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Historia Canalla

1975: la alcaldesa franquista de Bilbao

En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches repasa la trayectoria de personajes polémicos y desmonta mitos con ironía y datos

1975: la alcaldesa franquista de Bilbao

Ilustración de Alejandra Svriz.

El franquismo es más complejo de lo que quieren presentar algunos, como si nada más hubiera sido un festival de represión salvaje. Ya vimos en otro podcast que las mujeres, como los hombres, fueron a la universidad durante el franquismo, a pesar de lo que soltó precisamente el ministro de memoria democrática. Lo mismo podemos decir de los cargos públicos, eso sí, puestos no democráticos. Hubo Procuradoras en Cortes, hasta ocho desde 1971, así como alcaldesas, concejalas y miembros de Diputación Provincial durante el franquismo. En total hubo 62 alcaldesas, aunque la mayoría fue en municipios muy pequeños.

Pilar Careaga Basabe nació el 26 de octubre de 1908, en Madrid. Con solo 21 años, Pilar Careaga se convirtió en la primera mujer en obtener el título de Ingeniería Industrial en la Escuela de Madrid. Aunque nunca ejerció la profesión, hizo historia también al convertirse en la primera mujer en conducir un tren en España, durante su etapa de prácticas. No se detuvo ahí: obtuvo el título de Patrón de embarcaciones de recreo y, en plena juventud, se afilió a Renovación Española, en 1931, donde impulsó la revista Acción Española. Llegó a presentarse como candidata a diputada, aunque no resultó elegida.

La Guerra Civil la sorprendió en Bilbao. Fue detenida en julio de 1936 por milicianos del Frente Popular y encarcelada en la prisión de Larrinaga y, posteriormente, en el Convento de los Ángeles Custodios, reconvertido en prisión. El 11 de septiembre fue liberada tras un canje gestionado por la Cruz Roja Internacional y se trasladó a la zona nacional.

Desde Valladolid se unió a la Columna que operaba en el frente de Madrid como Delegada de Frentes y Hospitales de la Sección Femenina de Falange. En la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria ayudó a organizar la atención a las tropas. Participó en la guerra como enfermera y, tras la caída de Madrid, puso en marcha los primeros comedores y centros de Auxilio Social, además de visitar hospitales de campaña. Su labor fue reconocida con la Cruz Roja al Mérito Militar por su valentía y entrega bajo fuego enemigo, según una orden publicada en el BOE el 10 de julio de 1939.

Ya en la posguerra volvió a Bilbao para colaborar en la reconstrucción. Su compromiso social fue constante: fundó y presidió la Junta de Damas contra el Cáncer, ocupó cargos en la Junta Diocesana de Peregrinaciones y en el Sanatorio Marino de Górliz, y lideró la Junta de Construcción de Templos Parroquiales en la ciudad.

Su carrera pública continuó con cargos políticos: fue Consejera Provincial del Movimiento en Vizcaya y, en 1964, nombrada Diputada Provincial, donde presidió la Comisión de Beneficencia y Obras Sociales. Y de ahí al ayuntamiento. En 1969, Camilo Alonso Vega, ministro de la Gobernación, designó a Careaga como alcaldesa de Bilbao.

Fue así cómo Bilbao tuvo una alcaldesa. No era la única mujer al frente de un ayuntamiento, como señalé al principio. Ser mujer no era ni bueno ni malo. Su sexo era lo de menos. Lo más importante fue la gestión y la tensión política que se vivía en la ciudad. La mala ordenación urbana había provocado seis atropellos mortales, el último en marzo de 1975, el de una niña. Más de 46.000 vecinos de la ciudad firmaron una petición al gobernador civil de la provincia para que cesara a Careaga por la degradación de Bilbao.

Por esas fechas, el PNV, el Partido Comunista de Euskadi y ETA V y VI Asambleas estaban caldeando el ambiente bilbaíno para la celebración del Aberri Eguna, el Día de la Patria Vasca, que era entonces un acto ilegal. Los bomberos del Parque de Bilbao hicieron esos días de marzo del 75 numerosas salidas para desmontar banderas vascas que llevaban colgados botes con la inscripción de «peligro». La policía comprobaba que no eran explosivos y se quitaban. Había miedo. ETA había matado en diciembre pasado, en 1974, a dos guardias civiles (estos asesinatos siguen sin resolver, por cierto). Las pintadas a favor de ETA y por la independencia manchaban algunas paredes de Bilbao. En Ondárroa, la Guardia Civil localizó doce cócteles molotov  y una metralleta en un piso. Aparcado frente al portal encontraron un coche con un magnetófono que estaba conectado a varios artefactos explosivos que debían estallar cuando la Policía desconectara la cinta de casete. En Lequeitio, ese mismo mes de marzo de 1975 la Guardia Civil desmanteló un comando de ETA. Unos días después, ya en abril, el Gobierno decretó el estado de alarma.

Ese mes de marzo de 1975 los ojos se volvían hacia la alcaldesa de Bilbao. La tensión en la Corporación municipal era máxima. «Dimita, Sra. alcaldesa», le dijo Antonio Otero Ramos, de origen gallego, que le había echado un par de huevos a la sartén, y que dos años después se afilió a la UCD de Adolfo Suárez. Era 14 de marzo de 1975. Antonio Otero continuó: «Haga usted lo que haga, en lo sucesivo nada parecerá bien a los bilbaínos». La alcaldesa contuvo la respiración. Siempre fue una mujer dura. Había nacido por accidente en Madrid, pero era bilbaína. Tras la guerra se había casado con el hermano del alcalde de Bilbao, que en 1943 era José Félix de Lequerica, falangista y antinacionalista. Es conveniente anotar aquí, para que nos demos cuenta de la tensión, que Pilar Careaga sustituyó en la alcaldía de Bilbao a Javier de Ybarra, a quien secuestró y asesinó ETA tiempo después, el 18 de junio de 1977.

La regidora de Bilbao tenía callo a esas alturas. Enjuta, de nariz aguileña, sobria en el vestir, y siempre con pendientes de perla, como Carmen Polo y la Pasionaria, veía en la trifulca política algo corriente. «Estoy a disposición de la superioridad que me ha nombrado. Y nada más. No me debo a los vecinos. Esto no es una democracia», soltó al concejal Antonio Otero y se quedó tan ancha como la Ría de Bilbao llegando al Cantábrico. Dio por concluida la sesión del Pleno y salió de la sala. Fuera la esperaban dos de las primeras mujeres policía de Bilbao, que ella misma había incorporado en 1974. Sabía que tenía los días contados en política. Los tiempos estaban cambiando y las personas que representaban el franquismo ortodoxo sobraban. Su época había pasado. Aguantó en el puesto mientras duró el estado de alarma de abril de 1975, y en julio de ese año presentó la dimisión, al cumplir los seis años de mandato prometidos. Cesó y se fue con su marido a recorrer Europa.

A su vuelta ingresó en Fuerza Nueva, el grupo de extrema derecha que lideraba Blas Piñar. El 25 de marzo de 1979 un etarra metió una pistola en la ventanilla del coche donde viajaban Pilar y su esposo y disparó. Una bala le atravesó la espalda y se incrustó en un pulmón. El asesino se fue sin prisa, paseando por Neguri. Ella salió del automóvil por su propio pie y sobrevivió. ETA justificó el atentado diciendo que estaba «relacionada con la biografía franquista del País Vasco, con la oligarquía financiera y terrateniente española». Cosas de este país. Pilar Careaga falleció el 10 de junio de 1993 en Madrid por unas complicaciones hepáticas sin haber renunciado jamás al franquismo.

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