Juana I de Castilla, ¿una loca o una pobre mujer traicionada por su padre, marido e hijo?
Nadie ha conseguido documentar que la madre de Carlos I estuviera «loca» como tal, pero sí que hacía cosas raras

'Juana la Loca velando el cadáver de Felipe el Hermoso', de Francisco Pradilla Ortiz. | Museo del Prado
El 12 de abril de 1555, exhalaba el último aliento en vida para irse al cielo Juana I de Castilla, reina de Castilla y Aragón, Valencia, Mallorca, Navarra, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, condesa de Barcelona y duquesa consorte de Borgoña y archiduquesa de Austria. Hija de los Reyes Católicos, madre del emperador Carlos I de España y V de Alemania y de otros cinco hijos más, todos ellos reyes. Moría pensando en su Felipe, el gran amor de su vida al que había sobrevivido 46 años, prácticamente todos ellos encerrada en el castillo de Tordesillas. Han pasado 470 años de aquel día, pero los historiadores y el público en general seguimos fascinados por la figura de una mujer maltratada en vida por su marido, primero, por su padre, a continuación y, por si fuera poco, por su propio hijo, el emperador Carlos.
Juana de Trastámara nació siendo la tercera de los hijos de los Reyes Católicos, por lo que no estaba, en principio, llamada a gobernar. Isabel y Juan estaban por delante de ella, especialmente Juan por ser varón, pero también Isabel, puesto que en Castilla no imperaba la ley sálica y buena prueba de ello era que su propia madre era la reina. Pero el destino tenía otros planes y ambos hermanos mayores murieron, haciendo de Juana la heredera legítima.
Una boda pactada, pero un matrimonio por amor
Los Reyes Católicos tuvieron cinco hijos: Isabel, Juan, Juana, María y Catalina. Salvo Juan, todas llegaron a ser reinas. Isabel fue de Portugal y, cuando falleció, su viudo tomó por esposa a la hermana de su esposa, María, Juana, nuestra protagonista, todos los títulos mencionados y Catalina, tan desgraciada como su hermana Juana, fue la reina consorte de Inglaterra; ya se casó, primero con Arturo, príncipe de Gales y, por tanto, heredero a la corona inglesa, pero que falleció a los seis meses. Años más tarde, y para no devolver la inmensa dote aportada, entre otras cosas, la casaron con el hermano de su difunto, el futuro Enrique VIII, quien, tras 20 años de matrimonio, la repudiaría por Ana Bolena, generando un gran cisma en el seno de la Iglesia Católica que dio como resultado el nacimiento de la religión anglicana que todavía hoy pervive.
A Juana la prometieron con el archiduque Felipe, hijo primogénito y, por tanto, heredero, del emperador del Sacro Imperio Germánico, Maximiliano I de Habsburgo. Debido a su temprana muerte, no llegó a ser nunca emperador, pero sí fue duque de Borgoña, Brabante, Limburgo y Luxemburgo, conde de Flandes, Habsburgo, Henao, Holanda y Zelanda, Tirol y Artois, señor de Amberes y Malinas y, por supuesto, rey iure uxoris de Castilla, es decir, por su matrimonio con Juana. Toda una retahíla de títulos, entre ambos, que hacían de ellos la pareja más poderosa del momento.
¿Cuántos hijos tuvo Juana la Loca?
Juana de Trastámara, Juana I, Juana la Loca, heredó de su madre una generosa fertilidad acompañada, además, de la gran suerte de que todos sus hijos llegaron a la edad adulta. Seis veces parió sin complicación alguna. Es más, su segundo hijo, el futuro emperador Carlos, nació en un baño en un parto en el que su madre no fue asistida por nadie. Así lo revelan las fuentes: «Hallándose en una fiesta palaciega en el castillo de Gante, Juana se encontró de pronto acosada por los dolores propios de una parturienta y apenas le dio tiempo a retirarse de la fiesta, dando a luz sin mayores esfuerzos a su segundo hijo, y el primero de los varones: sería el futuro Carlos V, de tan profunda proyección en la historia, no ya de España, sino del mundo entero». (Juana la Loca, la cautiva de Tordesillas, Manuel Fernández Álvarez, ed. Espasa, col. Austral, ed. 2020).
Pero volviendo a la pregunta, Juana fue madre de seis hijos: Leonor, Carlos, Isabel, Fernando, María y Catalina. No solo todos llegaron a la edad adulta, sino que lo hicieron como reyes. Leonor fue reina consorte de Portugal, dando dos hijos a la corona, aunque se quedó viuda con 23 años, así que fue ofrecida en matrimonio con el rey de Francia, el poderosísimo Francisco I, quien la despreció, hecho que se cree provocó que no tuvieran hijos. Carlos sería el emperador Carlos I de España y V de Alemania; Isabel sería reina de Dinamarca; Fernando, el emperador del Sacro Imperio Germánico (se dividió la herencia de Maximiliano en dos imperios, uno para Carlos y otro para Fernando); María, reina de Hungría, y Catalina, reina de Portugal.
Una Europa donde todos estaban emparentados entre sí
Es muy interesante la situación. En la Europa que estamos dibujando, había tres hombres que «manejaban el cotarro»: Francisco I, rey de Francia; Enrique VIII, rey de Inglaterra; y Carlos I, emperador del Sacro Imperio, en el que se incluye la monarquía hispánica. Podemos afirmar categóricamente que, a pesar de que los tres monarcas se pasaron la vida peleándose entre sí, eran familia. Francisco I, familia política de 1530 a 1533 de Enrique VIII, ya que la esposa del primero era sobrina de Juana de Castilla, la madre del emperador, mientras que Catalina de Aragón, la consorte de Inglaterra, era sobrina también del emperador Carlos y, a la vez, sobrina de la reina de Portugal y Francia. Un entramado tan complejo como normal en la época.
¿Cómo se quedó viuda Juana la Loca?
Juana tenía todo para ser una mujer feliz e inmensamente poderosa. Algo inusual en su tiempo. Heredera de un vastísimo imperio, dueña de una fortaleza física poco normal en la época con una fertilidad maravillosa y que, además, daba a luz sin problemas, algo poco habitual en aquella época en la que parir era sinónimo de altísima mortandad. Pero el destino quiso que todo se torciera y Juana se quedó viuda en 1506 con tan solo 26 años, con cinco hijos y un sexto en el vientre, fruto del amor apasionadísimo de su también joven esposo que expira con 27 años.
A partir de ese momento, la reina titular de Castilla; de Aragón lo sería años más tarde, en 1516, con la muerte de su padre, Fernando, comienza una vida para ella en la que todos los días serían un infierno. La ciencia de la época no supo descifrar de qué se murió Felipe. Sí sabemos que falleció dos días después de haber estado toda una tarde practicando deporte y haber bebido agua helada. La leyenda siempre ha dicho que fue una especie de síncope por haber mezclado un estado de sudor con agua helada, pero la medicina actual descarta esa hipótesis. ¿Pudo haber sido envenenado? Es posible. Pero también lo es que se contagiara de la peste que en aquellos momentos asolaba Castilla. Felipe moría en su cama tras una agonía de horas, el 25 de septiembre de 1506, a los 28 años y tras haber estado casado desde el 2 de octubre de 1496, apenas 10 años.
El entierro de Felipe el Hermoso duró 19 años
Juana se volvió «loca» de dolor con la muerte de su marido. Tanto es así que se negó a enterrarlo bajo la excusa de que Felipe había dejado dispuesto que quería que su tumba fuera en Granada. Así que la comitiva fúnebre se puso en marcha desde Burgos. Es aquí donde nace la leyenda de su locura y es preciso puntualizar que, si bien hubo cosas extrañas, todas ellas tienen una explicación lógica.
Es verdad que la marcha se hizo de noche, y no por los celos de Juana, que no quería encontrarse con mujeres por el camino, sino porque la peste asolaba las ciudades e ir de noche garantizaba encontrarse con menos personas. Juana, en mitad de aquel viaje, dio a luz a su hija Catalina, el 14 de enero de 1507 en Torquemada (Palencia), es decir, apenas cuatro meses después de la muerte de su padre. Este hecho hizo que la comitiva tuviera que pararse para que la reina se recuperara del parto. Sin embargo, a Juana ya no se le permitió seguir hacia Granada una vez pasó la cuarentena de su parto.
Por ejemplo, en una ocasión no entraron a un convento porque era de monjes y estaba prohibida la entrada a las mujeres, y -esto sí es más que interesante- en otra ocasión, Juana, que podría estar loca pero de tonta no tenía un pelo, simplemente intuyó algo, tal y como lo cuenta Pedro Martín de Anglería en su Epistolario: «Cuando en la aldea de nombre Cócejes, en campo abierto, se detuvo la Reina Juana, montando a caballo, entró en sospechas de que la dejaran encerrada en el castillo de aquella pequeña villa, que era muy seguro; porque estaba plenamente convencida, bien por su estado mental, bien por las indicaciones de algún delator y los consejeros, a los que profundamente odiaba la iban a encerrar en un castillo». ¿Cómo reaccionó Juana? Negándose a entrar, un hecho que se repetiría en varias ocasiones.
¿Por qué Juana no reinó jamás?
Cuando Juana se quedó huérfana de madre, heredó Castilla, que era un caramelo demasiado goloso tanto para su padre, Fernando de Aragón, como para su marido, Felipe el Hermoso. Aunque ella era la reina propietaria y así la juraron las Cortes de Castilla, no parecía mostrar interés alguno en gobernar, hecho que despertó la insana ambición de los hombres que más la traicionaron. Fernando de Aragón terminó por retirarse a su reino, entre otras cosas porque contrajo en 1505 matrimonio con Germana de Foix, tan solo un año después de haberse quedado viudo de Isabel. Lo hizo para poder tener descendencia con su joven esposa de 18 años, evitando así que su reino pasara a manos de su yerno en calidad de regente si se moría.
Fernando tan solo tuvo un hijo con Germana que duró apenas horas. Su obsesión por tener sexo con su mujer, a la que llevaba más de 30 años, lo llevó a la tumba. Fernando padecía problemas coronarios que se agravaron con remedios que se creían que mejoraban la virilidad, como la cantárida. En 1516 moría dejando Aragón a su única heredera, Juana, quien seguía lamentando la muerte de su esposo y estaba interesada en todo lo relacionado con su marido, o mejor dicho, el cadáver de este y en nada relativo a ser reina, ni de Castilla, ni de Aragón.
Si el lector se pregunta quién reinó Castilla desde la muerte de Isabel, la respuesta es que primero fue Fernando, su viudo, después Felipe, el marido de Juana y, a la muerte de este y ante la incapacidad de la reina, lo hizo en forma de regencia el Cardenal Cisneros hasta que Fernando de Aragón volvió a tomar las riendas de Castilla. Cuando muere Fernando, Cisneros vuelve a ejercer la regencia hasta la llegada de Carlos I, hijo de Juana, que se convierte en rey de Castilla y Aragón junto a su madre hasta la muerte de esta en 1555. Es decir, reinó y ejecutó el poder, mientras que lo ostentó junto a ella, ya que las cortes se negaron a destituir a Juana como reina.
Encierro en Tordesillas
Juana fue llevada a Tordesillas en 1509 por orden de su padre. Una vez muerto este en 1516, su hijo, el nuevo emperador Carlos I, no hizo nada por sacarla del castillo en el que permanecería el resto de su vida, 46 años, hasta su muerte con 57, traicionada por todos, su padre, su marido y su hijo ¡y siendo la reina propietaria de Castilla, Aragón, Navarra…!
Juana la Loca, ¿lo estaba de verdad?
La Historia no puede afirmar tal cosa con rotundidad, pero no porque no haya documentación suficiente, que la hay, sino porque la ciencia del XVI estaba en pañales. Con lo que se sabe de ella, los historiadores han llegado a la conclusión de que, más que loca, tenía una fuerte tendencia a la depresión que se vio agravada por los celos que sintió de un marido que se acostaba con todas, de una desesperación por quedarse viuda tan joven, perdiendo al hombre del que estaba perdidamente enamorada y, sobre todo, por el hecho de ser encerrada en un castillo de por vida… ¡como para no volverse «loca»!
Es verdad que hacía cosas muy raras los primeros años de su encierro, como exigir ver el cadáver de su esposo cada día, con lo mal que debía de oler aquello. Pero asegurar que estaba loca es imposible. Algún trastorno de depresión o incluso momentos puntuales de enajenación pudo tener, pero lo que sí está claro es que fue la pobre una gran desgraciada prácticamente toda su vida y eso que en teoría era la mujer con más poder de la Europa del momento. Un poder que, obviamente, no le permitieron ejercer.
Acaba así una vida llena de sufrimiento e injusticia. La historia no la ha tratado mejor, salvo desde hace unas décadas que se ha llegado a otras conclusiones sobre su supuesta enfermedad mental. ¿Estaba Juana loca? Posiblemente, no. Lo que sí es bastante seguro es que su entorno, con lo que le hicieron, logró que viviera completamente desquiciada y desgraciada, que es cosa muy distinta a estar loca.