Nicolás Wiseman, el primer obispo católico en Inglaterra tras 300 años de represión anglicana
Este clérigo sevillano también fue importante en la conversión de San John Henry Newman

Nicolás Wiseman, fotografiado en los años 60 del siglo XIX. | Herbert Watkins
Ya conocen la historia. En 1534, el rey inglés Enrique VIII rompió con la Iglesia católica romana ante la imposibilidad de divorciarse de su esposa, la española Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos. La instauración de una nueva iglesia en Inglaterra, la anglicana, derivó en una crisis social y política sin precedentes en la isla. Sin ir más lejos, el por entonces lord canciller de Inglaterra, Tomás Moro, fue decapitado al oponerse al rey.
Pero la reforma anglicana fue mucho más allá del capricho matrimonial de Enrique VIII con Ana Bolena, sino que tuvo profundas consecuencias sociales. La más notable de ellas fue la persecución y la marginación de los católicos. Tomás Moro y el obispo Juan Fischer no fueron los únicos mártires. Por ejemplo, en 1535, los 18 monjes de la Cartuja de Londres fueron descuartizados públicamente. Poco después, en 1537, el fracaso de una rebelión católica llevó a la ejecución de otras 216 personas, incluidos 50 clérigos.
Después del corto intervalo de tranquilidad que supuso para los católicos el reinado de María Tudor, la persecución se recrudeció con Isabel I en el trono, que terminó de convertir a Inglaterra en un país protestante. Esa situación de ostracismo público para los católicos se mantuvo hasta mediados del siglo XIX.
Nicolás Wiseman, de Sevilla a Roma pasando por Inglaterra
Es entonces cuando entra en escena nuestro protagonista de esta semana. Hablamos de Nicolás Wiseman, un sevillano de origen irlandés que restauró la presencia católica en Inglaterra casi 300 años después de Enrique VIII. En concreto, fue el primer arzobispo de la Archidiócesis de Westminster, que corresponde a Londres, después de que el último prelado católico de la época de la reforma anglicana, Edmund Bonner, muriese en prisión en 1559.
Como hemos dicho, Nicholas Patrick Stephen Wiseman nació en Sevilla en 1802. Claro, habiendo nacido en la capital andaluza, sus padres, James Wiseman y Xaviera Strange, le castellanizaron el nombre para dejarlo en Nicolás Patricio Esteban Wiseman. Su familia —que era católica, importante— había instalado una casa comercial en Sevilla la generación anterior, un negocio que marchaba viento en popa.
Sin embargo, la tragedia golpeó a la familia cuando el padre de Nicolás, James, murió repentinamente en 1805, durante la fiesta de bautizo de la hermana menor de nuestro protagonista, Francisca. La familia, entonces, se trasladó a Irlanda y un poco más tarde a Inglaterra. Fue allí, mientras estudiaba en el colegio de Saint Cuthbart, en Ushaw, cuando el joven Nicolás descubrió su vocación sacerdotal.
Terminados sus estudios básicos, Nicolás se mudó a Roma. En la Ciudad Eterna, el joven reconectó con sus orígenes católicos en todo su esplendor, siendo incluso recibido por el papa Pío VII. En Roma, Wiseman afrontó su formación eclesiástica, que culminaría con su ordenación sacerdotal en 1825. Con todo, su vida continuó ligada al terreno académico. Con los años, llegó a convertirse en rector del Venerabile Colegio Inglés, en el que había estudiado, y a ganar la cátedra de siríaco en la romana Universidad de la Sapienza. Estas responsabilidades y honores los alcanzó antes de cumplir los 30 años.
Puente entre el Vaticano e Inglaterra
Llega entonces un momento importante cuando en el año 1829 se aprueba en Inglaterra la ley de Alivio Católico, que, como su propio nombre indica, mitigaba la falta de derechos civiles de los católicos en el país. Es en esos años cuando los papas, particularmente Gregorio XVI, empiezan a contar con Nicolás Wiseman como una especie de enviado especial de la Santa Sede en Inglaterra. Por ejemplo, le tocó lidiar en un conflicto en el seno de la orden benedictina o supervisar la puesta en marcha de una universidad católica en Inglaterra.
En el año 1833, se produce un encuentro clave entre Wiseman, que ya era por entonces uno de los ingleses católicos más preeminentes en Roma, y un ilustre sacerdote anglicano, John Henry Newman. Newman era la figura más destacada del llamado Movimiento de Oxford, que en ese momento trataba de reconciliar la Iglesia anglicana con la época apostólica. Wiseman y Newman discutieron ampliamente sobre el asunto, en una conversación que influiría después a Newman para convertirse al catolicismo. Cabe añadir aquí que la influencia del sevillano Nicolás Wiseman sobre John Henry Newman se extendió en el tiempo, ya que Newman fue fundamental a su vez en la conversión al catolicismo de intelectuales ingleses de la talla de G.K. Chesterton, Evelyn Waugh y J.R.R. Tolkien (como ya vimos en un episodio pasado de Ilustres olvidados, no fue propiamente Tolkien quien se convirtió, sino su madre).
Volviendo a Wiseman, en 1840, Gregorio XVI lo nombra obispo coadjutor del vicario apostólico del Distrito Central de Inglaterra. Para entender esto, hay que explicar que, durante los casi tres siglos en que los católicos estuvieron perseguidos en Inglaterra, no había diócesis en el país, sino una figura jurídicamente por debajo llamados vicariatos. Pues bien, el Papa le destinó al vicariato central. Tras diez años asentando las bases de la Iglesia católica en Inglaterra, un esfuerzo liderado por Wiseman, en 1850, el Papa restauró la jerarquía episcopal en el país. Para sorpresa de nadie, Wiseman fue nombrado cardenal y arzobispo de la sede primada de Westminster.
Arzobispo primado de Inglaterra
Sus años como cabeza de la Iglesia católica en Inglaterra no fueron fáciles, por las continuas incomprensiones con políticos, con la opinión pública y hasta con otros obispos católicos. Con todo, también hubo numerosos brotes verdes, como la conversión de muchos anglicanos ilustres, como John Henry Newman, o un notable crecimiento de la Iglesia católica en el país: se duplicó el número de templos, se triplicó el de sacerdotes y se sextuplicó el de monasterios. En esos años, incluso, el arzobispo tuvo tiempo de publicar su conocida novela Fabiola o la iglesia de las catacumbas.
Wiseman murió en Londres en 1865. La sociedad inglesa, incluyendo a católicos y anglicanos, se volcó en su despedida. El propio diario londinense Times, que tanto le había criticado en el pasado, reconoció que las honras fúnebres del cardenal Wiseman contaron con una participación popular como no se había visto desde la muerte del duque de Wellington.
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