas entidades histórico-culturales americanas que luchan para que Estados Unidos reconozca la contribución de España a la Independencia de Estados Unidos, la labor civilizadora de España en ese inmenso país, su importante legado cultural.

La fundación El Alamo Trust, The Order of Granaderos y Damas de Gálvez, o El Camino Real de los Tejas National Historic Trail Association, son algunas de las organizaciones norteamericanas en las que milita Mazarambroz y que abogan por algo que en la propia España se ha descuidado tanto tiempo. Fruto de los contactos, visitas organizadas a España y, por fin, apoyo del Ministerio de Asuntos Exteriores y de algunas grandes empresas y fundaciones españolas (véase Lo que Estados Unidos le debe a España, en Historias de la Historia, The Objective del 23 de marzo), se va logrando un reconocimiento que, por ejemplo, hace que el año que viene, 250 aniversario de la Declaración de Independencia de Estados Unidos, se exhiba en Tejas una exposición titulada, en español, Hermanos de armas.

Aventuras y leyendas

El Reino de los Tejas estaba en el imaginario de aquellos aventureros españoles que conquistaron el Nuevo Mundo. Alvar Núñez Cabeza de Vaca, un superviviente de la expedición de Pánfilo de Narváez a Florida, naufragó en la costa tejana y deambuló por ese enorme país durante seis años. Cuando logró regresar a Ciudad de Méjico iba contando historias fabulosas, que espolearon el ansia de aventura, riqueza y poder que mueve a los grandes conquistadores de la Historia.

Eran misiones míticas, por su esfuerzo y su motivación, como la de Coronado de 1540 en busca de las Siete Ciudades de Cibola, una leyenda medieval que decía que siete obispos españoles habían huido de los moros y fundado al otro lado del Océano siete ciudades de oro. O como la de Juan de Oñate, que en 1606 insistió en la búsqueda de la Gran Quivira, una de esas ciudades de oro que todavía aparecía en los mapas del siglo XVIII en el límite Norte de Tejas.

De muy distinto orden fue la expedición de 1689 capitaneada por Alonso de León el Mozo, pues llevaba una misión militar, expulsar a unos franceses que habían invadido aquella remota posesión española. El Mozo encontró a los franceses ya muertos, pero aprovechó para crear las primeras misiones españolas en Tejas. Esas misiones fracasaron porque el territorio era de indios bravos y se cerraron enseguida. Pero aquellos españoles eran tesoneros y regresarían al Reino de los Tejas.

En 1718 comenzó la auténtica incorporación de Tejas a la Corona de España. El XVIII era «el Siglo de las Luces», la era de la racionalidad, de modo que cuando encomendaron al capitán Martín de Alarcón implantar una misión en el Reino de los Tejas, buscó un terreno que fuese propicio, con abundante agua para mantener una ganadería y una agricultura que lo hiciese autosuficiente. Así llegó Alarcón a lo que sería San Antonio, actualmente la segunda ciudad más poblada del Estado de Tejas y la séptima de Estados Unidos.

Iban con Alarcón 35 soldados, 40 civiles, seis frailes franciscanos y 500 cabezas de ganado. Los soldados fundaron el Presidio de San Antonio («presidio» no era sinónimo de prisión, sino de fortaleza militar), los paisanos el municipio de Béjar y los franciscanos una misión para cristianizar a los indios a la que llamaron Misión Valero, en honor del Virrey de Méjico que los había enviado.

La invención de San Antonio de Béjar funcionó bien, los indios se convertían al cristianismo y se hacían pacíficos, las tierras eran fértiles, el ganado se criaba fácilmente, por eso tres años después llegó a San Antonio la gran «entrada» del marqués de Aguayo que hemos referido al principio, y en 1731 se les sumaron familias venidas de las Islas Canarias que formarían el principal núcleo demográfico de San Antonio, presente todavía en la actualidad. Por eso en el centro de la ciudad norteamericana existen, con los nombres en español, una «Plaza de las Islas Canarias» junto a la «Plaza de Armas», donde está el Spanish Governor’s Palace (Palacio del Gobernador Español).

La paz con los apaches se firmó en 1745, la paz con los comanches costó más, pero al fin se firmó en 1785. En 1795, considerándose que todos los indios de la región estaban bautizados y eran buenos cristianos, la misión religiosa fue clausurada, San Antonio, convertida en capital de la Provincia de Tejas, no era ya territorio de misión. El edificio de los franciscanos, desacralizado, se uso como cuartel de unos soldados procedentes de otro lugar llamado El Álamo de Parras, por lo que la vieja misión sería pronto llamada coloquialmente «El Álamo».

Así apareció en la Historia lo que se convertiría en uno de los mitos fundacionales de Estados Unidos. En 1821, con la independencia de Méjico,  terminaría la edad de oro en que Tejas era española. Descontentos con su nuevo gobierno, los tejanos se independizaron de Méjico en 1836. Un pequeño grupo de ellos, reforzados por voluntarios de Estados Unidos encabezados por un personaje de leyenda, David Crockett, libró una batalla desigual defendiendo el «Fuerte de El Álamo», que no era otra cosa que la antigua misión con su puerta barroca, y murieron todos como héroes. Para la Historia de Estados Unidos es el equivalente a la batalla de las Termópilas.

Sin embargo, esa gesta popularizada, cómo no, por el cine de Hollywood, no suplía la falta de implicación, por imperativo geográfico, de Tejas en la llamada Revolución Americana de 1776, la Guerra de Independencia contra los ingleses. Pero investigaciones históricas recientes han encontrado una participación tejana en la Independencia de Estados Unidos.

Bernardo de Gálvez, gobernador español de Luisiana, que aliado con los rebeldes americanos combatía a los ingleses, tuvo que afrontar el estado de depauperación de las tropas españolas y americanas debido al bloqueo naval británico. Gálvez exigió entonces a las autoridades de San Antonio el envío de 8.000 vacas, produciéndose el primer gran transporte de ganado de Tejas a Estados Unidos, precedente de los que hemos visto en tantas películas del Oeste, con lo que se salvó la situación militar.

Pero de Bernardo de Gálvez hablaremos en una próxima historia de la Historia,

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