Pedro Ruiz: «La izquierda es sectaria y la derecha gilipollas»
El artista barcelonés visita El purgatorio: «Si en España no militas en ningún equipo, eres sospechoso»
Escribe libros a mano, lleva un móvil de tapa, paga con dinero en efectivo, no habla nunca de su vida privada. Es un hombre que se pregunta por las curiosidades de un otro, diariamente, se mantiene vivo por curiosidad, por ganas de seguir, por vivir en sus planes y no en sus recuerdos. Es Pedro Ruiz (Barcelona, 1947), el artista que hace periodismo, comedia, actúa. Ahora presenta en Madrid ‘Mi vida es una anécdota’, a partir de este 2 de mayo.
PREGUNTA.- ¿Ve mucho Cine de Barrio?
RESPUESTA.- Mmm… si me pilla en casa, alguna vez. Y eso de ponerlo en contexto me parece un poco ridículo, supongo que la pregunta me la haces para rematar con el descabello. No creo que el cartelito sea necesario. Si vemos una película en blanco y negro de Chaplin, de El Gordo y el Flaco o de Buster Keaton, ya sabemos que está hecha en otro momento.
P.- ¿Eso es tratar al público como idiota?
R.- No diría tanto. Puede que sea pasarse de listo en la explicación. Yo creo que el espectador sabe perfectamente que si ve una película de Cantinflas, sabe que Cantinflas no está… Yo le conocí, por cierto. Y que si ve una película de Pajares y Esteso, lo que pasaba era eso en ese momento. Que había muchas cosas por mejorar, sin duda. Y ahora también. En realidad no avanzamos mucho, solamente cambiamos de problemas y de los que los suministran.
P.- ¿Qué ve ahora en televisión?
R.- Veo todo. No me paro en casi nada. Estoy haciendo zapping todo el día. Lo mismo en la radio. Yo, en la radio, voy en el coche, voy escuchando la SER, la COPE, Onda Cero, Radio Nacional de España, esRadio… Hago zapping de casi todo porque, en el zapping, saco un poquito de néctar de cada cosa, y entonces yo compongo mi propio cóctel. Y en televisión, pues veo… normalmente veo —sé que esto se dice mucho— documentales en La 2.
No tengo plataformas en casa, no veo series. Acabo de escribir un libro, que te he traído aquí, que lo voy a entregar esta tarde, donde uno de los capítulos es: «Quieren que estemos encerrados en casa viendo series». A mí, cuando alguien me dice: «¿Todavía no has visto eso?», digo: «No. No veo, no veo series». Digo: «Porque el que me quiera contar algo, que me lo cuente en dos horas, no en 40 capítulos». Entonces, no tengo tanto tiempo.
P.- Contemos esto, Pedro, ha traído un libro escrito a mano, 220 folios, se llama ‘Paren el mundo que me bajo’. Escrito en Madrid entre el 5 de abril y el 17 del mismo mes de 2025.
R.- Algunos no lo creerán, pero esto está escrito a mano. Y unos dirán ahí: «pero qué tonto». Y yo digo: «¡Pero qué sano!» Los médicos dicen que escribir a mano es buenísimo. He escrito como seis horas diarias en los 15 días que le he dedicado a este asunto. Supongo que la gente lo podrá leer después del verano.
P.- ¿Y de qué va?
R.- De todas las cosas que nos cabrean y que nos van intentando meter para que tengamos la vida cada día un poquito más incómoda, un poquito más controlada y de otros errores que cometemos nosotros mismos. Te leo algunos títulos de los capítulos: el primero se llama ‘No hay paz’. Luego viene ‘Te odio tanto’, y después ‘La humanidad’. El cuarto se titula ‘No quiero volver a la mili’, pero no hablo de la mili del ejército, sino de esa sensación de que, cuando aprendes a hacer algo, te lo cambian todo para que las gestiones sean otras.
Hay capítulos como ‘Ofendidos’, ‘Estáis todos cancelados’, ‘No sin mi móvil’, o ‘El dinero ya no es tuyo. Tú eres el dinero’. También tengo uno que se llama ‘Todos los sexos conducen al orgasmo’, otro que es simplemente ‘Idiotas’, y uno más con un título muy visual: ‘La moda de sacarse el chip’. También está ‘Juegan al póker contigo’, ‘A la orden del cocinero jefe’, por la cocina de diseño, o ‘El fútbol y otros dictadores’.
Hay más, como ‘Me fío de Telepizza, la única tele que no engaña’, ‘Golfos: Sociedad Anónima’, ‘A follar, que son dos días’, ‘Presume de drogarte’, ‘La tarjeta o la vida’, o ‘Buda, Mahoma, Jesús y otras procesiones’. Y voy terminando: ‘El que gana el relato manda… otro rato’, ‘El cabrón de Cupido’, ‘Nadie tiene la culpa de nada’, ‘El mundo que viene’, y uno final que se llama ‘Conversación con un espermatozoide’.
P.- Me ha gustado mucho el de Telepizza (ríe).
R.- Sí, hombre, siempre sabes dónde va la pasta. Se envía la pizza a la casa del cliente. Pero eso pasa en el mundo, no solo en España.
P.- ¿Imaginó que Belén Esteban llegaría a Televisión Española?
R.- Pregúntaselo a ella. Seguramente tampoco lo imaginó ella. No lo sé. En la tele mandan los que mandan y toman las decisiones que más les convienen a los jefes de los que están mandando en la televisión. Yo no tengo nada humano contra Belén Esteban, pero creo que la televisión pública es para otra cosa.
P.- ¿Considera que TVE está derivando en una línea más propia de la antigua Telecinco?
R.- He sido toda la vida muy crítico con la llamada telebasura, precisamente porque, aunque yo no tenga mucho talento —o lo tuviera— no la he compartido ni he ido nunca a un programa de esa naturaleza. Entiendo que el entretenimiento es una cosa, pero creo que la indignidad es otra. Y no sé el tipo de programa que van a hacer.
Hay muy pocas cosas de verdad en las televisiones, incluidos los telediarios. El telediario es una droga dura que todo el mundo maneja a su antojo. Entonces, si se quiere reunir a más público con objeto de tener más pronunciamiento y más predicamento el día que lleguen unas elecciones, estos movimientos posiblemente pueden responder a eso.
Yo tengo buena relación con José Pablo López, y lo digo aquí: Él me dejó hacer un espectáculo hace un año. Habíamos decidido después recuperar La Noche Abierta en La 2. Sigo esperando esa reunión. Y, por lo tanto, mande la izquierda, la derecha, el centro, los rojos, los colorados o los Redondos… No se puede hacer televisión si no hablas con el jefe. Y unos y otros se parecen mucho
«Respeto a Belen Esteban, pero la tele pública es para otra cosa»
P.- En La Noche Abierta conversó con mil y un famosos, ¿le hubiera gustado hacerlo con el Papa Francisco?
R.- Sí. Yo soy amigo de Jordi Évole, y la charla que mantuvieron me pareció interesante. Primero, por la actitud del Papa, del recién fallecido Papa. Y luego porque Jordi lo consiguió. Sé que tenían buena relación, incluso sé que se escribían. No puedo contar más porque son cosas personales, pero él ha muerto diciendo que se conformaría con que dijeran que era un buen tipo. No es poca cosa ser un buen tipo. Luego ya, el peso de las industrias —de las empresas eclesiásticas, periodísticas, armamentísticas— es muy complicado.
P.- ¿Pedro Ruiz tiene algún Papa favorito, aun sabiendo que su relación con la fe no es la de un cristiano?
R.- Soy muy relativista, sólo creo en la bondad. Además, creo que todas las religiones, si contienen la bondad, están bien. Si una religión tiene violencia, pues ya ni la contemplo. Respeto a los que creen en cada cosa, y yo soy bastante escéptico. Porque, es mi opinión, y ojalá me equivoque, creo que los que tienen fe tienen una gran ventaja.
Los que tienen fe pasan por el desierto de la vida con una cantimplora, que es la fe. Los que no tenemos fe, no tenemos cantimplora. Entonces, si uno quiere ser bueno, no digo que yo lo sea, tiene que ser bueno sin esperar premio. Que luego lo hay, fantástico. Que no lo hay, pues ya tuviste tu cometido.

P.- ¿De quién se fía?
R.- Me fío de la gente bondadosa que lo ha demostrado sin demasiada estridencia. Me fío de alguna religiosa, por ejemplo. O de un religioso, de cualquier religión, que demuestra todos los días, con su esfuerzo, su bondad, que no pretende ni ambiciona nada que no esté justificado por el mérito.
Yo me fío de los hechos. Todo lo demás es gratis. El bla, bla, bla que yo estoy teniendo contigo podría provenir de un individuo absolutamente impresentable —que podría ser yo— y solamente sería bla, bla, bla. Es decir, yo, en algún libro de los que tengo escritos —que tengo 17— digo: «no me digas lo que vas a hacer por mí, empieza».
P.- ¿A quién odia?
R.- No, no tengo odios. El odio es muy pesado. Y el rencor también. El rencor es recordar una cosa mala que te pasó con alguien, y todos los días hacer fotocopias para acordarte de lo que te hizo fulano o fulana. Con no relacionarte más con esa persona, es suficiente.
Uno de los problemas que tenemos los seres humanos —que no somos más que chimpancés mal terminados, y lo digo muy en serio, aunque suene ingenioso— es que, si lo contemplas, también en la polarización política española actual, te das cuenta de que el odio dura más que las vidas. Y eso es una estupidez.
No se puede uno nacer odiando a alguien y morirse odiando a ese alguien. Hombre, con ser indiferente es suficiente. Pero eso de generar el odio para después morirse odiando… yo lo encuentro una pérdida extraordinaria. En general, todo el mundo, aunque fuera por vanidad, le gustaría ser recordado por sus buenas obras. Y buenas obras no son forzosamente religiosas ni nada de eso, que también, es no hacer daño al otro. Pasar por aquí sin ensuciar, ese es el resumen de mi vida, quiero pasar por aquí sin ensuciar.
P.- Creo que algo de envidia, que no odio, tiene Pedro Ruiz. Por lo bien que está, por lo lúcido, lo rápido, lo sano que se le ve… ¿Cómo lo hace?
R.- Primero: yo no tengo edad. Tengo la que tengo, sí, pero no tengo edad. Yo tengo propósitos. Y vivo en mis propósitos, no en mis recuerdos. Vivo en lo que quiero hacer. Ya sabes que no fumo, que no bebo, que no me drogo. Me tiro a la piscina, juego al fútbol cuando puedo, hago gimnasia, etcétera.
Voy al cine cuatro o cinco veces a la semana, voy al teatro, a conferencias… Una de las cosas fundamentales, desde mi modesto punto de vista, es que hay que bañarse todos los días en otros ombligos, en cosas de otros. Ir a ver una conferencia sobre un tema que quizá no entiendes. Ir al cine, ir al teatro. Tener la capacidad de socializar con diferentes estratos de gente.
Porque, si no, tenemos todos esa tendencia a meditar en nuestro propio ombligo. Y eso te seca. En cambio, salir y exponerte a otras miradas te refresca mucho. Y tener planes. Si tienes más planes que años, vas bien. Y luego ya, comer lo justo, cuidarte… esas cosas. Y, sobre todo, por ejemplo, esto que hago de escribir poesías. No las escribo para publicar, aunque a veces sí, quizá las publicaré algún día.
Pero te lo cuento de una forma rápida: tú tienes aquí —aquí dentro— una presión, como un aire que te presiona por dentro. Si escribes un poema, esa presión se va. A lo mejor no lo publicas nunca, pero ya has ayudado a tu salud. Porque todo lo que echas del alma —cuando está en condiciones de pudrirse— si lo tiras fuera, te deja más limpio. Te deja más leve.
P.- Pedro Ruiz no necesita presentaciones, cosa que no viene a decir que sea impresentable…
R.- También lo soy, si es que da igual. Pero si es que en el ataúd no cabe ni el ego. ¿Te lo habían contado? Todo llegará, y habrá quien se haga un ataúd con cuatro pantallas digitales. El ataúd de Elon Musk, eso no va a ser un ataúd, eso va a ser la NASA.
P.- ¿Cree que esa gente sabe que se va a morir?
R.- Yo creo que es un imbécil. Y lo sabe, pero no se quiere acordar. Igual que Trump, un niño rico —o de familia rica— que se ha comprado un juguete que se llama Planeta Tierra. Pero cualquier día le saldrá una almorrana, y se le cae el flequillo. Como a mí. Como a todos.
Se olvida uno mucho de eso. Yo también me habré olvidado, cuando era joven y pensaba que me iba a comer el mundo. Y claro… cuando te comes el mundo, se te indigesta.
«En España había más libertad de expresión hace 25 años»
P.- Pedro me ha traído un folio, es una fotocopia de una crónica de Carmen Rigalt, a fecha de 11 de marzo de 1974, donde se dice: «Fiesta en el Siglo XXI. Ayer por la noche asistieron el presidente del Gobierno y siete ministros. El experiodista Pedro Ruiz hizo una sátira de la política del país que dividió las opiniones».
R.- Te he traído esto porque ahí estaba la foto de mi persona cuando yo estaba trabajando en Barcelona, haciendo un espectáculo con el que llevaba ya tres o cuatro años llenando teatros.
Y sí, se produjo aquel momento en que Arias Navarro —el último presidente de Franco— anunció el llamado espíritu de la libertad el 12 de febrero. Entonces vinieron a verme a Barcelona, y creyeron que, si yo actuaba en la fiesta de Siglo XXI, sería como una constatación de que había libertad. Y vine, y casi me echan del país.
Porque hacía parodias de gente del Opus, porque sacaba La maja desnuda en una gran pantalla y la escalaba desde los tobillos hasta los pechos. Porque, en fin, hablaba de un tal Añoveros, que en ese momento estaba enfrentado con el Gobierno. ¿Y qué pasó después de aquella actuación tan provocadora?
Entonces me investigaron. Me quisieron quitar el pasaporte… y no pasó más. Pero ahí arrancó la leyenda de que se había estrenado la libertad de expresión por un paracaidista que era yo. Fue un pequeño gran escándalo que, en realidad, arrancó mi carrera de contestatario.
P.- ¿Inauguró la libertad de expresión?
R.- Pero yo no la inauguré. Ya existía. Pero fui el primer inconsciente en probarla. En probarla de manera inconsciente. Porque cuando me dijeron de venir a actuar al Siglo XXI —donde luego, con el paso del tiempo, hasta di charlas— yo no sabía si el Club Siglo XXI era un club político o un club de alterne. No lo digo en broma.
P.- Y ahora para celebrar, conmemorar, recordar esos 50 años de libertad en los escenarios, Pedro Ruiz va a estar en la Sala Verde de los teatros del Canal: 2, 3, 4 de mayo, aquí en Madrid, con ‘Mi vida es una anécdota’.
R.- Es un espectáculo muy «diverinteresansorprendente». Lo digo en una palabra. Estoy solo en el escenario, con dos guitarras, una pantalla enorme donde van pasando muchas imágenes que la gente no conoce. Y no es para presumir de mi vida, que afortunadamente la he tenido muy interesante, y la tendré, sino para quitarnos importancia a todos.
Es para decir, vean ustedes que al Rey le pasa lo mismo, que tiene almorranas, que es otro no sé qué, y a través de anécdotas que me han ocurrido a mí y que el público recordará, porque también forman parte de sus vidas cantando canciones y parodias y tal. Reunirnos alrededor de una cosa que se ha perdido, que es la concordia.

P.- 50 años después de aquel espectáculo en Siglo XXI, ¿España está peor en términos de libertad de expresión?
R.- Está peor ahora que hace 25 años. Esto fue saliendo de la oscuridad, poco a poco, hubo un momento de concordia estupendo. Pero a partir de ahí, hace unos 20 años, empezamos a ir hacia atrás. Y ahora no sé en qué camino vamos.
Mira, en la vida siempre hay tres fases: hambre, atracón y diarrea. Siempre. Hambre: dictadura. No hay libertades, no hay medios, no hay nada. Atracón: democracia, libertades, inversiones, optimismo. Y luego… diarrea. Estamos en diarrea. Pero luego todo vuelve a empezar.
Porque esto se repite muchas veces. Lo que pasa es que tenemos una sola vida, y no alcanzamos a ver siete, ocho o diez veces la misma situación. Pero es cíclico: dictadura, democracia, revolución… dictadura, democracia, revolución. Y somos muy torpes. Repetimos lo mismo una y otra vez.
P.- ¿Pero ahora estamos en otra dictadura?
R.- ¿A qué llamas tú dictadura?
P.- A qué te digan lo que tienes que decir, lo que tienes que pensar, lo que es correcto.
R.- Bueno, que nadie tome esto como un pensamiento drástico o inamovible, pero… al final, las democracias —que es el menos peor de los sistemas, aunque yo no he votado nunca, lo he dicho muchas veces— las democracias suelen transformarse en la única dictadura que de verdad domina: la del dinero.
Detrás de todo hay dinero, detrás de esta decisión, hay dinero, detrás de la contestación a esa decisión, también hay dinero. Es cierto que hay almas buenas y bondadosas, pero no suelen mandar mucho. Y esa es mi gran queja. Que también me la hago a mí mismo.
«Defiendo el dinero en efectivo y soy contrario a la dictadura digital»
P.- Pero ¿qué ha pasado en España? Eso es lo que quiero saber. ¿Qué ha pasado para que, según usted, Pedro, hoy, en 2025, haya menos libertad de expresión que en el año 2000?
R.- Pues que ahora hay que militar. Hay que estar en el equipo A, en el equipo B, en el equipo C… Y si no militas, o no repartes dinero con A, o con B, o con C, eres un sospechoso. Y esto se ha dinamizado hacia la polarización. Porque la gente que odia, o la que se polariza, piensa menos que la que reflexiona. Y el voto hoy se obtiene por la polarización, no por la reflexión.
P.- ¿Antes no sucedía?
R.- No, no tanto. Ibas a ver una conferencia de Carrillo, ibas al día siguiente a ver una de Fraga, o una charla de Suárez o una de Txiki Benegas, o una de Felipe González, o de Alfonso Guerra. Y nadie te ponía una cruz. Ahora te ponen una cruz por salir de casa y mira para arriba. Entonces hay que estar todos en contra de algo.
Pero oiga, ¿por qué? Tú y yo podemos pensar distinto. Yo no conozco a Pedro Sánchez, nunca le he dicho ni hola ni nada de nada. No le conozco, él tampoco a mí. Se pierde más. Porque entonces, tú y yo podemos pensar distinto, pero podemos tomar una paella. Hoy en día la paella no la estamos guisando, la estamos envenenando.
P.- Le quiero preguntar por un fenómeno que ocurre en la comedia: los humoristas comprometidos. Y nunca sé con qué estaba comprometido. Creo que el único compromiso en el humor es hacer gracia. ¿Pero comprometido con qué causas o bajo qué ideologías?
R.- Incluso hacer humor —aunque yo hago bastantes cosas distintas— tiene una base muy clara: ir contra uno mismo, y hacerlo de buen rollo.
«Me fío de Telepizza, la única tele que no engaña»
P.- ¿Y también contra lo que piensas?
R.- Sí, claro. Hay que ponerse en cuestión. No sé… últimamente uso mucho esta frase: yo no quiero tener razón, Carlos. Yo quiero tener derecho a no tener razón. Eso significa que, si tú tienes la tuya, no vamos a poner nuestras razones a pelearse. Entonces, sabiendo que no tengo razón, reírse de uno mismo es muy interesante, porque primero te hace más humano, y luego te hace más verdadero.
Mi amigo Eloy Arenas —que es un tipo muy brillante— tiene una frase que me encanta: «Fulano se cargó de razón y ya no podía moverse. Iba todo el día con ella.» Y qué te voy a contar de los argumentarios de los tertulianos… No tengo nada contra ellos, pero yo nunca he querido intervenir en esas cosas que llegan con el guion aprendido. Es muy pesado, no se puede vivir así, es vivir en playback.
P.- ¿Hay que hacer comedia contra el poderoso?
R.- Es la única solución. La risa es una defensa. La sonrisa y el humor son el acto menos suicida para decir las cosas más serias.
P.- Si José Luis Ábalos hubiese sido vicepresidente, ministro o consejero en un gobierno del Partido Popular, en vez del PSOE, ¿cree que habría más bromas con él?
R.- Si Ábalos, o alguien parecido, estuviera en otro partido… el otro partido lo defendería igual. No eran sus sobrinas, eran mis hermanas.
P.- ¿Pero los humoristas harían más bromas?
R.- Pero las bromas puntuales y coyunturales no tienen mucho valor. Yo creo que las bromas que valen la pena son las que se hacen sobre el fondo de las cosas.
P.- Dijo por aquí JF Lamata —que tiene un canal en YouTube llamado La Hemeroteca del Buitre— que a la derecha se le da mal el humor, y a la izquierda, las tertulias.
R.- En el tono negativo que tú usas —usando palabras de otro, pero que también podrían ser mías— yo digo lo siguiente: respeto a los que votan cualquier cosa, evidentemente… siempre que no me voten a mí.
Y en la parte negativa, porque la positiva ya la ponen los votantes, siempre digo: la izquierda es sectaria y la derecha es gilipollas. Por tontorrona. Creo que la brillantina tapa mucho las sienes, y que querer cambiar las cosas a fuerza de navajazos, pues tampoco es muy bonito. Así que yo me quedo en el semáforo, y me atropellan los dos autobuses: el que va y el que viene. Porque yo no soy comprometido.

P.- Sobre tecnología, y siendo alguien que tiene un móvil de tapa y vive a su aire… ¿Está en contra de la inteligencia artificial?
R.- No, estoy en contra de la gilipollez universal, en el sentido de que eso de dejarse llevar por las máquinas no me parece nada bien. Creo que vamos dejando rastros todo el día de lo que hacemos.
Cuando el dictador más grande que ha podido haber en la Tierra no sabía ni el 1% de lo que saben ahora gratis de todos nosotros… esto me parece una barbaridad que estamos consintiendo entre todos.
P.- Pero un hombre tan curioso como usted… ¿nunca ha tenido interés en meterse en Twitter, Instagram, Facebook?
R.- Sí, pero mi máxima curiosidad es la libertad. Entonces, si dejo rastros contra la libertad… ya no soy curioso. No quiero que sepan lo que compro, lo que vendo, lo que siento. Si estoy enamorado de Pepita o si me marcho al Caribe. No quiero. No entiendo que libertad sea que lo sepan todo de ti. La libertad es que no sepan nada de ti. Y esta propuesta en la que estamos viviendo —a la que yo llamo dictadura digital— conduce a saberlo todo de todos, inmediatamente y gratis. Y eso… no mola.
«Trump es un niño rico que se ha comprado el Planeta Tierra»
P.- Por eso está muy a favor del dinero en efectivo.
R.- Sí, claro. Porque al menos, si te gastas 50 euros, o 150, o 33… si te compras una bufanda, unas bragas, un calzoncillo, o una entrada para el fútbol… no vas dejando rastro. Es que no puede ser, esto es un disparate. Los que llevan el teléfono todo el rato —lo digo con respeto— ya no llevan un amigo en la mano… llevan al mayor enemigo en la mano. Claro, para hacer mis cosas tengo a alguna persona que colabora conmigo.
Por ejemplo, grabo lo de Instagram, que para mí no es otra cosa que una pantalla de publicidad del espectáculo de mi vida. Porque, como te digo, si ahora te gastas 4.000 euros en un periódico de papel apenas se ve la publicidad. Hay que estar en las redes, pero como un trabajo, no como tu vida. Para mí, las redes son una televisión. Entonces grabo, lo subo —una cámara que ni siquiera es mía— y lo dejo.
P.- ¿Tiene ya el kit de supervivencia? Lo que ha recomendado la Unión Europea por si viene la guerra.
R.- Si viene la guerra, no creo que sea peor que esto. Porque esto ya es una guerra encubierta. Es una guerra de dinero. Siempre hay una guerra civil de dinero en los países: «Este compra más que yo, este tiene más que yo, no vendemos aviones…». Esto es una guerra de dinero.
P.- ¿Y para qué le sirve el dinero?
R.- Para decir no. Pero tampoco es lo único que me sirve, porque soy bastante autosuficiente. Ten en cuenta que he edificado una vida en la que no he querido tener hijos. Esa decisión la tomé muy joven… prácticamente con diez años. Y no es que sea insolidario, aunque algunos lo pensarán, pero me considero un privilegiado. Uno, por la salud, que la trabajo… aunque mañana me puede pillar un autobús. Y dos, porque tengo unas condiciones que me permiten hacer muchas cosas, aunque me prohíban en muchos sitios.
Dicho lo cual, y lo digo sin tristeza: yo no volvería a nacer. No volvería a pasar otra vez por la muerte de mis padres, etcétera. Y no porque me falte nada, sino porque no entiendo de qué va esto. La vida me parece desconcertante, me verán como un pesimista… pero soy un pesimista vitalista. Tengo muchísimos planes.
Porque, mira, cuando tenía nueve años, estaba tomando un helado con mis amigos el día de mi comunión, en Barcelona, en la plaza Adriano, en la calle Muntaner, arriba del todo…Y me vi vestido de comunión, con aquel traje. Levanté la mirada y, en el jardincito donde estábamos, había unos hombres de 90 y pico años, con bastón, boina, y el caliqueño aquí colgando…Y en ese momento pensé…fíjate tú, es que esto no acaba como estoy yo, acaba así.
P.- Como artista, ¿le preocupa la cultura de la cancelación?
R.- Me preocupa regatear con eso… y que exista. Pero existe, porque los intereses son más importantes que los afectos en esta vida.
P.- ¿Le da miedo esa gente que se reúne para machacar a alguien? Para expulsarlo, para decirle que no debe actuar, que no debe cantar, que no debe decir… Esa muchedumbre.
R.- Creo que se toman una libertad que están prohibiendo.
P.- A usted intentaron cancelarte hace 50 años.
R.- Y en estos 50 años también ¿Qué te crees? ¿Qué mi vida es gratis? No, hombre, no ¿Por qué crees que yo no estoy permanentemente en todas las cosas? Porque no soy del equipo azul, ni del verde, ni del rojo, ni del amarillo, ni de las rayas.
P.- ¿Qué es lo que más le dice la gente cuando te ve por la calle?
R.- Me siento muy satisfecho, porque la gente me dice cosas muy agradables. Supongo que a los que no les gusto, pues no se acercan.
P.- ¿Pero no le dicen «Pedro, vuelve a la tele»?
R.- No, no, no. No me hablan de la tele. Lo de la tele es una coña marinera. La tele es un microondas: recalienta productos. Mañana no suenan tus canciones y pasado te sacan treinta días seguidos. No es real. Lo que me dicen tiene más que ver con la conducta, con el no haberme rendido, y eso lo agradezco mucho. Y no es por colgarme una medalla, pero no es fácil ir por la vida en solitario.
Yo no soy de ningún grupo. Ni de THE OBJECTIVE, ni de Eldiario.es, ni de la SER, ni de Onda Cero, ni de RNE. Yo soy de mi madre. Y si me aceptan, bien. Pero yo no prohibiría a nadie por sus ideas. O igual, a lo mejor, si mandara, me convertiría en un dictador… y por eso nunca he querido mandar.
P.- Esto que le digo me recuerda a aquella frase de Camilo José Cela, estaba recogiendo el Premio Príncipe de Asturias y le dijo al por entonces príncipe Felipe: «Majestad, en España quien resiste, gana».
R.- Sí, sí, claro. «El que resiste, gana». Yo tengo una anécdota muy divertida con Camilo, que cuento en el espectáculo —no la voy a contar aquí—, pero sí, me decía algo que da que pensar: «Pedrito, estamos en una sociedad tan pobre que no puede tener dos ideas diferentes sobre la misma persona».
P.- ¿Echa en falta esos intelectuales en los medios? ¿No sientes que hoy en día ya no hay un Camilo José Cela en televisión?
R.- No es que no haya intelectuales. Es que no hay ámbitos para ellos. La clave de Balbín ya no está, no existen esos espacios. Cuando le planteas a un programador de televisión hacer algo con alma, con clase, ¿sabes lo que te dicen? «Uy… eso no vende». Están enganchados al conflicto. Han comprado el conflicto como modo de vida. Y bueno… les irá bien. Pero con el diluvio de mierda que está cayendo, las lechugas van a salir siempre. Si está cayendo mojones de todo de arriba ¿Cómo va a salir la lechuga? Pues un poco podrida.
P.- 50 años hace que Pedro Ruiz actuó, con Franco vivo, en el club Siglo XXI. Rompiendo moldes. Cuando en el Gobierno hablan de los 50 años en libertad, haciendo mal las cuentas, ¿qué le sugiere?
R.- Me gusta más la publicidad de Avecrem.
[¿Eres anunciante y quieres patrocinar este programa? Escríbenos a [email protected]]